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Héctor Cúper, el eterno subcampeón

Héctor Cúper volvió a quedarse a las puertas de un título.

Christian Martínez Romeo

Tan solo restaban tres minutos para decidir el campeón de África cuando Vincent Aboubakar anotó el gol del triunfo de Camerún. Los rostros de felicidad cameruneses colisionaban con la tristeza de los egipcios, que a pesar de adelantarse en el marcador veían que el título se escapaba. Ante una situación tan compleja, la dificultad residía en poder contener las emociones. Y tan solo un hombre lo logró. Una sola persona en el Estadio de Angondjé de Libreville se mantuvo impasible, como si nada ocurriera. Era él, Héctor Cúper. Una vez más a las puertas del título, una vez más subcampeón, una vez más a la sombra.

Conocedor de que sus pesadillas no tardarían en hacer acto de presencia y que su figura volvería a estar asociada con los términos subcampeón y la expresión tan dolorosa del casi, Cúper no distó de su sobria pose habitual a pesar de lo que ocurría a su alrededor. Lo había hecho todo, construyendo una selección capaz de no perder un solo partido hasta la final pero faltaba el último eslabón. El eterno paso definitivo que deja la huella en la historia. El que provoca que te recuerden como el campeón. En Gabón, no lo hizo. Igual que tampoco pudo hacerlo en las otras seis finales que ha disputado y ha perdido a lo largo de su carrera como entrenador.

Pleno de derrotas en finales

“Sabemos que la final es un partido peculiar, hay muchos factores en juego”, declaró el técnico argentino antes del encuentro. Nadie mejor que él para entender la singularidad de los momentos donde un título está en juego y donde poco importa lo concebido hasta la fecha.

Esta vez en Gabón, donde José Antonio Camacho también vivió su particular vía crucis con la selección anfitriona al caer eliminado en primera ronda, a Cúper la gloria le volvió a ser esquiva y amplió su desamor con las finales desde que el técnico decidiera dejar su país para probar fortuna en distintos continentes.

Mallorca, Valencia, Aris de Salónica y Egipto han sido los cuatro conjuntos a los que Cúper consiguió liderar, mejorar, dejar su impronta e ilusionar con cotas mayores que, pasados los 90 minutos de las respectivas finales, nunca acabaron lográndose.

Un casi constante

A las puertas de ser campeón de Europa en dos ocasiones, de Copa del Rey en una, en Grecia otra, de la Recopa y de África este fin de semana, el adverbio casi no termina de desaparecer de la trayectoria del ‘Cabezón’. Casi pero no.

En 1997, con el club balear y donde aterrizó siendo un gran desconocido, consiguió llegar a una final de Copa, que perdió en una fatídica tanda de penaltis ante el Barça en lo que supuso el inicio de la pesadilla que, un año más tarde en la Recopa, se vio acrecentada al caer ante la Lazio por 1-2.

Con un perfil de persona introvertida, metódica y concienzuda, sus intentos por lograr vencer una final no cesaron. Ya en Valencia, en un conjunto ché alejado de la versión volcánica que experimenta esta temporada Mestalla, la Champions se convirtió en su principal anhelo. Casi pero no. La derrota ante el Real Madrid (3-0) de la ‘octava’ en el 2000 y en los penaltis ante el Bayern de Múnich (1-1), en 2001, impidieron romper un maleficio que parece no tener fin.

En 2009, tras volver al Mallorca y dirigir a Inter, Betis, Parma y Georgia, Cúper encontró acomodo en el Aris de Salónica. Con el club griego llegó a la final de Copa, pero cayó. Casi pero no. El 1-0 ante Panathinaikos fue el preludio de su sexta y última final perdida, la de este domingo con los ‘Faraones’ ante Camerún, en una nueva fecha donde el argentino rozó la gloria pero se quedó a las puertas de ella maldiciendo ese último paso que todavía no ha logrado dar.

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