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Dosis de realidad para el Barça en Riazor

Deportivo y Barça ofrecieron un duelo de mucha intensidad.

Christian Martínez Romeo

  • El conjunto de Luis Enrique estuvo muy lejos de su mejor versión y pagó con la derrota la resaca europea frente a un gran Deportivo (2-1)

Tanto se habló a lo largo de estos cuatro días de la histórica remontada del Barça ante el París Saint Germain, con los múltiples murmullos sobre la actuación arbitral copando el protagonismo, que pocos se dieron cuenta que la temporada continuaba, que había vida después de la heroicidad del Camp Nou y que los azulgranas afrontaban este domingo un nuevo desafío en su lucha por ganar el título de Liga.

En ese contexto poco favorecedor, que al Barça le tocará volver a remontar no ayudó a dejar atrás la jornada europea, en un nuevo capítulo donde los de Luis Enrique tuvieron que remar a contracorriente después de unos primeros 45 para el olvido, donde el equipo estuvo de cuerpo presente pero de mente ausente y eso ante un mejorado Deportivo de la Coruña dejó como resultado el hecho de irse por detrás al descanso, dejando la segunda mitad para mostrar una reacción que nunca llegó.

Con Pepe Mel como nuevo inquilino del banquillo, los gallegos dieron un paso al frente en su habitual propuesta y no escatimaron esfuerzos en lograr la gran sorpresa de la jornada, dejando en el olvido la pobre imagen dada en los últimos enfrentamientos entre ambos donde los deportivistas cayeron de forma contundente - 0-8 en la 2015/16 y 0-4 en la 2014/15 - ante un cuadro catalán que no caía en Riazor desde 2008.

Rotaciones sin éxito

Iniesta descansó tras la batalla del miércoles mientras Sergi Roberto, Jordi Alba, Arda Turan y Denis Suárez hicieron acto de presencia en un once titular que durante la primera parte dio pocos síntomas de vida. El juego posicional azulgrana no encontró ningún tipo de profundidad y fue estéril frente un Deportivo que poco a poco fue haciéndose con el partido mientras la lluvia hacia acto de presencia para convertirse en una de las protagonistas del primer tiempo.

Dicha lluvia, no constante pero si presente, junto al fuerte viento pareció borrar el ímpetu, la intensidad y las ideas de un Barça completamente opuesto al de hace tres días. Manso, sin brío y a la expectativa de lo que podía dar de si el partido, el conjunto catalán acabó sufriendo un justo castigo en los últimos minutos del primer acto, los únicos de claro dominio y acercamiento gallego, cuando Joselú aprovechó un rechace de Ter Stegen (39') para situar el 1-0 con el que se llegó al descanso.

No era el día

La dosis de heroicidad, de proezas, de orgullo y de fe para remontar un partido pareció más que agotada en un margen insuficiente para repetir otra proeza. El Barça debía darle la vuelta al electrónico para mantener el liderato y dio un pase de gigante para ello cuando Luis Suárez puso la igualada en el primer minuto de la reanudación (1-1, 46'). Pero no era el día. Tan solo un espejismo.

El uruguayo marcó uno de aquellos tantos característicos en su fútbol, donde su lucha, intensidad y convencimiento fue más que suficiente para enviar el balón al fondo de la red. Con el golpe anímico que suponía lograr el empate en la primera llegada del segundo tiempo, muchos aficionados en Riazor temieron lo peor pensando en lo que estaba por llegar pero ni el Barça estuvo por la labor de hacerlo ni el Deportivo de permitirlo.

El gol de Luis Suárez solo fue un ínfima ilusión para los suyos dentro de un partido donde solo un equipo quiso ganar e hizo méritos para hacerlo. Empujados por un público que no dejó de creer y con más corazón que fútbol, el Deportivo fue buscando las debilidades azulgranas y las encontró aprovechando una de las más habituales. Una vez más, a balón parado, los gallegos dejaron patente la fragilidad azulgrana en dichas acciones y Bergantiños se impuso en la batalla área para cabecear y lograr el 2-1 a falta de 17 minutos para el final del encuentro.

Con poco más de un cuarto de hora por delante, Luis Enrique echó mano del banquillo introduciendo al inédito Paco Álcacer que, como el resto de sus compañeros, pareció estar lejos, muy lejos del Estadio de Riazor en una tarde tempestuosa para el olvido.

Sin Neymar para anotar un gol anímico que diera aliento suficiente para un empuje final y con un Deportivo firme en su propósito de repetir triunfo en casa ante los azulgranas después de ocho años sin hacerlo, la remontada nunca llegó y devolvió al Barça a una realidad de la que parecía haber escapado hace cuatro días en el Camp Nou.

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