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Cientos de refugiados sufren la ola de frío “sin calefacción ni agua caliente” en los campos griegos

Personas hacen cola para la distribución de raciones de comida y mantas fuera de un almacén de la estación abandonada, usada como refugio por los demandantes de asilo en Belgrado, Serbia, el 5 de enero de 2017.

Icíar Gutiérrez

Las personas migrantes y refugiadas están sufriendo en gran medida los efectos de la ola de frío polar que ha dejado más de 80 muertos en diversos países de Europa. El pasado viernes se hallaron los cuerpos congelados de dos inmigrantes iraquíes en Bulgaria, cerca de la frontera con Turquía. En los Balcanes y en Grecia, los termómetros han marcado temperaturas inusuales: solo en Lesbos se han llegado a registrar siete grados bajo cero, con una sensación térmica de menos 15.

En la isla griega, las nevadas han caído sobre las tiendas del campo de detención de refugiados de Moria. Unas 5.500 personas continúan retenidas en este campamento, lo que supone casi el doble de su capacidad. Según MSF, en algunas de las lonas de los campos de las islas griegas “se han registrado temperaturas de cero grados”.

Las organizaciones que trabajan sobre el terreno coinciden en denunciar la “grave falta de preparación” de los campos en las islas de Lesbos y Samos. Solo en esta última, según Acnur, más de 700 personas viven en tiendas sin calefacción. Tras la fuerte nevada que tuvo lugar en el país heleno, la Agencia de la ONU en colaboración con las autoridades griegas ha anunciado el trasladado de 130 solicitantes de asilo especialmente vulnerables a hoteles de la zona pero finalmente fueron reubicados 75. En conversación con eldiario.es, desde Acnur reconocen que continúan preocupados por la situación de los refugiados que aún permanecen en estos campos.

“Estamos indignados al ver que, a pesar de las promesas, los refugiados y los migrantes están varados a la intemperie. Viven bajo la nieve y la lluvia helada, con un acceso limitado al agua caliente, casi sin calefacción, mientras las temperaturas bajo cero son insoportables”, ha denunciado Clement Perrin, coordinador general de MSF en Grecia, que opera en 20 localidades del país.

David Zorrakino, voluntario en el campo de Vasilika, al norte de Grecia, cuenta que llevan siete días sin agua. “Todo está completamente helado, los cortes de luz son constantes, no hay agua corriente ni ducha y los baños están en mal estado”, explica Zorrakino.

“Es una situación que se veía venir y no hemos sido capaces de crear las condiciones necesarias para que los que huyen de conflicto tengan una recepción mas humana”, sostiene José Félix Hoyo, presidente de la delegación española de Médicos del Mundo, en una conversación con eldiario.es. La organización, que presta atención primaria en Moria y otros campos griegos, ha constatado “un aumento de las infecciones respiratorias, los episodios de congelación y las neumonías” con la llegada del invierno.

Las “pobres condiciones de vida” también son, afirman los psicólogos de MSF, la causa o un factor determinante en las dificultades psicológicas de las personas atendidas. Algunas llegan a autolesionarse, como este refugiado sirio que relata sus meses en Moria: “La situación del campamento ha ido cada vez a peor. Ellos no sienten nuestro dolor, tienen sus propias casas, duermen en sus propias camas, nosotros no les importamos”.

Asimismo, “son preocupantes” las condiciones de hacinamiento en los llamados hotspots, centros cerrados de identificación y registro donde las personas han improvisado campamentos con tiendas que no están acondicionadas para el frío, alerta María Jesús Vega, portavoz de Acnur en España. “Las condiciones son deplorables, no reúnen los estándares humanitarios mínimos”, critica Vega.

Además de los problemas para la salud, la falta de acondicionamiento de los campos conlleva otros riesgos para la seguridad de las personas, como los incendios. El pasado noviembre, una mujer y su hijo murieron atrapados entre las llamas que provocó la explosión de un recipiente de gas en su tienda de campaña en Moria.

En Serbia, los campos están llenos y solo la mitad de los 6.000 demandantes de asilo que se ha comprometido a acoger viven en instalaciones adaptadas para el invierno, según MSF. La organización asegura que unos 2.000 jóvenes –sobre todo afganos, pakistaníes, iraquíes y sirios– se ven abocados a dormir estos días en edificios abandonados en el centro de Belgrado, donde se han registrado temperaturas de hasta 20 grados bajo cero.

Un “fracaso colectivo” de los países y la UE

Las ONG han elevado esta semana el tono de sus críticas hacia los gobiernos nacionales y la Unión Europea. MSF Serbia tilda de “fracaso colectivo” el hecho de que las instituciones “hayan dejado al descubierto incluso las necesidades más básicas, exponiendo a personas ya vulnerables a sufrir aún más”.

En Grecia, el ministro de Interior anunció el 5 de enero que los trabajos de protección para el invierno en los campos habían concluido con éxito. “Las autoridades griegas deben dejar de felicitarse por los logros humanitarios cuando miles de personas sufren las duras condiciones del invierno mientras esperan que sus solicitudes de asilo sean procesadas”, apunta Perrin.

Médicos del Mundo recuerda el “colapso” que sufren también los servicios sanitarios griegos. “Parte de la población griega tiene las mismas necesidades que los refugiados, hay que coordinar ambas labores” señala Hoyo.

Sin embargo, se pone de relieve que la causa de fondo es que Grecia ha dejado de ser un país de tránsito por la demora en los procesos de reubicación. “Esto se arregla trasladando a las personas con condiciones dignas a la península y al continente, que los países cumplan su cuota. La UE tiene que pasar de las palabras a la acción”, apunta Vega. Acnur recuerda que a nivel europeo “solo se ha cumplido un 7% de las cuotas” acordadas por los Estados miembros.

El temporal complica las labores de salvamento

Mientras tanto, debido al temporal en el mar, hace cuatro días que no llegan embarcaciones a Lesbos. “El frío no les da miedo, les dan miedo las olas. Cuando el mar baje, volverán a llegar barcos”, asegura Óscar Camps, director de Pro Activa Open Arms. Por esta razón, la ONG se mantiene haciendo guardias en el canal que separa Grecia de Turquía. “La distancia es escasa pero el riesgo es que les estropee el motor y se queden horas a la deriva con las bajas temperaturas: la hipotermia actúa enseguida y sería una catástrofe”, sentencia Camps.

Proactiva rescató la semana pasada a 112 personas que pasaron 13 horas a cinco grados en medio del Mediterráneo Central. En sus aguas también opera el Aquarius, buque de MSF y SOS Mediterranee. Desde allí, Ed Taylor, coordinador de MSF, señala que el oleaje “está dificultando las tareas de salvamento” y que, en los últimos días, han atendido más casos de hipotermia.

“El problema no son tanto las temperaturas, como permanecer a la intemperie mojados, descalzos, con el viento en la cara”, explica Taylor. “La decisión de partir no depende del frío. Nos debemos preguntar por qué vienen a pesar del mal tiempo y actuar sobre eso”, concluye.

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