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Sobre este blog

¿Ricos más ricos y pobres más pobres? Nuestra sociedad está llena de brechas que incrementan las diferencias entre unos y otros. (Des)igualdad es un canal de información sobre la desigualdad. Un espacio colectivo de reflexión, análisis y testimonio directo sobre sus causas, soluciones y cómo se manifiesta en la vida de las personas. Escriben Teresa Cavero y Jaime Atienza, entre otros. 

Mosaico de un país en ruinas

Un niño recoge agua en el sitio de desplazados ubicado en la Gran Mezquita de Pk5

María José Agejas

Técnica de comunicación de Oxfam Intermón en República Centro Africana —

He estado varios días dándole vueltas a la pregunta. No sabía si sería mejor hablar de Ludivine, la niña de 9 años que cada día, con una responsabilidad que supera a la de muchos adultos de nuestro primer mundo, vende una especie de arroz con leche líquido en la puerta de la casa en la que habitamos los trabajadores expatriados de Oxfam Intermón en Bangui. ¿Y explicar el caso del invidente indigente que, diminuto y humilde, se sienta durante horas con la cara vuelta hacia el sol mientras extiende una mano en la que rara vez cae algo?

Quizá debería, reflexionaba yo, explicar la historia de alguno de nuestros beneficiarios. ¿Valérie, que huyó de su casa por la violencia hace casi cuatro meses, y que desde entonces vive en un sitio de desplazados con lo puesto, literalmente? ¿Benjamin, otro desplazado, que ha pasado tres años gastando lo que no tenía para curar a su hija, trastornada por la violencia? O quizá Therèse pueda servir. Como los anteriores, ha perdido su casa, pero no su sonrisa, y se las apaña cada día para alimentar a los 15 miembros de su familia cuando a su edad debería de estar haciendo calceta.

Y podría seguir y seguir hasta llenar este y otros blogs, porque aquí no se puede dar un paso sin encontrarse un dramón humano. Los 7.000 alumnos del Liceo de Miskine, un barrio de la capital centroafricana, que hacen sus necesidades en unos árboles del patio porque solo tienen dos baños, siempre cerrados (y casi mejor, piensa una), y que se amontonan en aulas de cien en cien. Se llaman Gael, Narcisse o Gloria y no ven el día en el que Oxfam Intermón termine de instalar las 25 letrinas previstas para ganar en salud y en dignidad. O las mujeres que este mediodía, cuando he salido a comer, he visto chapoteando en un canal inmundo en busca de hierbas que después darán de comer a sus hijos.

¿Y los chavales que viven en la calle? Cuando llegué y hablé con alguien de su situación, mi interlocutor me dejó sin palabras: “ser un niño de la calle no es lo peor que les puede pasar”. Y me empezó a desgranar: niños soldado, niñas violadas o casadas, mutilación genital femenina, incluso niños acusados de brujería, mutilados y asesinados por ello…

Un país con oro y diamantes, pero sin librerías.

En estos días en los que desde Oxfam hemos hablado tanto de desigualdad extrema hay que recordar que la República Centroafricana  es uno de los diez países más desiguales del mundo. Otros cinco de esos diez también son africanos: Namibia, Botsuana, Sudáfrica, Zambia y Lesoto. No hace falta tener un premio nobel de economía para deducir que, al menos aquí, no tiene mucha pinta de que se vaya a lograr el objetivo fijado por la ONU de erradicar la pobreza extrema en el mundo para el año 2030. La desregulación sin control, las privatizaciones, el secreto bancario, la globalización y una mañosa red de paraísos fiscales son las fuerzas del bando enemigo, como recordaba el otro día Winnie Byanyima, la ugandesa que dirige Oxfam a nivel mundial.

En la República Centroafricana no hay teatros. Alguien puede decir que eso no es grave. Quizá después de todo lo dicho no lo sea. Pero es que tampoco hay librerías y la universidad parece de juguete, sobre todo si la comparamos con el Estadio “20.000 plazas”, que para eso sí hay dinero, claro, aunque haya venido de China. Pero hay más: en este país, señoras y señores, tampoco hay prácticamente fábricas. Hay una fábrica de jabón bastante rústica y cuatro centros de transformación agroalimentaria: azúcar, aceite de palma, algodón… y cerveza. Hay riquezas naturales, claro: oro, diamantes y maderas preciosas que más parecen una maldición puesto que han servido para alimentar los sucesivos conflictos sufridos por la población. 

En fin, que así es un país desigual y así vive la gente en un país desigual. Espero haberme explicado bien. ¿Qué hacer ante este panorama tan desesperanzador? No estaría mal, por ejemplo, lograr la creación de un organismo fiscal mundial que controle a  las grandes corporaciones. Es una de las propuestas de Oxfam Intermón en su campaña “No al escaqueo”. De esa forma, los que se llevan la madera de la pequeña vendedora Ludivine, el oro de la desplazada Gael  o los diamantes que, aunque él no lo sepa,  pertenecen al ciego que se tuesta cada día al sol esperando unas monedas, tendrían que pagar aquí sus impuestos. Y quizá algunas vidas cambiarían.

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