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Cosechar el arroz en Filipinas, en vilo por miedo al tifón

Cosechar el arroz en Filipinas, en vilo por miedo al tifón

EFE

Candaba (Filipinas) —

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Plantar arroz y no saber si podrán recoger la cosecha es una preocupación vital con la que tienen que lidiar Eugenia y Jefrey, dos agricultores filipinos a los que el cambio climático les trae de cabeza.

Ambos guardan todavía un recuerdo muy reciente del paso de los tifones Koppu y Melor (conocidos como Lando y Nona en el país), que arrasaron en octubre y en diciembre del año pasado sus plantaciones sin ninguna clase de miramientos.

“Las semillas solo tenían un mes de vida cuando Koppu vino y lo destruyó todo”, cuenta a Efe con semblante triste Eugenia Liwag, que recuerda su sentimiento de impotencia al no saber qué hacer de primeras.

En el municipio de Candaba, unos cien kilómetros al norte de Manila, posee una finca de poco más de una hectárea para cultivar arroz con la ayuda de un tractor, fuente única de sus limitados ingresos.

El cambio climático, que hace que cada vez fenómenos como los tifones o las sequías sean más violentos e impredecibles, ha trastocado sus planes.

Ha tenido incluso que pedir semillas prestadas y labra las tierras de otros propietarios para devolverles los préstamos.

Antes, cuando la temporada de lluvias cesaba, los agricultores de este país altamente vulnerable a los desastres naturales (cada año afronta más de veinte tifones) empezaban a plantar porque no había más lluvias.

Si estaba prevista la llegada de un tifón, podían retrasar el periodo de la siembra (que suelen hacer dos veces al año), pero ahora este se presenta de la forma más inesperada y ellos no tienen mucho más margen de maniobra sin apoyo externo.

Al menos Jefrey Garcia cuenta también con una granja en la que ochocientos patos ponen huevos que vende a los comerciantes locales por mil pesos diarios (unos veinte dólares).

Una forma de diversificar su producción y tener ingresos adicionales para reducir los riesgos en estos tiempos inciertos que trata de superar, además, informándose previamente de las condiciones meteorológicas por la radio o la televisión.

Como parte de la población más afectada por Koppu y Melor, que dejaron daños en el sector agrícola por valor de 300 millones de dólares en el país, los dos agricultores se beneficiaron del reparto de semillas de arroz certificadas y fertilizantes, dentro de un paquete de ayudas que alcanzó a unos 44.000 hogares rurales.

El jefe local de operaciones del Departamento de Agricultura, Benjamin Baltazar, destaca los esfuerzos en este tiempo por reforzar los canales con estructuras de cemento, los subsidios para la compra de maquinaria y los programas de asistencia y seguros en caso de calamidad.

No obstante, sigue echando en falta nuevas infraestructuras e inversiones para llevar más servicios a esa zona de la región del centro de la isla de Luzón, un importante granero de arroz para el octavo productor mundial de ese grano.

En colaboración con el Gobierno participa en la respuesta a las emergencias la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO), cuyo representante en Filipinas, José Luis Fernández, insiste en mirar a largo plazo.

A las comunidades, dice, no solo se las ayuda para que retomen cuanto antes sus actividades y no se vean privadas así de ingresos.

Con la introducción de nuevas tecnologías en agricultura, cultivos alternativos o semillas más resistentes a las inundaciones, “también intentamos que sean más resistentes ante los desastres”, asegura Fernández.

Según un reciente informe del Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (IFPRI), el cambio climático amenaza con poner a dos millones más de filipinos en riesgo de hambre para 2050 (en 2015 había 13,7 millones de desnutridos) y costar 2.900 millones de dólares anuales al país.

En Candaba, Eugenia y Jefrey manejan solo sus números mientras luchan por vencer las dificultades que se les van presentando y por lo menos dicen haber conseguido mejorar sus últimas cosechas.

Ella sueña con criar patos y él aspira a tener más. Pero antes de hacerse ilusiones, ambos por si acaso, rezan y miran al cielo, deseosos de que los tifones no sean tan duros y la nueva estación seca discurra sin sobresaltos.

Belén Delgado

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