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Enfermedades bajo la alfombra del trabajo

Ana Requena Aguilar

Madrid —

Cada año alrededor de 2,3 millones de personas mueren en el mundo a causa de accidentes o de enfermedades relacionadas con el trabajo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En España, durante 2012 se notificaron 15.711 enfermedades profesionales, un 15% menos que el año anterior. Tanto la OIT como los sindicatos advierten de que hay un infraregistro de este tipo de afecciones y que los datos engañan: tan solo una pequeña parte de las enfermedades profesionales se declara como tal y la crisis está haciendo que cada vez sean menos las personas que acuden al médico y se dan de baja.

Las enfermedades profesionales son aquellas que se contraen como resultado de la exposición a algún factor de riesgo relacionado con el trabajo. Para reconocerlas como tal hace falta que se establezca una relación de causa y efecto entre la actividad laboral y la enfermedad a través de datos clínicos, historia profesional o análisis del trabajo. En España, además de demostrar la relación causa efecto, es necesario que la enfermedad profesional esté reconocida como tal por el cuadro de enfermedades que elabora el ministerio de Empleo.

Entre enero y diciembre de 2006 se notificaron en España 21.774 enfermedades profesionales y la mayoría de ellas (18.511) causaron baja. Seis años después, y una brutal crisis en medio, la tendencia se ha invertido: de las 15.711 enfermedades declaradas, más de la mitad (8.159) no causaron baja.

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¿Por qué? “El listado está obsoleto”, asegura Marisa Rufino, secretaria general de Salud Laboral de UGT. Por ejemplo, prácticamente todas las enfermedades que se derivan de los riesgos psicosociales -como fatiga, estrés, ansiedad o depresión- quedan fuera del listado que reconoce la Seguridad Social. Pero tampoco están incluidos muchos tipos de cánceres de origen profesional o afecciones musculoesqueléticas.

Por otro lado, el sistema de notificación falla. “Son las mutuas las que deben estar vigilantes. Sin embargo, la mayor parte pasa como enfermedades comunes, no como profesionales”, explica Rufino. Esto hace que los profesionales de las mutuas deriven a los trabajadores enfermos al sistema nacional de salud. “Los médicos de atención primaria no tienen protocolos para captar si una enfermedad es de origen laboral o no. Ni siquiera suelen preguntar en qué trabajas”, señala la dirigente de UGT, que pide que los médicos puedan tener acceso a la historia clínica laboral de los pacientes.

El director de la oficina de la OIT en España, Joaquín Nieto, asegura que hace falta reforzar los mecanismos de vigilancia de la salud, las políticas preventivas y la acción de la inspección de trabajo. “La atención primaria debe poder detectar si el origen de una enfermedad es laboral, pero se necesita formación específica y tiempo. También es importante que funcione el diálogo social entre empresariado y sindicatos, puede dar resultados espectaculares”, dice Nieto.

Cómo no, la crisis también juega su papel en el descenso de las notificaciones y, sobre todo, de las bajas. El miedo a perder el empleo y el cambio en la reforma laboral, que facilitó aún más el despido en caso de absentismo -también por enfermedad-, hace que muchos trabajadores prefieran ir a trabajar enfermos. Un informe de UGT considera que el descenso en la declaración de enfermedades profesionales con baja se debe más “al miedo a la pérdida del puesto de trabajo en la situación actual que a la aplicación de medidas preventivas en el seno de las empresas”.

“La crisis, con tanta incertidumbre y inseguridad en el trabajo, está aumentando la probabilidad de sufrir enfermedades psicosociales. Y el riesgo psicosocial es muy alto, los daños que puede causar el estrés, por ejemplo, son mucho mayores de lo que se suele pensar”, subraya Joaquín Nieto.

Las consecuencias de esta falta de notificación son varias. Por ejemplo, hace casi imposible la prevención en las empresas y los centros de trabajo. Pero también tiene efectos económicos: los trabajadores cobran más durante sus bajas si sufren una enfermedad profesional y no una común. Además, si las enfermedades de origen laboral se tratan como comunes, su gasto revierte en el sistema de salud nacional y no en el de las mutuas.

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