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Las calles de Teherán ya no son aptas para tanta variedad de “taxis”

Las calles de Teherán ya no son aptas para tanta variedad de "taxis"

EFE

Teherán —

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Taxis privados y compartidos, con licencia o ilegales y de colores oficiales o sin distintivo compiten sobre el asfalto de Teherán. Una heterogénea oferta de transporte que va en aumento y cuyo precario equilibrio empieza a resquebrajarse.

Todo parecía ser válido en las caóticas y atascadas calles de la capital iraní hasta que recientemente dejó de haber negocio para tantos conductores espontáneos, algunos venidos incluso de otras regiones del país.

Y es que debido al desempleo y los altos precios de muchos productos y servicios básicos, cada vez son más los ciudadanos que deciden ponerse al volante para llegar a fin de mes, sea como única ocupación o como un trabajo extra al salir de la oficina.

Los taxistas oficiales y las tradicionales agencias privadas han decidido unir fuerzas contra la amenaza y, ante la dificultad de enfrentarse a los conductores por cuenta propia, han protagonizado en los últimos meses protestas contra las compañías Snapp y Tapsi, similares a Uber.

La aparición de estas compañías hace poco más de dos años con una oferta más barata “ha disminuido en un 20 por ciento el trabajo de los taxistas”, se lamenta en declaraciones a Efe Abás Ali Ramezani, que lleva tres lustros a bordo de un taxi oficial.

“Los pasajeros no aceptan nuestras tarifas, quieren usar nuestro servicio con el precio de Snapp, y muchos conductores de agencias se han ido también a Snapp porque los costes son menores”, explica.

Este veterano taxista también se queja del cambio en el comportamiento de los llamados “mosafer kesh”, aquellos conductores que trabajan en coche privado y que antes otorgaban preferencia a los oficiales.

“Ahora -continúa Ramezani- nos adelantan, tocan la bocina y nos quitan a los clientes. En su mayoría vienen de otras ciudades en las que no hay trabajo y aquí duermen en los parques”.

Frente a los reconocibles taxis de color amarillo o verde, que dependen del ayuntamiento y tienen taxímetro -aunque no siempre se use-, hay vehículos con una placa en el techo en la que se lee “taxi” y otros sin ningún tipo de distintivo.

Es además posible compartir taxi en recorridos fijos por determinadas avenidas y también elegir un coche de línea, que une dos puntos específicos de la ciudad.

Hace poco años no estaba bien visto en Irán trabajar de conductor, pero con el aumento del paro hasta un 12,4 por ciento y los altos precios de la vivienda, entre otros, bastante gente con estudios y de clase media se ha sumado a la profesión.

Esto se nota en las propias normas de Snapp y Tapsi, que al principio solo exigían a sus empleados el equivalente al bachillerato, y ahora piden título universitario o un grado formativo de dos años.

Reza, un decorador de profesión de 35 años, trabaja para esas dos empresas y confía en que la campaña de los taxistas no llegue a buen puerto.

Mientras maneja su Peugeot blanco explica a Efe que este empleo ha sido bien recibido por muchos jóvenes con estudios y otras ocupaciones porque permite “flexibilidad y libertad de horarios”.

Aunque las tarifas son inferiores a las de los taxis, Reza afirma que “compensa económicamente” con una media de ingresos de 1.500.000 riales (unos 40 dólares) por 10 horas al volante.

Un 13% de lo que ganan va para la empresa, menos de lo que pagan los conductores a las agencias privadas que los contratan, y una cantidad también alejada de los gastos de renovación de la licencia de los taxistas.

Ante el éxito de estas aplicaciones, muy bien valoradas entre los usuarios ya que evitan peleas por el precio o por el uso del taxímetro, las propias agencias privadas se están planteando imitarlas.

Su idea es sacar una aplicación similar para los móviles y reducir las tarifas en un 10 por ciento, según comenta uno de sus conductores a Efe, lo que puede que les enfrente en esta guerra con sus ahora aliados taxistas.

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