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El debate sobre la sostenibilidad de la deuda griega y el Grexit se reaviva

El portavoz del Gobierno griego espera que el lunes esté listo el acuerdo

EFE

Atenas —

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Las dificultades en la negociación entre Grecia y los socios europeos han reavivado el debate sobre la sostenibilidad de la deuda y la salida del país del euro, y mientras hay analistas que ven el impago como la única solución, otros consideran que ni el “Grexit” supondría un alivio de la deuda.

El ministro adjunto de Finanzas del Gobierno griego, Dimitris Mardas, anunció esta semana que la deuda pública ascendió en 2014 al 185 % de su PIB, lo que equivale a 316.900 millones de euros, por lo que consideró que “con semejante nivel, la deuda no es sostenible”.

Para Sergi Cutillas, economista del Observatorio de la Deuda en la Globalización (ODG), actualmente en Atenas, la deuda griega es sostenible de “forma artificial” porque está financiada por el programa de rescate impulsado por la troika (Comisión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).

Cutillas explica en declaraciones a Efe que la financiación mediante el rescate es a un interés muy bajo, pero alerta de que son los bonos griegos, que cotizan a un tipo de interés superior al 10 %, lo que no permitirían al país poder financiarse por si mismo.

“De facto, Grecia está en quiebra y está funcionando con respiración artificial”, sentencia Cutillas.

El experto financiero Philipp Ammerman, director de la consultora Navigator Consulting, sostiene que “en términos puramente financieros” la deuda griega podría calificarse como sostenible, siempre y cuando el gobierno se hubiese orientado al crecimiento y tomado decisiones racionales.

Para Cutillas, en cambio, debería hacerse una auditoría de la deuda y luego explicar a la población cómo se llegó a ella y en qué se invirtió el dinero público.

Una explicación integral de cómo se generan estas deudas, dice Cutillas, permitiría ver “incongruencias que solo tienen objetivos políticos”, y pone como ejemplo el caso español, en el que se rescató a Bankia con 22.000 millones de euros públicos y volvió a ser puesta a la venta “a condiciones muy favorables para otro banco privado sin beneficios para la población, solo pérdidas”.

También Ammerman, en otro sentido, observa que “la cuestión que está en juego aquí no es financiera, sino política”, y avisa de que si Grecia no mejora sus estándares de gobernación e implementa un programa de crecimiento respetando las normas de la Unión Europea podría quebrar definitivamente.

Syriza había pedido ya una quita sustancial de la deuda pública, aunque tras las elecciones del 25 de enero ha suavizado su discurso hablando de un canje de dos nuevos tipos de bonos.

El primer tipo sería un bono indexado al crecimiento económico nominal, que reemplazaría a los préstamos de rescate europeos; y el segundo, sería un denominado “bono perpetuo”, que reemplazaría a los bonos griegos en manos del BCE.

“La propuesta de Syriza es muy poco ambiciosa y aun así las declaraciones del ministro de Finanzas alemán son que no hay nada que hablar”, dice Cutillas, que opina que una quita unilateral votada por los ciudadanos griegos sería la única solución.

A juicio de Cutillas, la quita unilateral, pese a conllevar una serie de consecuencias drásticas, como la posible vuelta al dracma y la nacionalización de bancos, sería mejor que la vuelta a la austeridad.

Ammerman cree que si hay una quita de la deuda Grecia no puede permanecer en la eurozona, ni siquiera en la Unión Europea, porque “dejaría de aceptar los acuerdos comunitarios”.

Tras el “Grexit”, coinciden ambos expertos, el país se tendría que financiar a través de su propio banco central y el dracma se devaluaría alrededor de un 40 % frente al euro, lo que generaría un fuerte riesgo de inflación e inestabilidad en el sector financiero que haría necesarias estrictas medidas de control de capitales.

Este proceso causaría un fuerte estrés en la población y podría generar automáticamente un mercado negro paralelo y especulación.

“Para que esto se lleve a cabo con éxito, la población tiene que estar muy al lado de su gobierno y percibir que no es una situación que vaya a perjudicarles”, sentencia Cutillas.

Ammerman, que cifra entre dos y cuatro años el periodo de tiempo que necesitaría el país para recuperarse del golpe, añade que una salida del euro y la decisión del impago no significaría en ningún caso que la deuda fuera perdonada por los acreedores y, al mantenerse eventualmente en euros, todavía incrementaría su valor.

Gerard de Josep

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