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Toyota C-HR, el diseño por encima de todo

Diseño y tecnología híbrida como factores diferenciales del Toyota C-HR.

Pedro Umbert

Si el acierto de un diseño se mide por la cantidad de miradas que provoca a su paso, solo puede vaticinarse un gran éxito al nuevo C-HR, auténtico caramelo para los ojos de viandantes y conductores de otros vehículos. Toyota ha jugado tan fuerte esta carta, que la mayor parte de lo que cabe decir del coche está condicionada de un modo u otro por su diseño.

Para comenzar, las formas de la carrocería hacen que los 4,36 metros de longitud se antojen visualmente menos, de manera que todo el mundo piense de primeras en el C-HR como rival de modelos más pequeños de los que le tocan (apunta principalmente al Nissan Qashqai) y que Toyota tenga que esforzarse en subrayar su pertenencia al segmento C-SUV.

El otro elemento distintivo del C-HR es su tecnología híbrida que proporciona una potencia combinada de 122 caballos, asociada a un cambio de variador continuo. Esta elección se traduce, como es conocido en otros híbridos de la marca, en una conducción sumamente suave y silenciosa en ciudad, unida a un consumo muy reducido.

Fuera del entorno urbano, todo depende de la orografía y del ritmo que impongamos: si la exigencia de potencia es alta, el ruido del motor de gasolina girando a revoluciones muy altas –por causa del tipo de cambio elegido– se convierte en algo realmente molesto.

En el desarrollo de este nuevo SUV se primó el dinamismo para adaptarse al modo de utilización de los conductores europeos. De ahí que tanto la dirección, que informa con notable fidelidad, como la suspensión, que tira a firme, ofrezcan una respuesta muy satisfactoria para quien de guste de sentir el coche.

El aspecto futurista del exterior se corresponde con un diseño interior igualmente atractivo y rompedor pero en el que resulta sencillo desenvolverse dada la lógica que impera en la instrumentación. Solo cabe poner un pero al puesto del conductor, y es que el volante carece de suficiente regulación vertical y queda demasiado bajo, al menos para los usuarios de cierta estatura.

En la parte trasera –y aquí retornamos al asunto del diseño y sus exigencias–, el espacio es correcto para dos adultos (tres solo en un recorrido corto, como en tantos otros modelos), pero la sensación es de angostura debido principalmente al pequeño tamaño de las ventanillas. Aunque Toyota no apunta en este caso a familias con niños, la capacidad de visión de éstos desde el asiento posterior es casi nula.

El objetivo que le trasladó al diseñador Kazuhiko Isawa la dirección de la marca (crear “algo que fuese diferente a lo habitual en Toyota”) paga otra factura en la capacidad del maletero, que con 377 litros es uno de los menos capaces de la categoría, aunque tiene a su favor unas formas regulares que facilitan su aprovechamiento.

El C-HR está disponible desde 24.250 euros. Todas las versiones llevan de serie un completo equipo de seguridad (Toyota Safety Sense) que incluye sistema precolisión con reconocimiento de peatones, control de velocidad adaptativo, alerta de cambio involuntario de carril con intervención en la dirección, control inteligente de luces de carretera y reconocimiento de señales de tráfico.

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