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El coche autónomo no acabará con la conducción tradicional

El Mazda MX-5, la fusión entre coche y conductor.

Jorge Castro

No hay día en que no haya alguna noticia que tenga que ver con la siguiente vuelta de tuerca de las ayudas a la conducción. A los sistemas ya contados y que pasan desapercibidos como la frenada de emergencia, el control de velocidad de crucero activo o los sistemas de detección y mantenimiento de la trayectoria dentro del carril, se van sumando nuevas relaciones entre ellos: sensores de ultrasonidos que leen más lejos (hasta ocho metros, cuando inicialmente solo servían para facilitar el aparcamiento), radares frontales láser, cámaras… Quien conduce hoy un coche moderno no se da cuenta. Pero el salto que ha tenido lugar en estos últimos diez años ha sido tan brutal, que cuesta sacarse, aunque sea en la imaginación, un mundo del automóvil que no vaya a ser de alguna forma autónomo.

El futuro del automóvil, sin embargo, pasa por el puesto de conducción. Al menos, así lo confirman 11.000 personas consultadas a finales del año pasado en 11 países europeos, a través de un gran panel encargado a la consultora especializada Ipsos. Una media del 66% de los encuestados quieren seguir guiando su coche mediante controles tradicionales, sentados al volante en un puesto de conducción. El 69% espera a su vez que este gesto pueda seguir existiendo “para generaciones futuras”. Cifras que refuerzan los argumentos de Mazda en relación al Jinba Ittai, el término japonés que describe la íntima relación que se establece entre un jinete y su caballo y que Mazda aplica en toda su gama para conseguir la perfecta conexión entre la máquina y el humano. El objetivo es convertir a la montura en la prolongación no solo de su cuerpo, sino de su mente, a través del diseño y la tecnología.

La firma nipona, de hecho, entiende el coche autónomo como un copiloto que permita al conductor centrarse en el placer de la conducción, o que le sustituya sólo en situaciones especiales de riesgo. No en vano, de su filosofía de desprende que no diseñan coches para aquellos que meramente buscan ir del punto A al B, sino para los que disfrutan de la conducción.

Conducir por placer

Sería mucho elucubrar que la conducción de un automóvil o motocicleta ha intervenido ya en nuestro ADN, pero el 73% de los suecos, por ejemplo, han conducido alguna vez solo por placer. El 60% de los españoles otorga al hecho de compartir coche con familia y amigos la categoría de “experiencia especial” y, ojo, ¡el 9% de los británicos e italianos consultados lo han preferido en algún momento frente al sexo!

El futuro pues, parece más o menos garantizado sobre la base de experiencias del pasado. Pero ¿qué pasa con los más jóvenes? Al menos, los del segmento de 18 a 24 años consultado en este estudio, se siente menos atraído por el coche autónomo puro que los de 25 a 34, e incluso un punto menos que los de 35 a 44 años.

Los coches que aún no existen en el tablero de diseño pueden estar tranquilos: a buen seguro serán conducidos por alguien.

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