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¿Cuándo merece la pena decantarse por un coche automático?

Pomo de un cambio automático.

R. T.

El mercado español de automóviles es tradicionalmente manual, aunque en los últimos tiempos los cambios automáticos están despertando de su largo letargo. A diferencia de otros países -Estados Unidos es el caso más extremo-, en España la penetración del coche automático ha sido residual, en buena medida por ir asociado a modelos de gama media y alta. La transformación, aunque lenta, se produce desde que las marcas apuestan por su expansión a modelos más económicos.

Es entonces cuando al comprador medio le surge la pregunta, ¿merece la pena pagar el sobreprecio por este tipo de transmisión? Como siempre, depende del uso que vayamos a hacer del coche y el tipo de cambio automático elegido, ya que, aunque cada vez más optimizados, no todos funcionan igual de bien.

Eso sí, todos persiguen los mismos beneficios para el usuario final: más comodidad, más sencillez, más seguridad y una mejor calidad de vida. La ausencia de pedal de embrague es, en primer término, el argumento principal que esgrimen muchos conductores para decantarse por él: en atascos o tráfico urbano denso, todo resulta más confortable.

No es lo único, claro. También la sencillez. Al desaparecer el pedal de embrague, la conducción resulta más simple: uno se tiene que centrar en el volante, el acelerador y el freno, desapareciendo la operación de embragar que tantos quebraderos de cabeza provoca en muchos conductores. Por no hablar de lo que el cambio automático facilita la vida a los conductores con movilidad reducida.

Esto nos conduce a la tercera ventaja, la seguridad. No son pocos los conductores que sienten verdadero alivio al prescindir del pedal izquierdo. Engranar manualmente una marcha necesita de cierta concentración -es cierto que con el tiempo es una maniobra natural para la mayoría de conductores- que puede provocar distracciones en la circulación, sobre todo en ciudad. Y aquí viene la panacea de todas las panaceas: un coche automático nunca se cala.

Por lo general, los coches automáticos tienen menos problemas mecánicos que los manuales. Esto se debe a que los cambios de marchas son más precisos y menos agresivos, es decir, se hacen en el momento justo, para dañar menos el conjunto motor/transmisión. Además, el pedal del embrague -y todo el mecanismo del embrague en su conjunto- es más susceptible de romperse con el desgaste en un manual; en un automático, esta circunstancia se evita.

Como decíamos al principio, la principal desventaja de estas transmisiones es su sobrecoste. Dependiendo de la marca y el modelo, la variación es importante. En un turismo generalista entre los 4 y 4,5 metros de longitud, la diferencia ronda los 1.500 euros. Algo más económicos si son automáticos muy sencillos (desde 600 euros) y algo más caros si son transmisiones más complejas (por encima de los 2.000 euros).

El mantenimiento de un coche automático requiere una especialización, y eso en las revisiones se paga. Dada su mayor complejidad mecánica y que requiere revisiones más periódicas, al final de su vida útil, el cliente de un coche automático pagará un poco más. Ojo con los frenos y su desgaste. Los automáticos -salvo los secuenciales- no pueden utilizar el motor como freno, operación que alarga la vida de los discos de freno, reduciendo marchas y reteniendo la inercia del coche -por ejemplo, es muy útil en el descenso de un puerto de montaña-.

En cuanto a las prestaciones, los coches automáticos esconden transmisiones que valen oro. Un doble embrague o un convertidor de par de última generación pueden ser más rápidos y efectivos que el conductor más sagaz. Como mejor ejemplo, los deportivos más avanzados del planeta son automáticos, y no manuales.

Sin embargo, no todos los automóviles automáticos cuentan con el mismo tipo de caja. Es habitual que los coches de gama baja cuenten con cambios automáticos -variador continuo, engranaje planetario, manual pilotado o convertidores menos sofisticados- que penalicen la respuesta (al acelerar se aprecia una demora en engranar la marcha) y el confort (dando tirones y aumentando la sonoridad).

Por último, el recurrente tema del gasto de combustible. Es mentira que por norma un coche automático consuma más que uno manual. En su momento se hablaba de un 10%. Con el tiempo, favorecidos por el ciclo de homologación y por un número de marchas cada vez mayor -hay fabricantes que ofrecen hasta 10 velocidades-, no solo han igualado a los manuales, sino que los han llegado a mejorar. Por lo tanto, el consumo del coche automático dependerá del estilo de conducción.

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