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De San Diego a San Francisco: roadtrip por la Ruta 1 de California

La Ruta 1, a su paso por Big Sur. Foto: Flickr

Elisa Caballero

Mil kilómetros conforman la Ruta 1 a lo largo de la costa pacífica de California. Sin duda, se trata de una de las carreteras más bellas del mundo, fuente de inspiración de personajes tan célebres como Jack Kerouac y Henry Miller a través de sus impresionantes acantilados, inmensas playas con lobos marinos, ciudades costeras, zonas vinícolas y bosques de secuoyas.

Comenzamos en San Diego, al sur del estado de California, con San Francisco, la ciudad de la Bahía, como destino final. Es necesario un coche que nos acompañe durante el camino en el que atravesaremos Los Ángeles, Santa Barbará, Big Sur, Carmel y Santa Cruz, entre muchos otros pueblos, pequeñas ciudades, miradores y playas.

San Diego, ciudad fronteriza con México, saluda a sus visitantes con un sol perpetuo que parece influir en el carácter de sus habitantes, hospitalarios y cálidos.  Podemos pasear por Petco Park, visitar el enorme zoo de la ciudad y explorar los barrios peatonales del centro, ricos en diversidad: Little Italy, North Park, South Park y East Village. San Diego es una ciudad activa, con una gran oferta cultural que hay que saber aprovechar.

Tomamos la carretera rumbo al norte y, antes de salir de San Diego, deberíamos pararnos en La Jolla, barrio que alberga la sede de la University of California San Diego. El océano Pacífico la rodea de agua por tres lados y se encuentra respaldada por el Monte Soledad. Los acantilados ofrecen apabullantes rutas de senderismo que dejarán a más de uno sin aliento.

La próxima parada obligada será la caótica Los Ángeles. Amada y odiada a partes iguales, esta urbe no deja indiferente a nadie. Aunque cuando viajamos es genial improvisar, es fácil desorientarse en LA, así que recomendamos hacer uso del GPS en esta ocasión. Podemos darnos un baño en Santa Mónica, visitar Venice Beach, Beverly Hills, el Paseo de la Fama de Hollywood, el centro histórico de LA y alguno de sus innumerables museos. Por otra parte, la oferta gastronómica es infinita y podemos encontrar restaurantes de todas las partes del mundo.

Volvemos a la carretera y realizamos una parada en las playas de Malibú, limbo de los surfistas, antes de encaminarnos hacia la elegante Santa Bárbara. Esta ciudad, conocida como la Riviera Americana por su excelente clima mediterráneo, goza de un entorno natural envidiable entre las montañas de Santa Ynez y abrazada por el Pacífico. Sus edificios, de arquitectura colonial española, con tejas rojas y patios encalados cubiertos de buganvillas trepadoras, aportan un aire exótico a esta bella ciudad.  Además, esta zona es productora de vino y no es posible marcharse de aquí sin probarlos en alguna de las múltiples terrazas-restaurantes.

A 20 kilómetros de Santa Bárbara se encuentra Isla Vista, el pueblo universitario donde se halla el Campus de Santa Bárbara de la University of California. Al entrar en sus calles, tenemos la sensación de que nos hemos introducido en una película americana, entres fraternidades, surferos y bicicletas. Los atardeceres desde su playa son unos de los más bonitos de toda la costa Oeste.

Dejamos Santa Bárbara atrás y continuamos hasta el Parque Natural de Big Sur, descrito como “el mejor encuentro del mundo de la tierra con el mar”. Es una delicia conducir a lo largo de Big Sur parando el coche en cada curva que nos regala unas vistas imponentes. Hay numerosos campings donde pasar la noche, algunos de ellos tienen un camino privado hasta playas vírgenes y salvajes. Big Sur es siempre una buena idea, una excusa para reconectar con la naturaleza y reconciliarnos con el mundo.

Seguimos hacia el norte hasta nuestra siguiente parada: Carmel-by-the-sea, un pueblo con casitas de cuento donde el romanticismo lo envuelve todo con un halo mágico. Pasee por las arenas blancas de la playa de Carmel y explore las galerías de arte escondidas en sus callejones de estilo europeo.

La siguiente parada será en Santa Cruz, ciudad surfera, joven y divertida. En el muelle se halla el Santa Cruz Beach Boardwalk, un antiguo parque de atracciones con montañas rusas, tiovivos y puestos de comida que nos trasladarán a épocas pasadas. Por otra parte, el centro de Santa Cruz está repleto de restaurantes bohemios, tiendas de ropa de segunda mano y talleres de artesanos.

Cogemos el coche de nuevo y, tras algo más de 100 kilómetros, llegamos a nuestro destino final, San Francisco, la ciudad de las colinas. Es una ciudad americana atípica, pues no se necesita el coche para llegar a ningún lado. Muchos de sus habitantes se desplazan en bicicleta o en el excelente transporte público que conecta casi todas las partes de la ciudad. Entre los innumerables atractivos y planes que ofrece, recomendamos alquilar una bicicleta y cruzar el Puente del Golden Gate, explorar el parque del Presidio, perderse por los barrios de Castro y Mission y recorrer entera la Haight Street, con reminiscencias del movimiento hippie de los años 60.

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