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El camino posible

Raúl Gijón Rodríguez Y Sandra Calvo Talavera

Podemos se enfrenta a un nuevo periodo político que, segura y necesariamente, va a tener una caracterización diferente al recientemente concluido. Toca enfrentar nuevos retos y hacerlo volviendo la mirada a la creación de herramientas eficaces, horizontales y participativas de poder popular. Creamos un partido para que la gente tomara partido, para que se enfrentara a la realidad y ese partido dejará de ser el nuestro desde el preciso instante en que empecemos a abandonar el espacio de la plaza para entregarnos en el altar de sacrificio de lo institucional. La crisis que nos aqueja reside, principalmente en la fractura entre los órganos que copan el 100% de las posibilidades de decisión (Consejos Ciudadanos y Secretarías Generales) y aquellos otros (los Círculos) que fueron la columna vertebral de Podemos en sus principios desbordados, ilusionantes y multitudinarios. El solapamiento de ambas estructuras se ha resuelto con la práctica desaparición de numerosos Círculos.

 En Extremadura, además, la situación se torna aún más compleja, porque dada la parquedad de medios humanos en multitud de localidades, la implantación de tantas estructuras ha devenido en un fracaso. Además, la absoluta falta de espacios compartidos de experiencias entre los Círculos ha supuesto, también, la reiteración de errores, de experiencias fallidas o, sencillamente, la imposibilidad material de compartir recursos de la naturaleza que fuera. La ausencia total de herramientas que permitieran la autoorganización entre Círculos ha dado como resultado un funcionamiento autista de muchos de ellos y un desconocimiento pleno de realidades territoriales en ocasiones próximas, cuando no limítrofes.  Para cerrar el círculo vicioso, se observa una marcada tendencia a la traslación real del marco decisorio desde el Consejo Ciudadano Regional al Grupo Parlamentario, provocando un problema (frecuente, constante, conocido y reiterado en todas las organizaciones con representación institucional) de autonomización del Grupo paralamentario en sus decisiones.

Así pues, el camino pasa por intentar seriamente construir Entre Iguales, y de una vez, un sujeto político extremeño con voz y proyecto propios para la región, que tenga la mirada atenta al marco estatal y se constituya en referencia al escenario europeo, territorio real y marco global de confrontación y, por eso, espacio posible de construcción de alternativas. Ser algo más, mucho más, que el eco de los pasos de nuestra organización en Madrid, de sus liderazgos mediáticos y de su argumentario. Tejer una agenda que señale como objetivo, de forma explícita, forjar un vínculo con las mayorías sociales empobrecidas a través de una política creíble, consistente, identificable en su hoja de ruta y abierta y participada en su concepción. Una política valiente que sitúe en el centro de su actividad denunciar y poner en evidencia las relaciones de poder, los entramados clientelares que nos han colocado en el lugar periférico en el que nos encontramos.

No nos tenemos que dirigir a electores o electoras, haciendo del momento electoral un continuo que todo lo impregna y condiciona. Hemos de dirigirnos a mayorías. Mayorías susceptibles, mayorías en proceso permanente de pérdida de bienestar y derechos, llenas de contradicciones, de fracturas y de dolores, a las que no podemos interpelar desde la política tradicional de la representación esperando que, por gracia divina, no piensen que hacemos lo que, efectivamente, estaremos haciendo: lo de siempre. Lo de toda la vida: “yo sí te represento, no dejes de visitar las urnas cada cuatro años, acuérdate de mí en ese momento”. Ese viaje ya se ha hecho muchas veces y ha llevado reiteradamente al mismo sitio: a la insignificancia. A la creación de una marca vacía con, eso sí, unos cuantos diputados perfectamente encapsulados en el autismo de la mecánica parlamentaria, perfectamente solos.

Y habremos de repetirnos, para exterminar el veneno autocomplaciente, porque aún no hemos inventado la poción mágica ni somos más listos y listas que nadie, y entender que existen tradiciones de lucha, autoorganización popular y desobediencia exitosas que, en absoluto pasan por el repliegue identitario o la autorreferencia militantista. O acertamos o desapareceremos, salvo que pongamos por delante la propia supervivencia de un aparato que estará cada vez más cerrado, cada vez más aislado, protegido mientras pueda por ese mantra, con fecha de caducidad, de que somos gente normal haciendo cosas extraordinarias. La inexperiencia o la prisa pueden servir como excusa una temporada, pero empezarán a convertirse en discurso vacío cuando de pretendida maquinaria de guerra electoral pasemos a ser burocracia y, de ahí, a que nos identifiquen con una agencia de colocación.

Sobre todo esto y su articulación es sobre lo que hace falta una discusión pública, abierta, sincera y sin más límite que la voluntad de construir. Que trascienda de un estúpido e irreflexivo patriotismo de siglas que, ahora mismo, es más que incipiente y que, más temprano que tarde, se va a convertir en un problema. Si confiamos todo en una práctica oficial encorsetada o en la generación de liderazgos dependientes, incapaces o incapacitados para la construcción, nadie se va a acercar a ese proceso. O, peor aún, lo harán especialistas del arribismo, egos enfermos y estériles o personajes sin más motivación que la búsqueda de una bandera bajo la que cobijar intereses personales. Es un proceso conocido y atiende a las más elementales reglas de degeneración de aquellos proyectos abiertos y, por eso, vulnerables.

No hemos venido a renovar la clase política, hemos venido a hacer que ésta sienta el aliento de los de abajo en su nuca; y nuestros cargos electos, los primeros. Mandar obedeciendo es escuchar, sí, pero fundamentalmente poner los medios reales, objetivos y prácticos para la participación y, a su vez, tener el arrojo de atreverse a experimentar, a sentirse desbordado, a ceder control, a confiar. Porque es en esta situación de estímulo participativo, de ilusión cooperativa y de desbordamiento, que tan bien logramos en algunas fases de los procesos electorales, donde conseguimos los mejores resultados. Resultados entendidos no sólo desde el punto de vista de la acumulación de voto, sino desde la generación de un capital de energía, de voluntad compartida, de autoorganización. Podremos repetir mil veces que hacemos nueva política, pero ésta se define por lo que se hace mucho más que por lo que se dice y, en este sentido, hay que hacer, hay que dejar hacer, hay que poner los medios para que la gente haga. Ser su portavoz, sí, pero haciéndole entender que la política, para nosotros y nosotras, no está escondida en la trinchera de la representación. Hay que hacer pedagogía en esa dirección, hay que señalar ese camino y, fundamentalmente, empezar de una vez a recorrerlo porque si no, la espera empezará a no tener explicación.

No podemos ser una sucursal hueca de política, dependiente de instrucciones, retroalimentada por la tensión interna permanente, por el conflicto. No se pueden cerrar los ojos a la necesidad de construcción de una herramienta eficaz, de repensarla y hacerlo sin cierres hacia adentro sino, al revés, estimulando el trabajo hacia el exterior, en el espacio de la proximidad y también en la riqueza que aporta el contraste de diferencias. Necesitamos proyecto y lo necesitamos urgentemente, porque la situación sigue abierta, sigue llena de posibilidades, hay futuro. Y hay vida, mucha vida fuera de los parlamentos, de sus ritos, de sus sacerdotes, sacerdotisas y monaguillos.

Y por todo ello, desde la candidatura de Entre Iguales Podemos aportamos soluciones concretas a los problemas de nuestra organización, pero también para Extremadura, porque queremos un Podemos que tienda la mano, un Podemos en las calles extremeñas, un Podemos participativo e incluyente, una organización en continuo debate, un Podemos de mujeres, un Podemos para el campo, un Podemos municipalista, sin miedo pero en positivo.  En definitiva, queremos recuperar aquel podemos ilusionante y diferente a todo que nos entusiasmó desde el principio. Un Podemos Extremadura que se construya Entre Iguales.

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