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‘Cero en experiencia’. Sobre oposiciones e injusticias

Las oposiciones de Secundaria comenzarán el 20 de junio

Francisco Molina Artaloytia, profesor de Enseñanza Secundaria

El artículo de mi compañero Víctor Bermúdez ha desatado prolífera respuesta polémica en las redes sociales. Se atreve – y valientemente – mi buen amigo, a poner el dedo en la llaga sobre cuestiones de “efectos llamada” y oposiciones. Le han caído encima todo tipo de improperios, la mayor parte alojados en esa cosa que llamamos los filósofos ad hominem y que más lo acosaban a él que a lo que él había dicho. Naturalmente en estas aguas revueltas ha salido, por ahí, el tema de los sindicatos y la oferta de empleo público, lo que es cuestión que me desborda, básicamente por no conocerla en primera instancia.

El caso es que acordé de mí mismo cuando no peinaba canas y estaba mucho más esbelto. Y dado que estoy en una peculiar circunstancia personal he pensado que no sería mala cosa hacer un ejercicio de cierto egocentrismo y una auto-biografía que sería muy poco interesante si no fuera por las necesidades de argumentar lo que viene. Total, solo puede pasarme lo mismo que a Víctor y que si me pasa alguna “tilde”, alguna persona iluminada ponga en cuestión mi titularidad como funcionario de carrera.

Madrileño, de padres extremeños y con ancestros vascos, que por esas cosas de la vida pasó su primera juventud en Extremadura, servidor, ya entrado en años (empezando la treintena) decidió opositar para ser “profesor de Instituto”. Hice mis estudios universitarios por la UNED y por muy diferentes razones me licencié y obtuve el C.A.P. más mayorcito de lo que cabía esperar. Así y todo, tenía un magnífico expediente (Premio de Fin de Carrera) y ya llevaba bastante tiempo trabajando en la docencia a partir de la consideración de “equivalente a diplomado” (para los jóvenes, aclaro que era como tener una de las extintas carreras de tres años al haber obtenido evaluación positiva en el primer ciclo de la licenciatura, lo que eran entonces tres años). Incluso me hice un “máster” de los antiguos, es decir, no oficial, que hace que hoy ostente además el título (propio de la UNED) de “Especialista Universitario en Recursos Humanos en la Empresa”. Mi padre, que en paz descanse, pensó que no era mala cosa que lo hiciera, dado que el panorama para ser profesor “funcionario” había sido muy árido en los últimos años. Él tenía noticia de convocatorias restringidas en las que nadie que no hubiera “enseñado” antes tenía muy pocas opciones para trabajar.

Ya titulado como licenciado, y años antes, estuve trabajando en diferentes frentes. Incluso he vestido “mono azul”. Eso me hace sentir orgulloso aunque todavía tenga pesadillas con los calendarios que tuve que grapar en una imprenta. Luego estuve bastantes años dedicado a la enseñanza “no reglada” como profesor particular pero no “pirata” sino contratado por academias o siendo titular o responsable de proyectos semejantes. Así estuve enseñando de todo menos, salvo excepciones, Filosofía (la que se supone mi especialidad). Particularmente tuve éxito profesional como profesor privado de apoyo de Matemáticas en lo que me desenvolvía muy bien posiblemente por mi especialización en Lógica y Filosofía de la Ciencia, asunto en el que he acabado, ya más mayorcito, doctorándome (también es verdad que mi pasión en horas libres era estudiar lógica y ciencias exactas). Horas y horas de trabajo, que incluían los fines de semana a petición del alumnado, años sin vacaciones salvo los primeros quince días de septiembre por las ferias de Mérida y, cuando teníamos capacidad para contratar a otros compañeros, poner su sueldo primero en un sobre y “ya veríamos” si los socios podíamos cobrar ese mes. A eso hay que añadir el acompañar a padres y madres a hablar con profesorado de los centros (a petición propia), enseñar al alumnado de Primaria (ahí sí que se aprende), ayudar a personas que querían sacarse una Prueba de Acceso a Ciclos o a la Universidad… e incluso dirimir becas, pues entre nuestro alumnado también había quien caía en desgracia socio-económica familiar, no podía pagar, y los mendas decidíamos dar las clases gratis. Pues, ¿saben ustedes que saqué de todo eso? CERO DE EXPERIENCIA.

Eso fue, un “0” lo que determinaba la convocatoria de oposiciones a las que me presenté, y lo que el sindicato defensor de los interinos en aquellos tiempos puso “en negrita” y en columna aparte donde solo lo lucíamos “los nuevos” en la lista de los que habíamos obtenido plaza en dicha oposición. Es interesante contar en relación con lo que cuento que yo siempre respeté las reglas del juego y comprendía que era normal competir en el concurso con los que ya llevaban tiempo trabajando. Pero aquel “0” resaltado, que se tornaba “acusatorio” de que yo hubiera obtenido algo que no merecía, y lo que es peor todavía, quitándole el pan a alguien, se me quedó grabado a sangre y fuego. Si ya era duro de digerir que toda mi experiencia docente hubiera quedado en un “0” de la Administración en el concurso, venía aquel “0” sindical para indicarme que yo era un inepto que había obtenido la plaza, como dicen muchos (y decían entonces) “de memoria”.

Quedé el número uno en la oposición y bajé tres puestos en el concurso (era todo lo que me permitían subsistir en la lista mi formación académica y complementaria), cosa que acepté con gallardía. Total, que quedaba cerca de casa. También es cierto que pagué las tasas de Madrid y Castilla-León porque a mí y a mi pareja, entonces en paro, nos daba igual mudarnos si hubiera tenido opción a plaza de funcionario. Al final, como las convocatorias se solapaban, lo echamos a suertes, y salió Extremadura, cosa de la que me alegro infinitamente, primero porque saqué la plaza, y segundo porque me permitió ocuparme de mis mayores, cosa que sigo haciendo hasta hoy.

Pero a la vista de mi biografía es imposible que no me revuelva con muchos de los comentarios que se han vertido contra Víctor Bermúdez, porque rememoran la caspa y las agrias sensaciones de aquellos dulces momentos.

Va, en primer lugar, y no podía ser de otro modo, mi reconocimiento a las personas que han ejercido y ejercen la docencia en interinidad , en condiciones a veces muy precarias, y alguno de los cuales, y básicamente para mí es “uno”, que supo ser mi guía y consejero aunque yo pudiera ser competencia en algún momento del proceso. Si lee esto sabrá bien que me refiero a él y que le considero magnífico profesional, mejor persona, y que, afortunadamente, ya tiene la condición de “funcionario de carrera”. Es algo que se merece él y se merece “el sistema”. Y por pura honestidad concedo que, como él, así habrá muchos ellos y ellas.

Sigue, por otra parte, el aguantar la retahíla de pseudo-argumentos que esgrimen los enemigos del proceso selectivo, gracias al cual ejercen la docencia (con lo malo que era, fíjate) y que defenestran a quien intenta mover la lengua de otro modo, como dijera Goya. Hay dos cuestiones que quiero públicamente rebatir:

La primera es referida a los efectos “llamada” y las oposiciones. No sé si en Andalucía lo hicieron, pero cuando en mi especialidad sacaron un montón de plazas (de las que varias se han llevado meritoriamente gente que estaba en la lista de interinos extremeña del mismo ramo), no vi a nadie quejumbroso. Siempre les cabía presentarse allí. El Cuerpo de Profesores de Secundaria es “nacional” y espero que siga así de forma permanente. Otra cosa es que las Administraciones tengan potestad para convocar según sus necesidades. En los tiempos pasados se convocaba a la vez y los opositores decidían dónde ir a rendir su valor. Después del descuadre de la crisis se ha producido asimetría y hay un “sin Dios”. Pero, en todo caso, el que sacara plaza aquí sabe que por lo menos (y hay que recalcar el “por lo menos”) se va a tirar tres años de su vida personal en Extremadura, lo que no está nada mal. Que se intente quitar esa opción por vía administrativa sería lamentable. Así y todo, Extremadura va a convocar lo que resulta absolutamente imprescindible por tampoco ser el “tonto del baile” y de acuerdo con lo pactado por los sindicatos.

La segunda se refiere al proceso en sí. Los que ya han cobrado del sistema pero no lo hacen de forma “segura” se crecen diciendo que el sistema es perverso. El mismo sistema que les dio a ellos la oportunidad de trabajar. Pero cuando salen con lo “memorístico” y esas cosas se me ponen los pelos de punta. ¿Se puede comentar un texto literario, histórico o filosófico “de memoria”? ¿Se pueden resolver ejercicios de matemáticas, física, química, lógica (para los filósofos), sintaxis (para los lingüistas), traducción (para varias especialidades) “de memoria”? El primer criterio para ser docente es la excelencia en tu materia, y luego pasamos a lo demás. Si quieren lo hacemos al revés, pero seguramente no querrían muchos tampoco. Y luego se aborda la didáctica. Si no sabes mucho más de lo que tienes que enseñar, faltaría más, no puedes postularte como el mejor profesor. Y en una oposición estamos seleccionando a los mejores y no vale lo que traigas de la Facultad (que también se te valora). Te valoran los que pueden hacerlo, y si quieres, pide que tengan mayor nivel o que sean de otro cuerpo, pero no te iría mejor. El proceso selectivo se puede mejorar ostensiblemente, pero no a costa de convertir esto en una lista de espera donde se ganan puntos por la veteranía con una experiencia que jamás nadie ha evaluado. Seguramente si se decide implementar un sistema riguroso de conocimientos y docencia muchos de los que vociferan ahora se quedarían en silencio.

Cuestión aparte de todo esto, y muy lamentable, y con la que me solidarizo plenamente, es la de muchos compañeros que puedan resultar victimizados por los criterios administrativos, el paso del tiempo, y una casuística imponderable cuya explicación concreta desbordaría por completo los objetivos de este artículo.

Yo solo quiero remarcar que a nadie ni por ser de fuera, ni más joven, ni más viejo, se le puede decir “tú no”, “quítate tú para que me ponga yo”, porque a falta de una reforma del medio de acceso (y me parece el nuestro infinitamente mejor que la entrevista nórdica por parte de un empleado municipal o un político), esto es lo que tenemos y el medio por el que muchos que se puedan quejar están ahora cobrando e impartiendo una seguro que magnífica docencia.

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