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La ira grita, el miedo calla y los números cantan (las encuestas)

Andrés Holgado

Ultimamente proliferan encuestas que tienen mucho que desear, no tanto por la calidad de las mismas, que es de suponer correcta en tanto que estén hechas por empresas solventes (aunque en demasiados casos no se publica la ficha técnica, lo cual no es imputable a las mismas sino a los medios que las recogen y las comentan) y siendo yo sociólogo con cierta experiencia en el manejo de estas técnicas sociométricas, cuantitativas, y otras llamadas cualitativas (como si calidad y cantidad fueran conceptos opuestos y no complementarios cuando se trata de “comprender” la realidad social) me preocupa bastante la situación, pues luego, cuando las elecciones se celebren, volverán a llover los comentarios sobre lo “inútil de las encuestas” de los mismos que hoy las glorifican y las amplifican, por lo general sin saber de lo que están hablando.

Que en ese defecto incurran personas que por su formación no están obligados a conocer la materia (por mucho que hablen de política, la sociología electoral es otra cosa) no es nada extraño, pues toda divulgación conlleva su tasa de error incorporado a los ojos de los especialistas. Pero cuando son los propios especialistas los que aparecen deslumbrados por esas tomas de opinión, generalmente telefónicas, y con un nivel de “NS/NC” que ya debiera ponerlos en guardia respecto a los resultados, es aún más notorio el dislate. Estos días, hasta un antiguo presidente del CIS hablaba de “los tres grandes partidos de España” refiriéndose al PP, al PSOE y a... Podemos, lo cual es el colmo del disparate, dando por buenas esas encuestas citadas. Les remito al título de este artículo: Cuando una persona, en una encuesta telefónica, se niega a contestar ese tipo de preguntas, su actitud hacia la política misma denota mucho más que las respuestas de aquellos que están deseando manifestar su opinión.

Opinar es una cosa y votar es otra. La actitud de un ciudadano con esa parte alícuota de poder que supone la papeleta del voto, no es la misma que la del que opina sabiendo que ello no lleva a cambio alguno, excepto a su desahogo o a su afirmación ideológica ante el que le pregunta. Si el que pregunta es una voz al otro lado de un teléfono, ni que decir tiene que la actitud generalmente cambia, y no precisamente hacia la sinceridad sino hacia la reserva, máxime en tiempos que se perciben “delicados”. Las encuestas venden y las encuestas, todas, informan, pero hay que interpretarlas. Y ahí es donde están fallando los analistas. La última encuesta, a escala 1:1, fueron las europeas y de un concienzudo análisis de las mismas sale la verdadera importancia de un fenómeno: la ira y la indignación de la ciudadanía frente a muchos de los problemas percibidos como causados o agravados por la autodenominada “clase política”, frente al fatalismo del “todos son iguales”, que lleva a la abstención (y a la desafición -desafecto-, que no a la desafección -mala voluntad-) a muchos millones.

Ello se tradujo en una pérdida conjunta de cerca de 10 millones de votos que fueron en 2011 al complejo PP-PSOE-CiU-PNV (los partidos de “gobierno” en España) y que se redistribuyeron en una parte muy importante hacia la abstención, y otra hacia IU, (1.562.000 votos) nuevos partidos (Podemos, 1.245.000, C's 495.000, Primavera 299.000) además de UPyD (1.015.000) y otros partidos que estuvieron muy cerca de obtener algún eurodiputado, gracias sobre todo al efecto de “proporcionalidad pura” que introduce la circunscripción única. El que un mes más tarde una encuesta del CIS hallara que “los que habían votado a Podemos” pasarán del 8% al 12% no es otra cosa que la visibilidad recibida en las europeas y el efecto de “socorro al vencedor” (?) a que tan acostumbrados estamos en estos pagos. No analizo los votos de CiU y PNV en las europeas, puesto que, fieles a su política de esconder la realidad, se presentaron en una misma candidatura “nacionalista” (CEU), captando votos de todas partes, como hicieran otros especialistas del trile, como EPDD y LPD. De eso ya hablé en su día.

La abstención es la clave, y es un agujero negro donde toda especulación, a tres meses de las elecciones, es un ejercicio de voluntad. En Extremadura es aún más grave, pues preguntar sobre opciones perfectamente conocidas e identificadas con sus líderes locales a la vez que otras opciones cuyas “imágenes” públicas nada tienen que ver con Extremadura es algo sin sentido. En Mayo no habrán fallado las encuestas, sino sus intérpretes. Y creo que había que salir al paso, aún tomando riesgos, pero creo que parto de postulados más científicos que los que vengo oyendo. Veremos si en Extremadura el mapa del “bipartidismo imperfecto” perdura o se desvanece, como bien pudiera ocurrir en otras comunidades. Y el efecto “teléfono” tampoco es despreciable: votan muchos más que los que tenemos teléfono y ganas de utilizarlo...El proceso de cambio de sistema que se inició en 2011 no entrará en fase de consolidación (dependiendo, y mucho, de las municipales y de las diferentes elecciones autonómicas de 2015, hasta las Generales de este mismo año, que aún pudieran ser adelantadas a su fecha. El sistema de partidos de la transición no está para muchos trotes, pero tampoco es una brizna de ceniza que vaya a desaparecer soplando...

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