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El ritual de la berrea llega a tiempo, a pesar de la sequía

Ciervo macho durante la berrea

Jero Díaz Galán (EFE)

La falta de lluvias de este año podría hacer prever un retraso en la berrea del ciervo, algo que no se ha producido, al menos en Extremadura. Ahora mismo se encuentra en su momento álgido este ritual, con el que los machos tratan de ganarse el favor de las hembras.

Son muchos los espacios naturales, fundamentalmente de bosque mediterráneo, que al inicio del otoño ofrecen este espectáculo sonoro de la naturaleza, en el que los ciervos, al amanecer y al atardecer, rompen el silencio con sus bramidos para impresionar a las hembras y marcar el territorio frente a otros machos.

Un lugar privilegiado para contemplar el celo de los ciervos es el Parque Nacional y Reserva de la Biosfera de Monfragüe, cuyo centro de interpretación celebra en esta época diez talleres para comprender la berrea y conocer todas las curiosidades en torno a ella.

Alberto Garzón, el monitor e ingeniero forestal que los imparte, ha explicado a que son miles las personas las que se acercan estos días a Monfragüe, especialmente durante los fines de semanas, para asombrarse con esta ceremonia del apareamiento.

A pesar de que el calor o la sequía suele retrasar la berrea, actualmente en Extremadura “está ya bien entrada”, pues la lluvia que cayó durante 24 horas el pasado 30 de agosto hizo que la atmósfera se limpiase y los ciervos empezaran a oler el celo de las hembras, lo que activó todo el proceso y permitió que continuara al refrescar por las noches.

Se trata de la propia naturaleza, ese “mecanismo perfecto para que todo funcione” y que es el que hace que las ciervas busquen ser cubiertas por un macho al inicio del otoño para tener los partos en primavera, que “es cuando más alimento y más refugio hay”.

El monitor del Centro de Interpretación de Monfragüe explica a los padres y niños que asisten a los talleres como la sincronización del celo de las hembras hace que los machos, al oler las feromonas, reclamen el territorio con su bramido y en enfrasquen en peleas para copular al mayor número posible de ellas y perpetuar así la descendencia del más fuerte.

El ritual

Cuando dos machos alfas llegan a la pelea, el momento es aprovechado por otros animales beta, de menor tamaño y cornamenta, para poder copular. Los ciervos se tiran prácticamente un mes sin comer,“solamente atentos a defender el mayor territorio posible” y muchas veces incluso mueren después de este periodo por agotamiento, aunque ya han dejado sus genes, “lo que es una cuestión evolutiva interesante”.

También explican en estos talleres lo que es el desmogue de las cuernas de los cérvidos, que empieza en febrero y que consiste en perder las astas para volver a formarlas, en otro proceso que ahora se investiga para comprobar por qué estos animales, con una alimentación rica en manganeso y que permite fijar el calcio, no tienen osteoporosis, a pesar de que son capaces de generar cada año nuevos cuernos que suponen aproximadamente un tercio de su esqueleto.

Además de estas consideraciones más científicas, los talleres recuerdan a los niños que “el ciervo era un animal sagrado para los celtas, era Cernudo, el rey del bosque y de la abundancia, y que las diosas de la cacería lo veneraban por su fecundidad”, puesta de manifiesto en la berrea.

Todas estas actividades de educación ambiental tienen que servir para que se entienda mejor la naturaleza y por tanto se respete. En ese sentido, Alberto Garzón ha destacado que es muy importante que se comprenda que no se puede alimentar a los animales, algo que “está fuertemente castigado por la ley”, ya que éstos se “desnaturalizan en un lugar en el que lo primero que tenemos que hacer es conservar el ecosistema”.

Además, acercarse a este tipo de animales, que no son agresivos pero sí que se pueden asustar, podría ser “realmente peligroso” dado su tamaño y su cornamenta. El monitor de Monfragüe ha recordado que, asimismo, está prohibido “farear”, es decir los alumbramientos por la noche o emitir sonidos y ruidos, en especial imitar el bramido de los animales.

El bosque cuelga así el cartel de “no molestar”, porque, como canta Paul Young, “el amor está en el aire, en cada suspiro, en cada sonido”. 

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