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Elecciones otra vez... Y las cuentan, a su manera, Barbijaputa, Mariola Cubells, Edu Galán, Lucía Lijtmaer y José Antonio Pérez.

Debatir con corbata, debatir sin corbata

Fuego cruzado sin claros vencedores

Mariola Cubells

Era la primera vez para todos. La primera vez que debatían los cuatro juntos en televisión; la primera vez que se jugaban tanto; la primera vez, para Rajoy y Sánchez, que no tenían de moderador a Campo Vidal; la primera vez que debatían tras un partido de la Eurocopa donde España había ganado uno a cero contra la República Checa (por cierto, el gol lo había marcado el catalán independentista, Piqué).

Cuatro cadenas de televisión (TVE, Tele 5, Antena 3 y La Sexta) les dedicaron la noche a los candidatos, no solo emitiendo el debate íntegro, sino adornándolo con teloneros y con epílogos. Total, que anoche no había ni un solo tertuliano en su casa, tranquilamente repantigado en el sofá. Todos estaban en los platós de televisión para analizar las previas, los durante y los después del debate.

El asunto, que reclamó tantísima atención mediática, arrancó con unos cuantos minutos de retraso por problemas menores de logística y se alargó más de dos horas. Sonó una música que sonaba a cualquier cosa menos a siglo XXI -en Twitter la calificaron de monárquica- y entonces apareció Ana Blanco diciendo “buenas noches” y presentando al resto de los moderadores: Vicente Vallés, tan eficaz como siempre, y Pedro Piqueras, que creo que no tuvo su mejor noche. El plano se abrió y vimos a los cuatro candidatos a presidente del Gobierno, cada uno detrás de su atril, y entonces pensé: pase lo que pase España no tendrá un presidente bajito (este es el comentario frívolo que no puedo dejar de colar, ya lo saben todos).

El caso es que no sé si a los ocho asesores de “máxima confianza”, a dos por candidato, que estaban ahí fuera de cámara, agazapados esperando los minutos de publicidad para hablar con sus líderes, también les pasó, pero desde luego yo me aburrí bastante, vaya eso por delante. Mucho más que en el anterior debate a cuatro de las pasadas elecciones de diciembre de 2015 donde la gran novedad con respecto a este fue que estuvo Soraya en sustitución de Mariano Rajoy, que consideró que no debía acudir. Y mucho más también que en el debate de mujeres que llevó a cabo la semana pasada Antena 3.

Dos candidatos (PSOE y PP) con traje y corbata, los otros dos más desenfadados, (Pablo Iglesias con su proverbial camisa blanca, especialmente bien planchada, me pareció), el caso es que ninguno de los cuatro perdió los papeles. Ni los literales, recortes de prensa, gráficos, tuits, que tenían en el atril, y que todos salvo Iglesias enseñaron de vez en cuando, ni los figurados. Así que los minutos transcurrieron tranquilos, sin tropezones sonados, sin tonos airados, solo con algún gesto de disconformidad, alguna media sonrisa irónica, alguna mirada para otro lado, algún balbuceo. Y sin que se oyera la palabra Venezuela.

Dicho esto, aclaro que el miedo que yo tenía a que Rajoy se estampara y nos dedicara un rosario de meteduras de pata o despropósitos (muy españoles y mucho españoles, estoy un poquillo cansado, ¿y la europea?) resultó infundado. A ver, eso no quiere decir que estuviera brillante, entendámonos, pero bueno, no se fue con la cabeza baja y no fue fruto de chistes ni memes en las redes. Y eso que el mes pasado dijo que no le apetecían los debates electores, por lo que yo suponía que llegaría a la sede de la Academia con cierta apatía.

La noche podría haberse convertido en un “todos contra el PP”, pero no. Hubo ataques a Rajoy y su partido, sí, pero el debate fue un “todos contra Podemos”, sin ningún género de dudas. Así que Rajoy no tuvo que andar dando brazadas para apartar los ataques.

El blanco fue sin dudarlo Pablo Iglesias. Pedro Sánchez no tuvo una sola intervención en la que no le lanzara una puya al de Podemos, bien para recordarle que no quiso pactar o bien para recordarle que no quiso pactar. Tanto que el propio Iglesias dijo en alto y en murmullo, en varias ocasiones, “se equivoca de contrincante”. Iglesias arrancó el debate un poco bajo de tono, y un poco antes de la mitad se vino arriba y ya fue él en estado puro. Contundente como siempre.

En los cuatro bloques que el debate había organizado, los candidatos lanzaron propuestas concretas, y luego Sánchez y Rivera lanzaron dardos contra los otros, pero no contra el otro: quiero decir que Sánchez fue duro contra Rajoy y contra Iglesias casi todo el tiempo, pero no tuvo ninguna reconvención para Rivera. Y Rivera arremetió con especial fuerza contra Podemos, y un poco menos contra Rajoy, pero apenas tuvo menciones críticas contra el PSOE. Las razones supongo que había que buscarlas en las tripas del plató televisivo, donde estaban los asesores, pero como yo estaba en mi casa, viendo el debate, no pude preguntarles. Le dedicaron bastante tiempo a los autónomos, a su futuro bienestar, apenas nada a asuntos medioambientales. Un tiempo razonable a política exterior y refugiados, y otro también razonable a los posibles futuros pactos, tras las elecciones. Aquí el único que se mojó del todo, diciendo exactamente con quién pactaría Podemos (solo con el PSOE) y quién sería en ese pacto el presidente (quien tuviera más votos) fue Pablo Iglesias.

¿Y Rajoy? Bueno, pues creo que en cuanto vio que había más aguijones dirigidos a Podemos que a él mismo se relajó un poco, y fue a lo suyo, dando doctrina: “Gobernar es muy difícil”, “aquí se viene con la lección aprendida, no se viene a hacer prácticas”. Si a eso unimos que en la pausa publicitaria descubrimos que en la tertulia de TVE estaban entregados a él, supongo que la autoestima tuvo que subirle. Que tampoco sé si le hace falta, la verdad. Fue el único que abrió su minuto de oro con un “buenas noches”, que sonó un pelín ridículo. Pero lo hemos visto salir de situaciones peores, ¿no?

Y hoy, Pedro Sánchez estará de viaje de dos días con Susanna Griso, por si os habéis quedado con más ganas de él.

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