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El BNG vuelve al diván tras su “dolorosa” desaparición del Congreso

Miembros de la Ejecutiva Nacional del BNG

David Lombao

Uno de los reproches más frecuentemente lanzados hacia el BNG es la falta de autocrítica o la tendencia a atribuir fracasos propios a factores externos. Es posible que ese lugar común -avalado, al menos parcialmente por hechos políticos de los últimos lustros- haya sido una de las causas para que, en la noche del 20D, se escuchasen desde fuera del Bloque las primeras voces que le exigían autocrítica mientras, en rueda de prensa, las candidatas y candidato de NÓS, la coalición con la que la formación ha participado en los comicios tras la frustrada alianza con las mareas, hablaban de resultados “malos sin paliativos, muy lejos de nuestras expectativas”.

Esa primera reflexión llegaba después del peor resultado electoral para la organización nacionalista en los últimos veinte años, una “dolorosa” -según han señalado distintos dirigentes del frente- desaparición del Congreso que ya ha propiciado la primera decisión de calado en clave interna. Será convocada una Asamblea Nacional, su máximo órgano de decisión, para la próxima primavera. Y en ese cónclave no se descarta un cambio de liderazgos.

El Bloque Nacionalista Galego afrontó el 20-D en un contexto inédito. Tras sufrir un importante varapalo en las municipales de mayo -resistió e incluso ganó apoyos donde ya gobernaba, pero decreció en el resto del territorio y se quedó sin representación en Vigo y Ourense- el Consello Nacional, su máximo órgano entre asambleas, se mostró dispuesto a prescindir de sus históricas siglas en las generales para propiciar la confección de “una candidatura de país” junto a otras fuerzas políticas. Lo que se hacía, aunque no se manifestase explícitamente, era abrir la puerta al entendimiento con las exitosas mareas municipales o, lo que es lo mismo, a traspasar el tabú de entenderse con fuerzas de ámbito estatal y, al mismo tiempo, con organizaciones surgidas de la traumática escisión del propio BNG, abandonado por el grupo de Xosé Manuel Beiras tras la asamblea de enero de 2012.

En Beiras, precisamente, se centraron muchas miradas desde las filas del Bloque en la noche electoral de ese mismo 2012, cuando Feijóo reeditaba su mayoría absoluta pese a perder 130.000 votos y Alternativa Galega de Esquerda, las siglas fundadas por el histórico nacionalista junto a Esquerda Unida, Equo y Espazo Ecosocialista, se plantaba en el Parlamento gallego con 9 escaños, dos más que un BNG que se quedaba en 7, en niveles de principios de los 90. Tres años antes, en 2009, los nacionalistas habían perdido un escaño por A Coruña a manos del PP, que con ese asiento recuperó la mayoría que necesitaba para desalojar de la Xunta al gobierno con el que PSdeG y Bloque habían puesto fin a 16 largos años de fraguismo.

Una década a la baja

El paso por la Xunta, presentado en su momento como un hecho prácticamente histórico, fue leido por algunos sectores internos como el mejor modo de correr un tupido velo sobre lo que después se reveló como un pronunciado declive electoral. La crisis había comenzado, precisamente, en el momento de mayor representación y poder institucional, cuando, como segunda fuerza del parlamento gallego y todavía con Beiras al frente, los nacionalistas portaban el bastón de mando en Ferrol, Vigo y Pontevedra mientras también cogobernaban otras ciudades como Lugo y Santiago.

Esa larga curva descendente es lo que, según el portavoz nacional, Xavier Vence, estará sobre la mesa en el proceso de “reflexión profunda” que ahora se abre y que no se ceñirá únicamente a lo sucedido el 20-D. “La reflexión colectiva debe ir más allá de los resultados” de las generales y “analizar la tendencia que traemos de los últimos años para poder dar una alternativa nacionalista de futuro”, dice Vence, quien admite que la desaparición del Congreso no puede “explicarse” solo “por el contexto” de fuerte polarización de la campaña.

El BNG se dispone a definir “nueva dirección y, sobre todo, la estrategia de futuro” y las “posibles alianzas” para “enfrentar los próximos embates electorales en 2016”. Lo que está enfrente no es otra cosa que las elecciones gallegas del próximo año en un campo de juego que para la organización no ha hecho más que estrecharse y a las que En Marea llega con serias opciones de poder encabezar una eventual alternativa de gobierno al PP.

Pese a vivir el período de mayor paz interna de los últimos años en el seno del Bloque confrontarán sus posiciones, al menos, dos sensibilidades: la de quienes defienden seguir el camino en solitario o con alianzas con pequeñas fuerzas nacionalistas y la de dirigentes que ven estratégicamente más conveniente tender puentes hacia el ámbito de unas mareas que se están revelando electoralmente más potentes en el eje izquierda-derecha, pero también entre una parte no menor del electorado con sensibilidad galeguista y soberanista. En juego está, ahora sí, el ser o no ser.

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