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“Solo quería jugar como una chica más, la mejor noticia será dejar de ser noticia”

Antía, con el número 1, con el resto del equipo y la edil de Igualdad de A Coruña

Miguel Pardo

“Yo solo quería jugar, como una chica más, en un equipo”. La gallega Antía Fernández se ha convertido hace escasas semanas en la primera mujer transexual en debutar en competición oficial española con un equipo federado. De la mano del Club Padre Faustino Calasancias de A Coruña y contra el Atlético Boiro en un partido de la Segunda División B. Ha entrado en la historia del deporte tras de ser rechazada antes en otras disciplinas. Federada por fin, el revuelo y expectación que han rodeado su estreno irán mermando con el tiempo. Y eso, en el fondo, es lo que más desea: que lo que ahora es noticia acabe por no serlo nunca.

¿Un sueño cumplido?

El sueño era jugar, como una chica más, en un equipo. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión: yo solo soy una chica de barrio, de la Sagrada Familia en A Coruña, que quería jugar en un club como una más. Eso fue todo lo que me propuse y lo que para mí he conseguido, pero fueron los medios los que de pronto me advirtieron de que era la primera mujer transexual gallega federada... Pensé que sólo se referían al voleibol, pero no...

Ha entrado en la historia...

Después me dijeron que era la primera mujer transexual federada en todas las disciplinas deportivas y más tarde que, a pesar de que antes hubo otro caso de un hombre en España, que era el primer caso también de entre todas las disciplinas olímpicas. Se le empezó a dar más bola al tema, pero a mí siempre me ha parecido como llamar técnico de medidas de higiene a una persona que limpia. Yo solo juego al voleibol, nada más.

¿La mejor noticia será no ser noticia?

Exacto, la mejor noticia sería que esto no sea nunca más noticia. También le he dicho al coordinador deportivo de mi club que, de no ser imprescindible, es mejor no hablar más con los medios. Queremos, tanto yo como mi equipo, volver a la normalidad o tomar esto cómo algo natural. Lo mejor ha sido haberlo dicho y que, a partir de ahora, la situación se normalice.

Para alcanzar derechos hay que cambiar normas, rezaba una pancarta del Observatorio de Igualdad en la cancha donde Antía ha disputado su primer partido. Allí estaban representantes de Mudegá (Mujeres Deportistas Gallegas) y del Ayuntamiento, con la edil de Igualdad y Diversidad, Rocío Fraga, a la cabeza. El apoyo de las administraciones, de asociaciones, de las compañeras y de todo el club ha sido fundamental.

¿Ha tenido algún problema en el club o con las demás jugadoras?

No, lo único es que alguna es más tímida y no le gusta tanto salir en los medios [ríe]. Las compañeras son fantásticas y ni ellas mismas eran conscientes de lo histórico y heroico de lo que estaban haciendo: aceptarme, respetar mi identidad y tratarme cómo una más. Para ellas ha sido todo fue natural, ha salido de manera espontánea y en ningún momento pensando en que eran pioneras de algo. Se lo han tomado como un partido más, que no será ni el primero ni el último.

Si acaso, sorprende más el apoyo del Ayuntamiento de A Coruña...

A Rocío Fraga, concejala de Igualdad, ya la conocía de antes por alguna convocatoria para el colectivo LGTB e incluso habíamos coincidido viviendo en el mismo barrio. Siempre ha sido una persona muy accesible que me ha facilitado las cosas y me ha necesitado ayuda cuando la he necesitado. Ella y Pilar Neira, presidenta de Mudegá, han sido un gran apoyo porque lo pasé muy mal cuando en otros deportes me decían que no.

¿Por qué le decían que no?

En algunos deportes esgrimían las normas, pero siempre me ha quedado la duda de si podría haber jugado igual o si se podría haber luchado por conseguirlo o instar incluso a un cambio en el reglamento. Siempre he dudado de si lo que había era un motivo de prejuicios, un uso del aval que les daba el reglamento para perpetuar este prejuicio o una norma específica que lo impedía. Ha habido ocasiones en las que se han apoyado en un reglamento internacional cuando estábamos hablando de competiciones que ni siquiera eran estatales, sino inferiores e incluso de barrio. La duda que me quedaba siempre era si de verdad se hacía todo lo posible, pero ocurría igual que en otros ámbitos de la vida, como cuando buscaba un piso de alquiler...

¿Qué le ocurría?

En algún caso me dijeron que lo que querían era “una chica de verdad”, con lo cual compruebas que sí hay un prejuicio claro. En otras ocasiones me decían que ya me avisarían o que ya habían encontrado un inquilino, cuando el anuncio seguía en internet, o incluso aceptaron a alguna amiga mía que llamaba para comprobar si era verdad cuando a mí ya me habían dicho que estaba ocupado.

¿Todavía hay mucho por hacer?

Queda mucho por hacer, eso claro está.

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