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Volvió con el Prestige: 15 años de la llegada de Feijóo al Gobierno de Fraga

Feijóo toma posesión como conselleiro ante Fraga el 20 de enero de 2003

David Lombao

El 18 de enero de 2003 era un sábado de temporal en Galicia. Los fuertes vientos hicieron imposible en aquella jornada el trabajo de recogida de chapapote del Prestige en el mar y había dificultado notablemente las labores en tierra. En los titulares de la prensa de papel de aquel día permanecían los ecos del cese como conselleiro de Política Territorial de Xosé Cuiña, oficializada como dimisión por el propio afectado en una brevísima carta dirigida al presidente, Manuel Fraga. “Considero un deber presentar mi dimisión y espero poder aclarar que las empresas participadas por mi familia no cometieron ninguna ilegalidad ni irregularidad, sino, simplemente, una donación y una colaboración en el caso del Prestige”.

Las acusaciones contra Cuiña por los suministros de materiales para la recogida de chapapote permitieron al aparato central del PP de José María Aznar forzar la caída de quien durante años había sido señalado como sucesor de Fraga. Y, en la misma operación, propiciar la entrada en el Gobierno gallego de un hombre de la máxima confianza del líder espiritual del sector del birrete del PPdeG, José Manuel Romay Beccaría, actual presidente del Consejo de Estado. Aquel sábado de hace ahora quince años el titular de la Xunta firmaba el decreto con el que nombraba conselleiro de Política Territorial, Obras Públicas y Vivienda a Alberto Núñez Feijóo, hasta ese momento presidente de Correos, puesto al que había llegado de la mano de Francisco Álvarez-Cascos procedente de la presidencia del Insalud, cargo que había ejercido por encargo de Romay como ministro de Sanidad.

El que, también con Romay, había sido secretario general del Servizo Galego de Saúde, llegaba a un Gobierno y a una Galicia con un clima político radicalmente distinto al que había dejado en 1996. El PPdeG seguía gobernando con mayoría absoluta -la había revalidado en dos ocasiones más-, pero estaba sufriendo una enorme erosión por la gestión del naufragio del petrolero, crisis política agudizada a nivel general por el apoyo de Aznar a la guerra de Irak y la cercanía de las elecciones municipales. Un cóctel explosivo que mostró y ancheó las grietas internas del PPdeG.

Detonante de la 'revuelta del piso' con los Baltar

La toma de posesión de Feijóo y del resto de conselleiros que llegaron en aquella crisis de gobierno no se produjo hasta el lunes, día 20. Antes, el domingo 19, Manuel Fraga intervino ante el plenario de la convención que el PP estaba celebrando en Madrid. Tras defenestrar a Cuiña el presidente gallego ofreció a la dirección del partido “una lealtad acrisolada y una gratitud infinita” por la gestión del naufragio. Él, proclamó, confiaba “en que Santiago nos ayudará” para luchar por Galicia “máis que nunca”, lema que en la dirección del PPdeG se comenzaba a difundir como pretendido contrapunto a la plataforma Nunca Máis.

Pero mientras Fraga intervenía en Madrid, en Galicia se gestaba lo que pasaría a la historia política gallega como “la revuelta del piso”. El clan apodado como “de la boina”, con la familia Baltar como máximo exponente de poder, trabajaba en su respuesta al cese de Cuiña con la participación del propio afectado. Ese mismo día cinco diputados del PP de Ourense en el Parlamento gallego -José Manuel Baltar, Roberto Castro, María José Caldelas, Maximino Rodríguez y Miguel Santalices- escribían una carta a Aznar y Fraga en la que alertaban de la pérdida de “galleguismo” del PPdeG y exigían cambios en el partido. En el blanco estaba el secretario general gallego, Jesús Palmou, a quien consideraban ejecutor en Galicia de la orden de cambiar a Cuiña por Feijóo. Y sobre la mesa, la amenaza de dejar a Fraga sin mayoría absoluta en el Parlamento -tenía 41 escaños y la ausencia de tres de ellos sería suficiente para hacerlo-.

Un piso en Ourense era el centro de operaciones de aquella revuelta, que ardía el día 20 mientras, en la sede de la Xunta en Santiago, Feijóo tomaba posesión sin la presencia de su antecesor. El nuevo conselleiro tenía entre las manos la cartera más inversora de la Xunta y a él le correspondió gran parte de la promoción política del Plan Galicia, el paquete de obras que el Gobierno Aznar anunciaría apenas cuatro días después como compensación a los daños del petrolero. Desde esa aprobación, precisamente, terminó la “revuelta del piso”, pero la guerra interna continuó y se agudizó apenas año y medio después, cuando Feijóo ascendió a vicepresidente primero de la Xunta, primer escalón de una larga carrera sucesoria que culminaría en el congreso del partido en enero de 2006, tras perder el Gobierno gallego.

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