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“La historia de la clase trabajadora se cuenta casi siempre desde la élite de las organizaciones”

Manuel Barros (izquierda), en el astillero vigués Barreras

Marcos Pérez Pena

“Escasean mucho las autobiografías obreras. No solo en Vigo o en Galicia, sino en toda España, en toda Europa y en el mundo en general. Es una fuente muy rara. Los trabajadores manuales, como era el caso de mi padre, no tienen el hábito de escribir, y necesitan una motivación muy fuerte”, cuenta el historiador Carlos Barros. De ahí la importancia del trabajo que realizó su padre, Manuel Barros, trabajador del astillero vigués Barreras que escribió sus memorias (motivado por su hijo) durante cuatro años justo después de jubilarse, a mano, con lápices y con un gallego del bairro de Coruxo. De ahí salió O rapás da aldea. Memorias de un trabajador (1918-1976), el libro editado en 2008 por la Fundación Dez de Marzo y del que ahora podemos ver una versión audiovisual, el documental Un traballador do século XX, presentado hace dos semanas en el MARCO de Vigo.

Uno y otro relato son una narración personal del siglo XX en Europa, de un siglo XX corto pero acelerado, sobre todo en Galicia, donde las aldeas de Coruxo o Coia se convirtieron en ciudad, donde el campo se hizo fábrica y el movimiento obrero creció y resistió, a pesar de la guerra civil y de la dictadura. Mucho que contar, desde luego. No sorprende, por ello, que las memorias de Manuel Barros ocuparan 870 folios.

El documental nació en la propia presentación del libro en Vigo, en el año 2008. Esa misma tarde el realizador británico Steve Sklair le propuso a Carlos Barros hacer el film que, financiado por la TVG, fue concluido en 2009. Sin embargo, el cambio de color político en la Xunta ha impedido hasta ahora que el documental se pudiera ver en la televisión pública y ha retrasado su difusión hasta hoy. “Creo que el film le gusta a todo el mundo, precisamente por la humanidad que transmite. Por eso no se entiende que la TVG no lo emita. Nadie debería sentirse dañado al verla, ni atacado, sino conmovido”, señala Barros.

Manuel Barros era obrero, era comunista y estaba afiliado a CC.OO., pero no era un dirigente, un líder. “Me cuesta explicar en qué consiste O rapas da aldea, me cuesta mucho explicar que no se trata de un militante histórico, de un héroe de la lucha social”, explica Carlos Barros. “Me gusta destacar, eso sí, que Manuel tenía una clara conciencia política y una clara conciencia de clase, rudimentos de marxismo aprendidos fundamentalmente en los astilleros Hijos de J. Barreras en los años cuarenta. Estuvo vinculado en diferentes momentos al Partido Comunista, a CC.OO., etc, pero siempre desde la base, no desde el punto de vista de los dirigentes, que teníamos otra visión, ni mejor ni peor”.

El historiador destaca que “nos falta esto. La historia de la clase trabajadora se cuenta casi siempre desde la elite de las organizaciones, y él ofrece un punto de vista más periférico. A la hora de elaborar la historia del siglo XX se recurre a fuentes documentales, a hemerotecas y si hay memorias o fuentes directas normalmente se trata de gente de la elite, de las grandes figuras, políticos o intelectuales, que dejan testimonio de su vida pero normalmente de manera autojustificativa”. Además, su relato, que habla del día a día, de cosas cotidianas, de cómo vivían, pensaban, disfrutaban, sufrían y tenían miedo los trabajadores y los militantes de base, permite, en opinión de Carlos Barros, “hacer justicia con millares y millares de personas que luchaban en las fábricas y que trabajaron en la reconstrucción del movimiento obrero y de la izquierda, en lucha contra la dictadura”.

Las memorias se cierran con su jubilación en 1976, pero antes recogen la organización del potente movimiento obrero en Vigo, la huelga de 1972 y su lucha contra la dictadura. Manuel Barros era encargado de la grúa en Barreras, y por esta posición elevada consiguió una gran importancia, pues si los demás trabajadores veían que el gruero hacía huelga, el movimiento se extendía. Fue también en su cabina de la grúa donde supo, leyendo en el boletín del PCE, que su hijo se había afiliado al partido. Años después, cuando Carlos Barros fue detenido y torturado durante tres días en Ourense, Manuel Barros vivió uno de sus peores momentos: “aquella noche fue cuando yo, el chaval de la aldea, no dormí pensando en vengarme de los policías que habían torturado a mi hijo”, escribió.

De la aldea a la ciudad

El relato, en el libro y en el documental, nace en Coruxo, en una aldea en la que la familia de Manuel Barros formaba parte del campesinado pobre, que casi no tenía qué comer. Carlos Barros destaca que “hay ideas erróneas sobre el campo gallego, visiones que han hecho más hincapié en el campesinado propietario que en el campesinado desposeído y que pasaba hambre, que también era muy importante. Y pasaba hambre no por cuestiones coyunturales, sino por la estructura del campo”. Llega el año 1931, y el relato de Manuel Barros deja ver “una efervescencia político-social espectacular en Coruxo, que recibe la Segunda República con un entusiasmo un tanto ingenuo, pero sincero, de igualitarismo social y de confianza en que solucionaría toda la miseria”.

Aparece también la guerra civil, la resistencia del bairro de Lavadores, la movilización forzosa de jóvenes de izquierdas como Manuel Barros, que tuvieron que incorporarse al ejército nacional. “Después, de vuelta a la aldea, es acusado de colaborar con los escapados, con los que tenía simpatía, evidentemente”, cuenta su hijo, que también recuerda que esa condición de ex-combatiente le facilitó su entrada en Barreras, donde también consolida su militancia: “Los supervivientes del PCE de la república, los que superaron la represión, se juntan en Barreras y allí forman un núcleo que sirve para culturalizar y oficializar la resistencia, y para ayudar a la guerrilla. Es una clase social que asciende en su conciencia, desde la aldea a la ciudad”.

“Habría que animar a muchos a que escribieran sus memorias” –destaca Barros–. “Al leer las memorias de mi padre, yo cambié mis ideas sobre muchas cosas, y creo que algunos colegas de profesión también lo hicieron”. “Él pensaba que eso nunca se publicaría y mucho menos que se haría una película”, cuenta. “Nos lo dejaba para nosotros, por eso están escritas desde una total sinceridad. Él sólo quería que sus descendientes conocieran su vida, los obstáculos que había tenido que superar y cómo había ido saliendo adelante para al final formar una familia, tener una casa y tener un trabajo digno”.

Un traballador do século XX

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