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“Es imposible que se produzca un cambio electoral sin tensión social y política”

Ana Pontón, en el último Consello Nacional del BNG antes de la asamblea

David Lombao

El BNG afronta los próximos 25 y 26 de marzo su decimosexta Asamblea Nacional, la que según lo aprobado en la anterior está llamada a culminar la “reformulación” del proyecto de la formación soberanista. En este plenario de la asamblea Ana Pontón (Sarria, 1977), revalidará el liderazgo en una organización que, reitera, tiene ante sí el reto de “fortalecer” su debate de “ideas” para “ser útiles” a Galicia y “mejorar la vida de los gallegos y gallegas”. Tras el período más complejo de su historia el Bloque es consciente de que “hay que cambiar algo para que el resultado sea diferente”. [Entrevista realizada originalmente en gallego]

Afrontan una Asamblea Nacional en la que anuncian un “tiempo nuevo” y un BNG “renovado”. ¿En qué se va a diferenciar este Bloque del que conocemos ahora?

El movimiento se demuestra andando y las cosas no cambian en un punto, sino en un proceso. En los últimos años, pero de una manera más acelerada desde la última asamblea nacional, hemos demostrado un cambio en la manera de relacionarnos con la sociedad, de comunicar, y también en las personas que encarnan el proyecto, con un salto generacional importante que ahora tiene que consolidarse.

No vamos a cambiar que somos nacionalistas y de izquierdas, pero la Galicia del 2017 no es la de los años 70 ni la de los 90. Tiene nuevas necesidades sociales y el BNG tiene que reforzar su trabajo político como alternativa de futuro para este país. Yo sigo convencida, y eso tampoco cambia, de que la alternativa para cambiar las cosas de verdad en la vida de los gallegos y gallegas son los cambios estructurales profundos que representa la alternativa democrática del nacionalismo.

Los textos de la asamblea pasan a definir al BNG como “movimiento socio-político”. ¿Por qué apuestan por esta fórmula tras años de debates como la conveniencia o no de continuar como frente?

Estamos en un momento en el que el BNG tiene que aspirar a que en su seno aglutinemos todo el movimiento socio-político que representa el nacionalismo. Y para eso, aunque somos una organización política, nunca hemos sido un partido clásico. Por eso tenemos que dar mayor cabida a todo el activismo social que se mueve en clave nacionalista. Tenemos el reto colectivo de recuperar el debate político e ideológico, porque en ese terreno la derecha y el españolismo nos van ganando.

Indica que Galicia y el mundo no son los mismos que los de los 80 o los 90. ¿Es posible que el BNG haya tenido durante un tiempo las gafas desenfocadas o más enfocadas hacia el país de los años en los que el Bloque nace, crece y se consolida?

Para explicar la crisis desde el punto de vista electoral, social e interno del BNG no hay un solo factor, hubo una multitud: una crisis interna, una crisis ideológica que genera el avance del modelo de la globalización y una crisis económica que nos toca en un momento en el que estábamos muy debilitados. Estábamos en la tormenta perfecta en la que era difícil emerger con fuerza. Pero conseguimos salir de ese bache, estamos en una nueva etapa y hay muchas personas mirando para nosotros con expectativa.

Al final, el más importante es que la ciudadanía tenga la confianza en que somos una organización política seria y cumplimos algo clave para recuperar la confianza social: decir lo que somos y hacer lo que decimos que vamos a hacer. Es clave, porque cuando se generan expectativas que no se cumplen o se traicionan se acaba generando mucha frustración social. Y eso da bazas a la derecha para avanzar.

Los textos de la asamblea marcan un horizonte a cinco años, que no es muy largo pero en el que se va a volver a votar todo en un nuevo ciclo electoral. ¿Cuál es la expectativa del BNG hacia ese período de elecciones?

Los retos electorales son importantes para toda organización y para toda la sociedad y esta estrategia lo que quiere es fortalecer el debate ideológico y también el tejido asociativo. Y, sobre todo, tiene que permitir fortalecer el nacionalismo en todas estas vertientes. Es imposible que se produzca un cambio electoral si no hay tensión política y social.

Puede haber quien piense que será más difícil lograr esa tensión ahora, cuando se dice que estamos saliendo de la crisis, que en lo más profundo de la misma cuando, en el caso gallego, el PP de Feijóo revalidó el gobierno.

Yo no creo que Feijóo haya revalidado porque los ciudadanos piensen que les fue muy bien con él. Hay muchas causas que lo explican, también deméritos propios, que el PP tiene un enraizamento muy fuerte en el país y una utilización partidaria de las instituciones que explica una parte de los resultados. Pero también estoy en desacuerdo con el relato que está imponiendo la derecha, porque la gente no es tonta y sabe cuál es la situación que hay en la calle y los problemas que hay con los bajos salarios, con el paro, con la emigración...

Pero yo sí que veo un repunte de las movilizaciones. Volvemos a estar en la calle, y eso es fundamental se queremos un cambio político. Hubo formaciones que emergieron en la política estatal e intentaron convencernos de que a golpe de Twitter y Facebook podíamos mover el mundo, pero lo cierto es que, aunque las redes sociales sean útiles, si queremos cambiar las cosas tenemos que estar en las calles con un proyecto político catalizador del cambio. No llega con una ficción. Frente a un aparato mediático orientado casi todo hacia la derecha, o recuperamos la calle y el debate político y social de ideas o va a ser muy difícil cambiar las cosas.

Feijóo le ha dicho recientemente que en la actualidad el nacionalismo es algo pernicioso e incluso enmarcado en la onda de, por ejemplo, el eurodiputado polaco que ha sido sancionado por su machismo o de los xenófobos de Holanda. ¿Cómo afrontan ese debate? Porque en Europa, según el territorio, “nacionalismo” está asociado a ideas contrapuestas.

Con ese discurso Feijóo se revela como un buen alumno de Aznar y un gran manipulador. Él es consciente de que ese eurodiputado está más cerca de su familia política y justo enfrente de la que representa el BNG. Hablamos de ultraderecha, ¿y dónde está la ultraderecha en Galicia, más que militando en el PP? Hay un intento de demonizar las alternativas que defendemos los pueblos sin Estado como es Galicia, porque ahí hay un elemento de cambio real que también cuestiona un Estado muy funcional para las élites económicas. El PP y Núñez Feijóo saben que tiene en el nacionalismo su principal contrincante y por eso intenta demonizarnos, como hizo Aznar.

¿A qué atribuye, entonces, que combine esa critica frontal con poner en valor en algunos momentos que han llegado a pactos, que “hay acuerdos” entre el PP y el BNG?

Feijóo me parece una contradicción en sí misma. Tanto dice una cosa como la contraria. A mí lo que más me preocupa hoy por hoy es que el de Feijóo es un gobierno que no gobierna y es una incubadora de candidatos del PP. Yo pediría que, teniendo una situación como la que tenemos, no se utilice el Ejecutivo gallego como una prolongación de las necesidades electorales del PP; los conselleiros y conselleiras no tienen que estar pensando en sus candidaturas para las elecciones municipales, sino en atender sus responsabilidades como miembros del Gobierno. Esto era muy evidente desde el minuto cero, y lo grave es que tenemos un gobierno que cree que, como han ganado las elecciones, se han terminado los problemas en Galicia.

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