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Rediseñar Europa copiando a Reino Unido (y no estamos hablando de política)

'Innovación' y 'crecimiento' son palabras que salen siempre en estrategias europeas, pero 'diseño' es nueva

Analía Plaza

En Reino Unido tenían un problema: más de 800.000 personas con demencia que suponían un coste de 23 millones anuales. A su Ministerio de Sanidad se le ocurrió atajarlo con un concurso. Ellos lanzaban el reto y la gente hacía propuestas. Querían reducir costes, mejorar la vida de los enfermos mediante la 'innovación' y... ¡Sorpresa! Funcionó. De la competición nacieron productos y servicios - como Buddi, una pulsera que manda alertas, o Dementia Dog, perros entrenados para atender a enfermos - que hoy funcionan y, lo más importante, resuelven el asunto inicial.

Lo cierto es que la idea no fue del Ministerio de Sanidad. Acudió a Design Council, el consejo nacional de diseño, que usó un 'Design Challenge' (un reto): un sistema que primero define la necesidad; segundo, construye el servicio, producto o proceso; y, tercero, lo prueba para ver si funciona o si hay que cambiar algo. Se llama “diseño centrado en el usuario” y su gobierno, que lo aplica para digitalizar trámites, es otro buen ejemplo.

“Diseño significa mejorar la vida de las personas. Permite ahorrar dinero y fomenta la inclusión. Influye en el comportamiento, en la interacción con productos y servicios y en los gobiernos y políticas”, explica Claire Fennelow, que trabaja en Design Council y es también la jefa de Design for Europe, un proyecto al que la Comisión Europea ha dado 3,8 millones para que explique su fórmula al resto de Europa.

Ya sabemos diseñar, ahora vamos a contárselo al resto.

¿Cómo pretenden hacerlo? Con dinero para tres años, lo tienen bastante claro: se trata de mostrar este diseño al resto de la economía y hacer de él una ventaja competitiva frente al mundo.

Con experiencia acumulada. Design Council lleva desde 1944 liderando el diseño británico (antes era el Consejo de Diseño Industrial) y tiene datos de sobra. “Han sido varios años de 'lobbying'”, cuentan, “hasta tener cifras que prueben el impacto económico del diseño. En el Reino Unido los hemos acumulado y ya podemos argumentar con ellos”.

  • Isabel Inés, de la escuela madrileña La Nave Nodriza, asegura que “Design Council es un referente porque documentan y comparten sus hallazgos”. Por ejemplo, durante diez años estudiaron empresas que invertían en diseño y las compararon con otras que no. Las primeras superaban en un 200% a las segundas en el mercado.

Creando un consorcio y consiguiendo financiación. Design Council lidera el proyecto, del que forman parte catorce miembros más: seis de Reino Unido y uno de Dinamarca, Italia, Grecia, Estonia, Bulgaria, Luxemburgo, Francia y Eslovenia, además de la red europea de Living Labs con sede en Bruselas. La organización “tiene buena reputación en Europa y ha usado su red de contactos. Y la Comisión sabe qué países están más avanzados en términos de 'design thinking' (pensamiento desde el diseño) y cuáles tienen que ponerse al día”, considera Fennelow.

Nesta, una ONG de innovación británica, el Centro de Diseño danés y el Centro de Diseño de Estonia también son miembros destacados. Estonia es una potencia tecnológica europea y ejemplo de cómo digitalizar la administración. En Dinamarca, añade Inés, “el diseño es prioridad nacional y todo el mundo es diseñador”. En España, sin miembros en el proyecto, “tenemos diseñadores por todo el mundo, pero no gremio. Aunque hay tradición de diseño de muebles, zapatos, moda e incluso la cocina se considera diseño, es una profesión nueva”.

  • No significa que todos los países del consorcio tengan tradición: quieren diversidad. Si los que ya saben lo lideran todo, no se enteran de los problemas de los que no saben.
  • Buscando ejemplos de toda Europa. Design for Europe tiene tres patas: eventos, el consorcio “para mostrar el poder de la industria europea” y una web con casos prácticos. El reto es encontrarlos. “Todos los ejemplos que tenemos son de Reino Unido”, cuentan desde Design Council. “Hay riesgo de que mostremos sólo casos de aquí y queremos evitarlo”.

Que se enteren las pymes y el sector público, que no tienen ningún interés. “¿Cómo llegas a gente que no sabe de diseño y no sabe el impacto que puede tener en su negocio o comunidad?”, se pregunta Claire.

  • Los ejemplos irán a una web,que editarán expertos para que cualquiera que entre, sea de donde sea y tenga las habilidades que tenga, encuentre material. No tiene sentido poner éxitos de gente que ya ha sofisticado su técnica. Intentamos hablar con gente de todas partes que quizá está empezando y necesita historias con las que identificarse, incluso ejemplos que no hayan funcionado. Y mucho del trabajo es ir a redes que hablan directamente con las pymes, donde se dan instrumentos de financiación, asesoría... Que sepan que hay otra herramienta”.

“El reto es redifinir el concepto de diseño”

“Cuando hablas de diseño, la gente piensa en colores. Todavía tengo que explicar en qué consiste mi trabajo”, cuenta Inés. “Nuestro reto como diseñadores es redefinir el concepto de diseño. Las 'startups' ayudan mucho porque la experiencia de usuario es fundamental. Saben que no basta con una idea brillante: o la adaptas a necesidades de usuario o no tienes nada que hacer”.

“El fin es innovar usando el diseño como herramienta”, concluye Fennelow. “La gente empieza a entender que no es sólo estética, sino también un proceso con el que reingenierizar los negocios e influir en las políticas. Y si influyes en las políticas, influyes en el sector público, lo haces más eficiente y aumentas la creación de empleo: creces”.

En un mundo donde Estados Unidos te gana en tecnología y Asia en producción, hacer del diseño una ventaja competitiva es lo que busca la Comisión Europea. Otra cosa, claro, es que funcione. “En un mercado global, si tienes un diferenciador deberías considerarlo”, concluye Fennelow. “Y ese podría ser el diseño, aunque aún necesitamos demostrarlo”.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Design for Europe y J M

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