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Una ‘hackathon’ de proyectos absurdos contra el “postureo” tecnológico

Parte del dispositivo del proyecto 'Tuitea tu comida'

Lucía Caballero

Matt Romein ha diseñado un sistema para que las personas puedan ver lo que ocurre a sus espaldas. Su ‘espejo retrovisor’ se compone de unas Oculus Rift y una cámara web USB colocada en la parte posterior de la cabeza. “Lo he programado para que solo se visualicen las imágenes de la retaguardia”, explica Romein a HojaDeRouter.com.

Cuando se le pregunta por la finalidad del invento, desarrollado conjuntamente con Sam Sadtler, el joven no tienen ningún reparo en asegurar que probablemente “no tenga ningún uso práctico”. Solo le parece una forma interesante de experimentar qué ocurre cuando tu sentido de la vista se altera de esta forma.

Ambos son alumnos del master de Telecomunicaciones Interactivas de la Universidad de Nueva York (NYU por sus siglas en inglés) y desarrollaron su proyecto en la pasada edición de la ‘Hackathon de ideas terribles y cosas estúpidas que nadie necesita’, celebrada el 15 de noviembre. Sí, has leído bien. No se trata de una iniciativa para reunir a programadores que desarrollen un ‘software’ o una herramienta informática con un objetivo: los participantes de este certamen dan rienda suelta a su imaginación sin importar el resultado.

Los organizadores del evento son Sam Lavigne y Amelia Winger-Bearksin, estudiantes del mismo programa que Romein, “una mezcla de arte e ingeniería” en palabras del primero. “Nos invitan a un montón de ‘hackathones’ estúpidas, aunque sus promotores nunca lo admitan”. Por eso decidieron constituir una siendo completamente honestos con su naturaleza: una recopilación de ideas absurdas carentes de utilidad.

“La industria tecnológica está llena de autobombo y 'postureo'”, afirma Lavigne. Cree que hay demasiados eventos de este tipo dedicados a resolver problemas sociales, políticos y económicos que seguramente no puedan (“y no deberían”) solventarse así. Resume su iniciativa como “una crítica a la industria tecnológica y un espacio de diversión donde crear cosas sin ataduras, sin una intención premeditada”.

Unas categorías poco comunes

Es la segunda vez que se celebra, pero planean repetir la experiencia cada año. Dura un solo día y los participantes tienen nueve horas para trabajar en su idea. Entre las categorías puedes encontrar secciones poco convencionales como “eso no debería ir ahí”, “instrumentos terribles”, “la internet de las cosas estúpidas”, “electrónica comestible”, “biggest data” y “qué esperar cuando esperas un iPhone”.

También hacen talleres durante la jornada. “Este año los favoritos han sido 'Sé Alan Ginsberg durante 30 minutos', 'Cómo ligarme a mi casero', 'Yo-yos' y 'Momentos preciosos'”, enumera el organizador. Este último consistía en imprimir 'dildos' en 3D.

Se presentaron 60 proyectos. Al final del día repartieron los premios, aunque no hay vencedores ni vencidos porque no se trata de una competición. “Todos los que aportan alguna creación están invitados a la ceremonia de clausura en la que se reparte comida y bebida”.

Algunos de los trabajos favoritos de Lavigne son “La aplicación que te dice si estás sosteniendo el teléfono”, “iPad en una cara” (una sátira de los robots de telepresencia) y un dispositivo que tuitea cada vez que das un bocado a tu comida. Él ha realizado su propia contribución: el Tinder para bebés. “A los niños les encanta toquetear el teléfono”, afirma como única justificación.

Los emoticonos como idioma universal

Ross Goodwin y Seth Kranzler asisten al mismo centro que Romein, y también han presentado su proyecto al certamen. “Yo trabajo como ingeniero mecánico, realizando tareas que tienen poco de absurdo”, afirma. Sin embargo, él y su compañero han desarrollado un programa para producir los subtítulos de un vídeo sustituyendo las letras habituales por emoticonos.

“Aunque los idiomas cambien con el tiempo, los emoticonos permanecerán como un lenguaje entendible, igual que los jeroglíficos”. Kranzler firma que los niños y los adolescentes manejan esta forma de expresión con fluidez y pronostica que “se convertirá en el idioma del futuro”.

La idea de Owen Weeks es si cabe más disparatada. Su trabajo se titula “Cómo decir Mitt Romney en diferentes idiomas” y consiste exactamente en eso: ha desarrollado una web en la que puedes escuchar el nombre del político estadounidense pronunciado según el acento de varias nacionalidades.

Weeks cree que el hecho de que su invención no resulte útil no significa que no sea graciosa o entretenida. “Muchas veces ves un montón de ‘hackathones’ donde los participantes crean cosas muy complicadas que al final tampoco sirven para nada y no son conscientes de ello”, asegura. Como Lavigne, piensa en el concurso como una parodia de estos casos.

“En el mundo de la tecnología falta sentido del humor”, afirma Weeks. Dice que los profesionales de este sector están obsesionados con la innovación y la novedad de sus proyectos, olvidando que a veces pueden conseguirse experiencias enriquecedoras de la manera más simple.

Si quieres conocer el resto de proyectos puedes echar un vistazo a la web de esta particular ‘hackathon’. Quizá no estés de acuerdo con las críticas de sus participantes, pero seguro que algunas de sus ideas te hacen reír.

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Las imágenes de este artículo son propiedad, por orden de aparición, de Denny George y Sam Lavigne

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