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La estrella española del 'hockey' que diseñó un ordenador pionero en los 70

El Kentelec-8 era un micrordenador concebido para enseñar informática

Cristina Sánchez

“Si la máquina liberó al hombre del penoso trabajo corporal, el ordenador ha venido a liberarle del no menos arduo trabajo mecánico intelectual. Esto no es nuevo, pero tampoco lo es el coste de una hora de trabajo de una de estas instalaciones tan admiradas como desconocidas”. En 1974, comprar o alquilar un ordenador era una “prohibitiva utopía” en España. Al menos así lo reflejaba el folleto del Kentelec-8, uno de los pocos ordenadores desarrollados en nuestro país que utilizaba un microprocesador como cerebro por aquellas fechas.

El panfleto no era demasiado exagerado. Aún no existían ni Microsoft ni Apple, faltaban unos cuantos años para que apareciese el revolucionario IBM PC y en España tan solo la empresa Telesincro plantaba cara a las compañías extranjeras con sus ordenadores para hacer facturas tan útiles en las empresas. Así que aquel pequeño ordenador barcelonés, que cabía en un escritorio, venía a cumplir una función que parecía necesaria en la época: enseñar cómo funcionaban aquellas máquinas que tanto trabajo iban ahorrar a los humanos.

“Se le ocurrió al señor Puigbó crear un ordenador para enseñar informática, pero lo más primitivo”, explica Marcos Martínez, uno de los creadores del Kentelec-8, a HojaDeRouter.com. Aunque la idea de Manel Puigbó era novedosa, el tarrasense no era conocido en aquella época por sus innovaciones tecnológicas, sino por sus victorias deportivas.

Había sido uno de los jugadores de la selección española de ‘hockey’ sobre patines que ganó tres Campeonatos del Mundotres Campeonatos del Mundo en 1954, 1955 y 1964. Incluso fue la estrella invitada a una entrega de ‘Escuela de campeones’, un programa de TVE que entrevistaba a las estrellas del deporte de los años 60 para que enseñaran a los más jóvenes las claves de sus éxitos.

Sin embargo, Puigbó era mucho más que un maestro sobre los patines. Estudió peritaje industrial en España y un curso de electrónica en una escuela belga, trabajó en la red barcelonesa de semáforos por ordenador semáforos por ordenadory fue profesor de electrónica en la Escuela de Maestría de Hostafrancs y en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Barcelona.

Fue precisamente en aquella época cuando se le ocurrió la idea de desarrollar un ordenador con fines educativos. Así que propuso al Laboratorio de Metrología Electrónica (LME), una compañía de la Ciudad Condal, desarrollar aparatos didácticos. “Él vino con esa idea, yo ya a él lo conocía porque él era un deportista y lo conocía de haberlo visto por la tele [....] Él me contó lo que quería hacer y yo lo puse en práctica”, resume Martínez.

Diseñando una máquina con microprocesador

“El Kentelec-8 es una desmitificación del ordenador, en el sentido de que en muy pocas horas se puede enseñar el funcionamiento (en arquitectura electrónica y en programación) a alumnos sin preparación específica”, proseguía aquel panfleto del Kentelec-8 que Marcos Martínez aún preserva en su hogar de Mallorca y que ha facilitado a HojaDeRouter.com.

Delineante proyectista, Martínez ya había desarrollado radios y televisores en la compañía Kolster y era por entonces el segundo de a bordo de LME. También daba clase en aquella escuela del barrio de Hostafrancs, así que conocía de primera mano los deseos de los jóvenes estudiantes y los electricistas veteranos que querían sumergirse en el novedoso mundo de la electrónica. “En aquella época el oficio que más interesaba era la televisión. Todos los alumnos querían aprender televisión”, rememora.

Puigbó reflexionó entonces sobre la escasez de aparatos concebidos para que un estudiante aprendiera a manejarse con los cables o los potenciómetros. Así que, bajo la marca Kentel, LME comenzó a desarrollar diferentes aparatos, desde una calculadora digital a un equipo para comprobación de circuitos lógicos, que después la compañía madrileña Distesa se encargaría de distribuir.

También crearon ese ordenador “bastante pequeño” que podría “utilizar cualquiera que tuviera conocimientos”, según la descripción de Puigbó. Él se encargó del diseño y Martínez de la parte mecánica y la gestión del proyecto.

Aunque no lo han sabido hasta hace unos años, estaban construyendo uno de los escasos ordenadores que utilizó en la época el Intel 8008, el primer microprocesador de 8 bits de la historia, que después decidirían reemplazar por su sucesor, el 8080. “Como aparecieron los micros, hicimos un micro”, resume esta leyenda del ‘hockey’ sobre patines.

Aunque a él le parece lo más natural del mundo haber desarrollado un micrordenador en fechas tan tempranas, lo cierto es que el Kenbak-1, una máquina concebida también con fines educativos y considerada por el Boston Computer Museum el primer ordenador personal, data de 1971. Dos años después, un francés desarrollaba el Micral N, uno de los primeros ordenadores personales de propósito comercial que utilizó un microprocesador, el Intel 8008.

En aquel momento, la también española Telesincro comenzó a utilizar el 8080 en su serie 10 de ordenadores empresariales, mientras en Estados Unidos se popularizaban los ‘kits’ de ordenadores que los entusiastas se encargaban de montar. Inspirados precisamente por las revistas de electrónica que le llegaban del otro lado del charco, este par de inventores dieron forma al Kentelec.

El folleto de Distesa, la compañía del grupo Anaya que acabó absorbiendo al LME, afirmaba que “su simplicidad y tamaño facilitan extraordinariamente su uso por niños en EGB que ven en el equipo una máquina admirable hecha a su medida”.

Sin embargo, no era fácil aprender intuitivamente a utilizar un ordenador que, pese a estar compuesto por módulos fácilmente sustituibles, carecía de teclado y de pantalla y estaba dotado de un panel frontal lleno de interruptores y bombillas que servía como “unidad de control y visualización”.

El equipo, con sus 8 kilobytes de memoria RAM (ampliables a 16 kilobytes), podía conectarse a un lector de tarjetas perforadas y un teletipo. Había que esperar hasta media hora solo para que cargara un programa. Eso sí, con el tiempo, lograron agilizar el proceso.

El ordenador que quería educar sobre ordenadores

El Kentelec-8 se presentó en sociedad en 1974, con motivo de la feria de material didáctico Didastec que se celebraba en Valencia. A la muestra también acudió IBM, que además de presentar sus máquinas, impartió un seminario de ordenadores educativos.

“Esto en España estaba muy en el principio”, recuerda Marcos Martínez. Se percató de ello en las propias ferias donde lo presentaron, cuando descubrió que algún visitante pensaba que los ordenadores eran capaces hasta de adivinar el futuro. Una azafata se les acercó en una ocasión y les preguntó si el Kentelec-8 podía saber si su novio quería acostarse con ella. “Pues claro”, le contestaron sus creadores. Al rato, del teletipo salió un papel en el que aparecía repetidamente una sola palabra: “cama”.

Ni Martínez ni Puigbó recuerdan cuántos Kentelec se fabricaron en los 70, aunque afirman que fueron más de una decena. Tampoco saben qué centros enseñaron electrónica gracias a su máquina. La ya desaparecida Escuela Técnico-Profesional del Ripollés recibió, según un periódico regional, un Kentelec 8 del Gobierno en los 70. Serviría para “enseñar informática, como ahora se estila” y, con el tiempo, para otros menesteres.

No en vano, los padres de aquel ordenador también desarrollaron en Distesa un lector óptico de marcas que permitía automatizar la revisión de los exámenes. Incluso crearon un “laboratorio de idiomas” con un puesto desde el que el profesor enviaba las lecciones de estudio y otro para que los alumnos las grabaran e intentaran repetirlas.

Sin embargo, el Kentelec no tuvo especial éxito. Tampoco fue popular su predecesor, el educativo Kenbak-1, del que solo se vendieron cuarenta unidades, un fracaso que pudo deberse a su orientación a los colegios en lugar de a los primeros entusiastas. “El personal docente que tenía que enseñar no estaba preparado para esto y, claro, hubo muchas dificultades”, señala Martínez.

Durante años, este par de jubilados olvidaron por completo el ordenador que habían creado. “No pensaba que tendría este eco, hasta que un día me llamaron y me dijeron ‘oye, sales en internet'”, prosigue. A sus 91 primaveras, parece hacerle gracia pensar que exista gente interesada en rescatar la historia de este micrordenador patrio.

La cruzada de un ingeniero por reproducir un Kentelec-8

“El mérito de los que quisieron entrar en nuevos campos de la tecnología debe ser reconocido”. El ingeniero informático que pronuncia estas palabras se llama José Antonio Vaqué, tiene 55 años, trabaja como consultor y en su tiempo libre se dedica a rescatar la historia de los ordenadores en su fascinante blog 'Old8bits'.

De joven también usó y programó facturadoras, leía en revistas especializadas sobre los avances que se producían en Estados Unidos y programaba ‘mainframes’. Por eso, cree que es importante que las nuevas generaciones conozcan también cómo funcionaba aparatos como el Kentelec 8.

Gracias a la ayuda de Jordi Ardèvol, que trabajó en LME, Vaqué pudo obtener más detalles sobre el funcionamiento del Kentelec, así que se marcó una meta: encontrar uno y reproducirlo. Un entusiasta estadounidense ya ha logrado replicar por completo el Kenbak-1, aquel ordenador considerado como el primer PC. Ahora, este español apasionado de la retroinformática quiere reproducir tanto el Kenbak-1, con ayuda de una placa Arduino, como los primeros ordenadores españoles de pequeñas dimensiones.

Eso sí, al menos por el momento, no ha logrado localizar un Kentelec-8. En la biblioteca de la Universidad Politècnica de Valencia guardan un manual de programación que ha consultado, pero en el que se habla casi exclusivamente del Intel 8008. Desde esta universidad nos explican, además, que solo tienen dos ejemplares y que no conservan el ordenador. La Biblioteca Nacional alberga otros textos de referencia que podrían ayudarle en su cruzada por construir uno, así que ya planea hacer una visita a este centro.

Pese a que la búsqueda no ha dado demasiados frutos por el momento, y es consciente de que conseguir una de estas máquinas es “casi imposible”, Vaqué se muestra optimista. “A partir de la experiencia que adquiriera con el Kenbak-1, y basándome en otras máquinas similares, con la ayuda de algunas personas que lo fabricaron, estoy convencido de que será posible replicar el Kentelec”, asegura.

Manel Puigbó no parece compartir ese entusiasmo. “La verdad es que son cosas que haces y se pasan, porque una vez que se ha hecho y ha pasado su época pues ya te olvidas un poco de ello”, señala con humildad. No parecía prever que a sus 85 años le iban a considerar un pionero de la informática además de una leyenda del deporte.

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Las imágenes de este artículo han sido cedidas por Marcos Martínez

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