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Del presidente robot a las ciudades flotantes: alternativas políticas futuristas

Sistemas de gobierno para un futuro tecnológico

Pilar Chacón

La democracia está en horas bajas. La interminable lista de casos de corrupción, la escasa transparencia política y los recortes de derechos sociales han sido solo algunos de los detonantes para que la ciudadanía despierte, pero también para que filósofos, economistas e ingenieros den rienda suelta a su imaginación y se pongan a idear sistemas alternativos a la democracia.

Opciones, casi todas, basadas en la tecnología. Si los avances técnicos han logrado transformar nuestra forma de vida por completo, ¿por qué no iban a ser capaces de cambiar la política?

Ciberocracia

Hay que ver lo fácil que resulta hablar con un amigo o familiar que reside en un país distinto al nuestro. Ya sea por videollamada o por chat, comunicarse con otra persona sin que importe la distancia o el tiempo es uno de los avances que ha traído consigo internet.

Si a eso le sumamos la capacidad de acceder a cualquier información, es posible que también demos con la fórmula para mejorar la democracia. Conocido como ciberocracia, este sistema político tiene como prioridad que un gobierno legisle usando correctamente los datos.

La idea no es del todo nueva. En 1992, el politólogo David Ronfeldt afirmó que, en política, para tomar buenas decisiones, la información juega un papel clave. A diferencia de la burocracia, que la mantiene con límites, la ciberocracia aprovecharía mejor la información disponible para elegir buenas políticas.

“Usando las últimas tecnologías de comunicación y vigilancia, una ciberocracia reaccionaría rápidamente a la información relevante que procede de un problema”. Conforme la administración fuera estableciendo mejores canales de comunicación y teniendo en cuenta la información de otras fuentes, podría llegar el punto, incluso, de tener una máquina basada en la inteligencia artificial como gobernante.

Singleton

Otro avance extraordinario de la tecnología es la inteligencia artificial, un campo de investigación que, para algunos, también podría resultar de utilidad para la política. ¿Por qué confiar en las personas si una máquina puede hacer las cosas sin equivocarse?

El 'singleton' es la forma de gobierno que tiene en cuenta una afirmación como ésta. Según Nick Bostrom, filósofo de la Universidad de Oxford y padre de dicha teoría, el 'singleton' hace referencia a un modelo político en el que un único ente tomaría todas las decisiones a nivel mundial. Sería una máquina “súper inteligente”, que tendría “la habilidad de prevenir cualquier amenaza para su propia existencia y supremacía y la habilidad de ejercer un control efectivo sobre las principales características de su dominio”.

Las acciones que llevara a cabo la máquina, eso sí, podrían ser previamente acordadas por los propios ciudadanos o sus representantes políticos. En cualquier caso, la ventaja de tener a un robot dirigiendo el mundo sería, en palabras de Bostrom, “que solucionaría ciertos problemas fundamentales que no se podrían solucionar en un mundo que contiene un gran número de agencias independientes en la cima mundial”.

Noocracia

¿Qué tal una combinación, de nuevo, entre hombre y máquina? En este caso no hablamos de robots, sino del uso del ordenador para tomar mejor las decisiones. Esta es la aspiración de la noocracia, un sistema político que, en palabras del filósofo ruso Vladimir Vernadsky, se basa en “la prioridad de la mente humana”.

Esta opción política se parece bastante a la aristocracia de sabios que ideó Platón. En la noocracia, no existirían los partidos políticos, sino un consejo de sabios – entendiendo sabios como los mejores especialistas del mundo en todas las disciplinas. Para tomar una decisión política, los sabios emplearían la informática para calcular la probabilidad de triunfo y de fracaso. Los sabios comunicarían estos datos a la población y la ciudadanía votaría la medida en referéndum a través de internet.

Aunque parezca futurista, Vernasdky planteó esta alternativa en los años cuarenta. Aún así, para algunos, la idea del filósofo ruso podría implantarse también en la sociedad del siglo XXI.

Así lo entiende, por ejemplo, el grupo colombiano a favor de la noocracia, que define este sistema político como “un modelo de organización social basado en el uso del conocimiento colectivo que garantiza una convivencia pacífica, al trabajar todos por una igualdad de oportunidades sin discriminación ninguna, con una equidad social que se articula en el respeto por los demás, inculcado por la familia y garantizado por un Estado legítimo”.

Gobernar en el mar

Hace cuatro años, Patri Friedman, ingeniero informático, fundó el Instituto Seasteading, que promueve la creación de ciudades flotantes para experimentar con distintos sistemas políticos. En su página, la entidad asegura que los fallos de la democracia derivan de la falta de competitividad existente. ¿Cómo va a mejorar la democracia si no hay otras alternativas que puedan competir con ella?

Las ciudades flotantes ayudarían a proporcionar esa competitividad. “Permitiría que la siguiente generación de pioneros pruebe nuevas ideas de gobierno pacíficamente. Los más exitosos podrían, entonces, inspirar a que los gobiernos de todo el mundo cambien”.

Ingenieros, economistas y abogados de la organización están trabajando para levantar ciudades como éstas. Una proyecto que ha conseguido incluso financiación en Indiegogo, una plataforma estadounidense de ‘crowdfunding’.

Sin embargo, no parece que vaya a tener mucho éxito. Según la revista Forbes, “las ciudades flotantes no son viables ni tecnológica, ni económica ni políticamente, aunque podrían convertirse en el avance más importante del siglo ya que ofrecería a la gente un nuevo estilo de vida y una oportunidad para escapar del estado cada vez más sofocante y parásito”.

La democracia delegativa

También conocida como democracia líquida, este sistema político permite al ciudadano votar cada decisión que se debate en el congreso, así como lanzar sus propias ideas. Eso si quiere. En caso contrario, podría entregar su voto a un delegado para que sea él quien tome partido en las decisiones sobre las que prefiere no opinar.

En España, el Partido de Internet ya intentó llevar al parlamento las decisiones tomadas por los ciudadanos, sin basarse en ninguna ideología política. “Todo parte de pretender dar al pueblo más poder del que tiene actualmente. Cada vez más, las nuevas tecnologías forman parte de nuestra vida, y existen muchos ámbitos por legislar. ¿Por qué iban a estar nuestros políticos preparados para todos ellos?”, señalan desde su página.

Podemos, el partido revolución de las pasadas europeas, también está poniendo en práctica algunos de los planteamientos de la democracia líquida con su acercamiento al votante a través de plataformas como Reddit o su recién estrenado canal de AppGree.

Si bien esta última es la más realista a día de hoy, todas estas opciones de gobierno son, por ahora, ideas -algunas más desarrolladas que otras. Y tal vez se queden solo en eso, ideas, porque no todo el mundo está de acuerdo en que la tecnología sea el remedio para sanar la democracia. Al final, parece que la mejora del sistema político tendrá que salir, como tantas otras cosas, del propio ser humano.

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Las imágenes de este reportaje son propiedad, por orden de aparición, de Jlmaral, Administración Nacional de la Seguridad Social, Robert S. Donovan, Olle Svensson, Anderson Mancini, y Wikimedia Commons (y 2)

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