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El primer día de Donald Trump: 8 órdenes ejecutivas para borrar el rastro de Obama

El presidente electo de los EEUU, Donald Trump

Marta Peirano

Lo contaba Stephen Moore, consultor de la campaña republicana, el pasado verano a un periodista del New Yorker: uno de los grandes proyectos del equipo de Trump es encontrar 25 ordenes ejecutivas que pueda firmar en su primer día de mandato. La idea era que, si gana, “Trump se pasa unas cuantas horas firmando papeles y en un momento hace desaparecer la presidencia de Obama”. Lo bautizaron The First Day Project. Después, Trump ganó.

Los conservadores apodaron a Obama “el presidente imperial”, precisamente por su tendencia a emitir órdenes ejecutivas para evitar el bloqueo de un Congreso mayoritariamente republicano. Irónicamente, por ese mismo motivo son las más fáciles de destruir por su némesis. En su campaña, Trump ha prometido muchas cosas que esperamos que no cumpla. Esta es una lista de ocho cosas que podría ejecutar sin esperar la aprobación del Congreso en su primer día de legislatura.

Sacar a EEUU del Acuerdo de París para la reducción de gases tóxicos. No solo ha prometido hacerlo sino que, además, tiene la autoridad. La misma que tenía George W. Bush cuando sacó a EEUU del Tribunal Penal Internacional en 2002, argumentando que los americanos serían tratados injustamente por razones políticas.

Relanzar el polémico proyecto del oleoducto Keystone XL. El tubo que llevaría 830.000 barriles diarios de petróleo crudo sintético y bituminoso diluido desde Alberta, Canada, hasta el estado estadounidense de Nebraska fue rechazado por Obama por contradecir el Acuerdo de París para la conservación del medioambiente. TransCanada Corporation, la empresa promotora, dijo que lo intentaría otra vez más tarde. Hoy parece que hicieron bien.

Permitir la venta de armas a personas con antecedentes penales. Obama obligó al Departamento de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos a verificar la identidad de todo sujeto que pidiera una licencia, en busca de antecedentes. Esta orden ejecutiva podría ser contraejecutada rápidamente por Trump.

Acabar con el TPP. De hecho, ya está acabado. Trump considera que el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica que Obama firmó con Japón, Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Perú, Malasia, México, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam el pasado febrero en Auckland afecta negativamente a la industria norteamericana, y prefiere mantener los aranceles entre la docena de países firmantes de la cuenca del Pacífico.

Acabar con el NAFTA. Según Trump, el Tratado de Libre Comercio de América del Norte firmado por Bill Clinton en 1993 es “el peor acuerdo jamás firmado” porque los precios más baratos en Mexico cuestan miles de empleos a las industria automovilística en estados como Michigan, Indiana, Kentucky, Ohio y Tennessee.

Modificar este acuerdo histórico requeriría la aprobación por parte del ejecutivo y del legislativo de los tres países: Estados Unidos, México y Canadá. Pero si los otros no acceden a renegociar, Trump podría salir. El Senado le dio la autoridad el año pasado cuando ratificó la famosa ley “fast track”, que permite al presidente negociar ese tipo de tratados por la vía rápida y por su cuenta y riesgo.

Penalizar comercialmente a China. De hecho, ha propuesto “exprimir” al gigante asiático penalizando sus productos con una tasa del 45%. Su idea es que el Departamento de Comercio empiece a denunciar a China por incumplir los acuerdos de la OMC. Trump asegura, entre otras cosas, que China manipula el valor de su divisa para parasitar el mercado. Paradojicamente, si China hiciera eso no imcumpliría las normas de la Organización Mundial del Comercio, pero imponer una tasa brutal a sus exportaciones, sí. Ahora mismo las tasas son del 1.5, las más bajas del mundo según el Banco Mundial.

Suspender el programa de refugiados Sirios. Obama se comprometió a reasentar a 10.000 refugiados, con un récord de 2.300 el pasado mes de junio. Trump podría acabar con el programa legalmente argumentando que esa parte de la población supone un factor de riesgo terrorista. O reducir dramáticamente los números y mandarlos a “zonas seguras”, como sugirió en Phoneix el pasado agosto: “Por el precio de reasentar a un refugiado en EEUU, podemos meter a doce en zonas seguras de su propia región (...). Tenemos que construir zonas seguras”. Sic.

Deportar a 11 millones de personas. En el mismo discurso, Trump dijo que dedicaría “su primera hora” en el despacho oval a acabar con el problema de la inmigración: “Todo el que haya entrado en EEUU de manera ilegal es susceptible de ser deportado”. El famoso muro que pretende levantar en la frontera con Mexico requerirá algo más de burocracia, pero solo porque tendría un presupuesto de 25.000 millones de dólares. El nuevo presidente electo no puede gastarse tanto dinero sin preguntar.

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