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Ksenia Sobchak, la candidata menos ortodoxa para las elecciones presidenciales rusas

Ksenia Sobchak en un desfile en la Semana de Moda de Moscú de 2003.

Agustín Fontenla

Cuando en marzo de 2018 se elija el próximo presidente de la Federación Rusa, habrá tres candidatos que ya han participado al menos en dos comicios presidenciales: Vladímir Putin, el actual jefe del Estado; Gennady Ziugánov, el histórico líder del partido comunista, y Vladímir Zhirinovski, peyorativamente apodado el Trump ruso, que representará por quinta vez a la ultraderecha nacionalista.

En este contexto, resulta inédito que la joven presentadora de televisión y usuaria intensiva de Instagram Ksenia Sobchak, de 35 años, se haya unido a la carrera presidencial. Como presentadora de varios realities televisivos, se ha ganado el apodo de la Paris Hilton rusa, pero no es ahí donde se puede medir el impacto político de su aparición electoral.

En diversos medios, su participación es interpretada como parte de una estrategia del Kremlin para atraer atención a los comicios, y romper el monopolio de Alexéi Navalny dentro del electorado juvenil de clase media.

Sobchak es un caso complejo de encasillar. En 2010, en una entrevista a la radio independiente Eco de Moscú, la periodista fue consultada sobre si se referiría al proceso judicial contra el oligarca Mijaíl Jodorkovski, acusado de fraude al Estado y enemigo declarado de Putin.

Sobchak afirmó que nunca iba a pronunciarse en contra de Putin, y que nunca iba a “criticar públicamente sus decisiones”, porque él “se comportó de una forma muy digna hacia mi familia en el momento en que nadie le ayudó a mi padre”. El padre de Ksenia es Anatoly Sobchak, exalcalde de San Petersburgo y mentor político del presidente ruso. Para concluir la respuesta, ella afirmó de forma determinante que “el aporte personal de Putin a la vida de mi familia es más importante que toda la política rusa”.

Dos años después de aquella rotunda respuesta, Sobchak fue temporalmente detenida junto a Navalny, Ilya Yashin y otros dirigentes opositores por participar en las protestas de la Plaza Bolotnaya para exigir elecciones limpias.

Aquellas marchas fueron el mayor desafío político y civil contra el régimen ruso que se fundó tras la sucesión de Boris Yeltsin por Putin. En efecto, la respuesta que tomó el Kremlin desde entonces, cercando judicial y políticamente las manifestaciones, se ha convertido casi en una política de Estado.

“Después de las protestas del 2011-2012, ella cambió profundamente su imagen, de una leona secular a una política ambigua. Fue su decisión personal, a pesar de la relación de su familia con Putin, pasarse a la oposición”, señala Tatiana Stanovaya, directora del Departamento de Políticas Tecnológicas de Rusia.

Los medios se hicieron eco del cambio que señala Stanovaya, al menos en su vida privada, y escribieron diversas historias sobre cómo la periodista terminó una fugaz relación con el dirigente opositor Ilya Yashin, y a los pocos meses anunció su matrimonio con un conocido actor y productor de televisión, ligado a una familia de actores soviéticos.

“A la vez que las protestas se calmaron y el nivel de apoyo a las autoridades creció, ella regresó a su vida profesional, alejada de la política”, explica Stanovaya.

“Una caricatura liberal” en las urnas

El opositor Alexei Navalny, que aún no ha sido confirmado como candidato a presidente por cargar con una condena en suspenso, no tiene dudas sobre la aparición de Sobchak en la contienda electoral. “Ellos (las autoridades) necesitan una caricatura liberal, especialmente si no quieren registrarme a mí” (para las presidenciales), afirmó durante una de sus habituales intervenciones en su canal de YouTube. “Dicen: ‘No vamos a permitir a Navalny, pero mira, aquí está Ksenia Sobchak. Ella dice todo lo que la oposición desea'”, afirmó.

Que lo diga Navalny resulta un tanto irónico, puesto que más de una vez el propio activista anticorrupción ha sufrido acusaciones de jugar en favor de los intereses del presidente ruso.

“Ella no es una marioneta del Kremlin. Es una impresionante coincidencia de varios factores, reunidos a la misma vez”, señala Stanovaya. “Primero, ella quería desarrollar su carrera política, y había pensado en las próximas elecciones. Segundo, el Kremlin estaba buscando un candidato que compitiera con Putin sin que conllevara un riesgo”.

Sobre esto último, la experta explica que aunque Sobchak aseguró que Putin se molestó cuando le anunció sus intenciones de competir en los comicios, “su apuesta (electoral) es buena para el Kremlin, puesto que eleva el interés de la gente por participar sin causarle riesgos, y es perfecto porque se trata de un competidor liberal odiado por los liberales”.

Lo cierto es que a pesar de la poco cordial bienvenida que le dio Navalny, Sobchak se expresó a favor de tenderle su mano a su virtual competidor más de una vez. Primero, cuando su candidatura aún era un simple rumor, y después, cuando se confirmó, con una propuesta concreta. “En el caso de que él sea registrado, estoy dispuesta a discutir con él posibles variantes, incluso retirar mi candidatura”, afirmó este jueves en una entrevista en el canal de televisión independiente, Dozhd, donde ella misma presenta un programa.

La reacción del Kremlin ha sido, más que cálida. En una entrevista del mismo canal, el portavoz de Putin, Dmitri Peskov, afirmó que “Ksenia es muy talentosa, tiene experiencia en varias esferas, y es una persona suficientemente educada”.

A continuación, como si fuese un adulto aconsejando a un niño, le advirtió sobre las dificultades de saltar a la arena política: “Si ella tiene planes de convertirse en un político, debe empezar desde cero y ganar experiencia, porque la política es muy diferente del periodismo y el negocio del entretenimiento”.

En general, las opiniones de Peskov no permiten esclarecer el vínculo político entre su jefe y Sobchak, pero el haberse referido a ella con la forma afectuosa de su nombre, “Ksiusha”, que en Rusia dice mucho sobre la cercanía entre dos personas, permite entrever al menos la relación humana.

Independientemente del espacio político que represente Sobchak, su aparición pone en evidencia que una nueva generación de dirigentes entrará en la escena política rusa. En cuanto a esta elección puntual, el analista político Andrey Stanislav afirma que no cree que “afecte realmente en algo”, y señala que el principal problema es “la falta de competencia y de candidatos reales”.

En cuanto al rechazo de Navalny a colaborar con una figura que naturalmente se dirige a un electorado con intereses parecidos, Stanislav sostiene que el activista anticorrupción “quiere ser el único líder opositor en el país, y no puede colaborar con Sobchak, especialmente en esta situación que se parece a una mala parodia de House of Cards”.

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