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Análisis MouseCraft, el resultado de mezclar Lemmings con Tetris

MouseCraft Análisis

Daniel Moreno

Nos gustan los juegos de puzles, y en especial aquellos originales y atrevidos, capaces de crear escuela. Y aunque puede que el que hoy nos ocupa no sea el mejor ejemplo en ese sentido, sí que puede ser un más que digno exponente de un género que parece estar resurgiendo de sus cenizas durante los últimos años gracias en particular a la apuesta realizada por un buen número de estudios independientes como Crounching Koalas, responsables de este MouseCraft.

A estas alturas bien es cierto que en cuanto a puzles hemos visto ya casi de todo, desde revisiones de los juegos más clásicos como el Tetris hasta una buena variedad de propuestas capaces de mezclar mecánicas de puzle con cualquier otro género como las plataformas, las aventuras e inclusive la acción más frenética. Los desarrolladores indies no dejan de innovar en ese sentido, llegando incluso, por qué no decirlo, a perder el norte con propuestas cuya rareza sobrepasa lo asumible para la gran mayoría de los jugadores.

Sin embargo MouseCraft no cae en dicha corriente, si no que apuesta por volver a lo tradicional dejando espacio al aire fresco. ¿Y cómo hacerlo? Pues mezclando en un sólido cóctel dos juegos que son asignatura obligada para cualquier amante del género: los Lemmings y el mencionado Tetris.

Jugabilidad: experimentando con ratones virtuales.

La idea es bastante simple. Encarnando a un gato científico bautizado Schrödinger en honor al científico que metió a un felino en una caja para estudiar la mecánica cuántica, deberemos conseguir que nuestros tres ratoncitos de laboratorio lleguen hasta el queso sin perecer en el intento, todo a través de 80 niveles que irán subiendo de dificultad de forma progresiva.

Todos los niveles se llevan a cabo de la misma manera, en la caja de pruebas de un laboratorio, dándonos la posibilidad de pausar el tiempo en cualquier momento para poder pensar tranquilamente nuestro siguiente movimiento o bien acelerarlo si estamos completamente seguros de que no ocurrirá ninguna desgracia. Y más nos vale tenerlo todo previsto, ya que estos ratones no son especialmente listos, y si tienen que morir siguiendo el olor del queso morirán sin más, ya sea saltando desde demasiada altura, ahogados, bañados en una pila de ácido o bien evaporizados en una explosión. Lo dicho, son tan estúpidamente autómatas como los lemmings.

Nuestra forma de impedir que la diñen y conseguir de paso que lleguen sanos y salvos hasta el queso será ir colocando piezas con la forma de las del Tetris en el lugar que corresponda del escenario, ya sea para permitirles salvar un abismo o para que puedan trepar hasta una posición elevada. Según avancemos contaremos con piezas de distinto material, como por ejemplo de gelatina para amortiguar caídas, de metal para impedir que se deshagan con el ácido o de un material arcilloso que se irá deshaciendo con el uso. Además si contamos con bombas o bien conseguimos que nuestros ratones recojan alguna en su travesía podremos detonar dichas piezas si nos estorban.

Con todo esto, ¿dónde está la gracia? Pues en que a lo largo del juego nos tocará darle un tanto al coco para experimentar nuevas estrategias según los recursos de los que dispongamos. La variedad de piezas y los peligros del escenario, como las caídas, el nombrado ácido o los ratones mecanizados asesinos, conseguirán hacernos sudar la gota gorda, sobre todo si tratamos de recolectar los tres cristales de energía repartidos por cada escenario sin perder ningún ratón en el intento.

En función de cuántos ratones sobrevivan y cuántos cristales consigamos recibiremos una calificación. La gracia por supuesto es la misma que la de casi todos los juegos de puzles: intentar superar todos los niveles obteniendo el sobresaliente, algo para lo que podremos revisar niveles anteriores en cualquier momento si es que se nos ha encendido un poco tarde la bombilla.

Todo esto puede parecer un tanto difícil de conseguir, pero por suerte para los menos mañosos existe una baza que se une al hecho de poder pausar la partida cuando queramos: siempre que metamos la pata podremos deshacer nuestro último movimiento. Vamos, que al final todo se reduce a un ensayo de prueba y error hasta que conseguimos dar con la tecla adecuada, algo que puede espantar a los más exigentes si además tenemos en cuenta que la gran mayoría de las pruebas no aceptan diferentes soluciones ni permiten que el jugador tire en demasía de ingenio. A veces todo es A o B, y no hay más.

Esto provoca que en situaciones nos encontremos con fases un tanto repetitivas, puesto que las limitaciones propias de la fórmula jugable elegida impiden optar a puzles y soluciones más originales. Ciertamente, creemos que la base de MouseCraft podría dar para muchísimo más en este sentido de contar con elementos ya probados en otros títulos... ¿Qué tal un muelle que haga saltar más alto a nuestros ratones? O bien un ventilador que los lance más o menos lejos en función de su potencia o un teletransporte de un solo uso entre dos puntos. Variables podría haber muchas, y con ellas se ganaría en originalidad y diversión. Incluso se podría dotar de mayor profundidad a los escenarios al apostar por una mayor verticalidad.

Por suerte MouseCraft cuenta con una gran baza gracias a la cual puede ampliar de forma más que considerable su vida útil. Hablamos de un accesible editor de niveles que permitirá a cualquier usuario desarrollar sus propios escenarios, sus propios retos, para después compartirlos con los amigos. Esto es algo que particularmente nos ha encantado, dado que sirve como una herramienta para que cada cual trastee con su ingenio, porque os aseguramos que crear un mapa que no sea una auténtica estupidez irresoluble no es nada fácil, aunque eso no es culpa del juego, si no de las propias limitaciones mentales de cada uno.

Conclusión: divertido y accesible, pero no remata la jugada.

En definitiva estamos ante un título de puzles divertido, capaz de ofrecer horas y horas de diversión a la gran mayoría de jugadores, aunque por desgracia no destaca especialmente en un momento en el que hay tantos y tantos juegos del estilo de sobrada calidad. Tiene las armas para ello, empezando por una jugabilidad accesible y un apartado visual amigable (aunque bastante discreto y para nuestro gusto un tanto infantiloide), pero las limitaciones de esa fórmula con la que trata de rescatar a dos juegos clásicos entre los clásicos como son el Tetris y los Lemings hacen que no pueda desprenderse de ellos para evolucionar mucho más allá.

Bien es cierto que hasta el jugador más puesto en esto de los puzles puede encontrarlo desafiante gracias a la variedad de los tipos de piezas y los peligros de los escenarios, pero por desgracia MouseCraft se queda en eso, un saludable entretenimiento con muy buenas armas que no logra imprimir una huella mayor.

Lo mejor:

  • La mezcla del Tetris con los Lemmings.
  • El editor de niveles amplía en gran medida su vida útil.
  • Cross-Buy para PS3, PS Vita y PS4: paga un juego y disfrútalo en las tres consolas.

Lo peor:

  • Gráficamente es algo simple. Su apartado artístico peca de infantiloide.
  • Las limitaciones de su apuesta jugable le restan originalidad. Faltan más elementos y puzles que se puedan resolver de múltiples maneras.
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