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Ni los padres de Angry Birds se salvan de las vacas flacas

Angry Birds

Daniel Moreno

En el mundillo de los videojuegos hay compañías que surgen casi de la nada y en cuestión de poco tiempo se sitúan a la cabeza de la pirámide alimenticia, luciendo un músculo que parece conseguido a fuerza de esteroides y photoshop. Es el caso de Zinga, por ejemplo, compañía que tras triunfar como una de las ‘cabeza de cartel’ del auge de los videojuegos para móviles ahora se ve forzada a actuar en retirada despidiendo a centenares de trabajadores y cerrando oficinas que apenas han durado un par de años.

Por el mismo camino podría ir Rovio si hacemos caso de las cuentas publicadas por Wall Street Journal, de las que se extrae que sus beneficios han caído en torno a un 52% respecto al pasado año fiscal quedándose en 26,9 millones de euros pese a lograr ingresar 156 millones, cuatro más que en el anterior ejercicio.

El problema vendría dado por los gastos, dado que los padres del fenómeno Angry Birds han invertido durante los últimos meses grandes cantidades de dinero en fundar nuevos estudios para el desarrollo de juegos para iOS y Android. Eso dejando a un lado el desparrame en materia de marketing y expansión de la marca, dado que podemos encontrar estos ‘pollos enfadados’ en camisetas, jarras, vasos, bolis, cuadernos, sudaderas, peluches… Incluso cuentan con un parque de atracciones en Finlandia, país de origen de Rovio.

Esta situación ha provocado la decisión de su actual CEO, Mikael Hed, de dejar su puesto en enero de 2015, lo que deja abierta las puertas a la carrera sucesoria.

¿Corren peligro los Angry Birds? ¿Se trata de una moda pasada o perdurarán en el tiempo?

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