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Lo que hay que tener para ser un “pro”

Lo que hay que tener para ser un pro

Jaime Pérez

Un deporte, para ser considerado como tal, debe cumplir una serie de requisitos: un conjunto de normas bien establecidas, un planteamiento competitivo y cierto grado de actividad física. La propia Real Academia de la Lengua Española incluye estas tres condiciones en su definición, por lo que podríamos concluir que se trata de un concepto nítido, claro y sin fisuras. Sin embargo ni soy, ni seré el primero en cuestionar una definición que hace aguas por todas partes cuando entramos en matices o ejemplos concretos.

Que le pregunten si no a todas esas personas con motivación suficiente como para salir a correr a diario por el parque. Poniéndonos estrictos, no juegan ni compiten, ergo no practican deporte. Que le pregunten a uno de los millones de rusos que consideran el ajedrez como un deporte nacional. Lo sentimos, no hay actividad física más allá de los impulsos eléctricos recorriendo la corteza cerebral, así que llamadlo de otra forma.

En las últimas dos décadas se ha sumado una nueva categoría a la polémica que haría revolverse en su asiento a los más rigurosos simpatizantes de la RAE, un nuevo tipo de competición que ha osado utilizar de nuevo el término “deporte” a pesar de tratarse de una actividad en la que se compite con las posaderas y los lumbares bien asentados en una silla, que además suele ser ergonómica.

Los deportes electrónicos, o e-Sports, pueden no tener determinados aspectos en común con los deportes al uso, pero a medida que pasa el tiempo, se están convirtiendo en un espectáculo igual de digno, y lo que es más importante, generan la misma pasión y las mismas dosis de emoción a aquellos que saben apreciar lo que están viendo.

En España, y a pesar de la meritoria labor de asociaciones como la Liga de Videojuegos Profesional (LVP), siguen siendo todavía unos eventos minoritarios, aunque plataformas como Youtube o Twitch, cada vez acercan a más usuarios a este apasionante mundo donde poder disfrutar de enfrentamientos entre auténticos profesionales de una actividad tan cotidiana y aparentemente ociosa como jugar a un videojuego.

Pero no es así en otras parte del mundo, si nos desplazamos unos cuantos miles de kilómetros hasta Corea del Sur, veremos que el panorama es bien diferente, y es que el país asiático cuenta con un sistema tan profesionalizado y con tal cantidad de seguidores, que se recurre con total naturalidad a términos que en Occidente reservamos a los deportes y deportistas de élite.

No es extraño ver grandes campañas publicitarias y patrocinios millonarios, jugadores tratados como auténticas superestrellas, canales de televisión retransmitiendo encuentros en directo o incluso acuerdos entre grandes compañías para por ejemplo, decorar los aviones de la aerolínea Korean Air con imágenes y logos gigantes de un juego de éxito.

¿Pero quién es este grupo de adolescentes y post-adolescentes capaces de mover masas y acumular seguidores al mismo ritmo de los mejores columnistas y escritores? ¿Cómo es posible que alguien destaque hasta ese punto dedicándose a este tipo de actividad?

Para los amantes de los videojuegos ambas respuestas serán completamente evidentes, pero lamentablemente todavía hay un porcentaje demasiado alto de público que no alcanzará a comprender como se puede armar semejante revuelo “jugando a los marcianitos”

Pues bien, como todo en esta vida, cualquier actividad que cuente con un mínimo de complejidad, es propensa a generar auténticos maestros con capacidades muy por encima de la media en determinadas tareas. Es una cuestión de habilidad, de práctica e incluso me atrevería a afirmar que de destreza innata. Hay quien es capaz de tocar con total naturalidad una pieza de piano como Opus Clavicembalisticum que bien podría dislocar los dedos de cualquier aficionado; otros son capaces de batir records mundiales sin apenas despeinarse en unas olimpiadas.

Hay muchos ejemplos de hazañas humanas que podríamos enumerar, y todas ellas merecen un cierto grado de admiración, ¿por qué entonces sorprende que se glorifique a un chaval de 17 años que ha sido capaz de coronarse como el mejor de su categoría en una actividad tan compleja como la alta competición en los videojuegos?

Para ilustrar esta idea y poder explicar el mérito que puede llegar a suponer ganar un campeonato de primer nivel, recurriré a los géneros más habituales en los e-Sports, que se centran principalmente en tres categorías:

Shooters: lo que esconden los juegos de disparos

Shooters: lo que esconden los juegos de disparosEmpecemos hablando de los FPS o shooters en primera persona, un tipo de juego que no sólo exige reflejos felinos y una gran agilidad para mover el ratón de forma rápida y precisa, también requiere de una excepcional capacidad de organización y de toma de decisiones en fracciones de segundo.

Hace ya unos cuantos años, por aquello de experimentar con las posibilidades que ofrecía el juego online, tuve la oportunidad de participar en torneos de cierto nivel tras hacerme miembro de un clan de Counter Strike: Source. En aquel momento lo consideraba un mero pasatiempo, una forma de combatir el aburrimiento echando unas partidas con un mayor nivel de desafío, pero ya por entonces quedé completamente atónito ante el nivel de perfeccionamiento que se puede llegar a alcanzar en este tipo de juegos.

Recuerdo sesiones de entrenamiento de 3 horas todos los lunes, miércoles y viernes de la semana, en los que practicábamos como equipo la forma de afrontar cada uno de los mapas donde se iba a celebrar el campeonato online durante el fin de semana. Aunque pueda sonar exagerado, aquello era comparable al entrenamiento táctico de cualquier equipo de operaciones especiales en la vida real (salvando exigencias físicas por supuesto).

Cada miembro del equipo debía encargarse de proteger un punto de acceso concreto y contar con un plan B, un plan C y hasta alternativas si surgía algún imprevisto en la posición de un compañero. Cuando tocaba asaltar una posición concreta, cada miembro del equipo contaba con su responsabilidad a la hora cubrir una esquina o recoveco concreto, o bloquear el paso en determinado punto de entrada mientras protegía las espaldas de su camarada. Cualquier mínimo error en la cadena, podía tirar por tierra el plan y acabar en una auténtica masacre.

Todos éramos jugadores muy por encima de la media en partidas abiertas, pero salvo un par de excepciones, nunca llegamos demasiado lejos, porque había equipos que nos superaban con creces y que contaban una capacidad de coordinación y una puntería que hacían sentirnos, a pesar de nuestra concienzuda preparación, como auténticos patitos de feria… y eso en divisiones menores, porque jugar en las categorías más altas quedaba fuera de las posibilidades de unos meros jugadores avanzados.

MOBAs: los máximos exponentes del juego en equipo

MOBAs: los máximos exponentes del juego en equipoQuizás más ilustrativo sea este género tan de moda últimamente conocido como Multiplayer Online Battle Arena (MOBA) o lo que es lo mismo, competiciones multijugador en los que dos equipos de 5 personajes con distintas habilidades se enfrentan en un mapa plagado de estructuras defensivas que hay que destruir hasta llegar al corazón de la base enemiga.

Cualquiera que conozca League of Legends, el MOBA más popular hoy en día, sabrá que el planteamiento es relativamente sencillo: unos personajes que van subiendo de nivel, comprando ítems y mejorando sus 4 habilidades disponibles para conseguir esa siempre necesaria ventaja sobre los personajes rivales.

Es un juego relativamente sencillo sí, pero los niveles de coordinación que se requieren para participar al más alto nivel llegan a unos umbrales que asustan. Enfrentar a un grupo de jugadores de a pie con un equipo como los surcoreanos de Samsung Galaxy White, es como poner a luchar a muerte a una camada de topillos de campo contra una manada de rinocerontes… básicamente no hay la mínima posibilidad de victoria por mucho que se trate de un juego donde se controlan “muñequitos lanzado hechizos”.

Ver una partida de League of Legends del máximo nivel es un auténtico espectáculo, y se puede apreciar un nivel de coordinación fruto de muchos días, meses y años de trabajo en el que cada miembro del equipo cumple sus funciones para controlar zonas del mapa, preparar emboscadas o hacer un ataque conjunto cuando se presenta la oportunidad de abrir una brecha en las defensas enemigas. El equipo funciona como una maquinaria perfectamente engrasada y cuenta con una profundidad táctica y estratégica que bien podría dejar en pañales a la famosa pizarra de más de un entrenador de renombre.

Es evidente que para ganar un premio de 1 millón de dólares como en el último campeonato mundial, se necesita un cierto nivel de preparación, lo que muchos no llegan a imaginarse, es hasta dónde llegan las exigencias de esa preparación.

RTS: Estrategia llevada al extremo

RTS: Estrategia llevada al extremoY ahora mi favorito: Starcraft II. El juego de estrategia en tiempo real (RTS) de Blizzard ambientado en un entorno de ciencia-ficción en el que los jugadores se enfrentan recopilando recursos y formando su ejército de pequeñas unidades con las que doblegar a su rival.

Quien escribe estas líneas, a pesar de rozar peligrosamente los 40, sigue siendo un jugador asiduo de Starcraft que ha dedicado muchas horas de su vida a mejorar su técnica y sus capacidades hasta llegar a convertirse en un jugador decente, pero es un juego especialmente exigente en muchos sentidos y a pesar de los enormes esfuerzos realizados, es bastante evidente que no tiene lo que hay que tener para posicionarse en la parte alta de los rankings.

Starcraft es una actividad donde se requiere un nivel de concentración que puede llegar a ser inhumano, es uno de esos pocos juegos en los que una vez se alcanza cierto nivel, resulta imposible mantener una simple conversación mientras juegas. El cerebro del Homo Sapiens tiene muchas limitaciones, y una de las más evidentes es la escasa capacidad de diversificación del foco de atención que nos impide realizar varias tareas simultáneas de forma eficiente.

Como conocedor de los entresijos del juego, ver lo que son capaces de hacer jugadores como Jaedong, Taeja o Bomber, me impresiona mucho más que ver a Cristiano Rolando sentado a toda la defensa para acabar enchufando un obús por la escuadra. Su capacidad para llevar las riendas de tres batallas simultáneas en distintos puntos del mapa mientras construyen nuevos edificios en su base y se defienden de un desembarco enemigo, todo ello realizando las distintas acciones necesarias y oportunas en un intervalo de pocos segundos, me parece sobrepasar con creces los límites de la capacidad humana, algo que rara vez consigo apreciar en un jugador de fútbol.

Si observamos la cara de cualquiera de estos jugadores cuando la cámara enfoca un primer plano, nos podría parecer que estamos mirando una persona inerte con el mismo nivel de actividad cerebral que el necesario para asimilar un programa de la prensa rosa. Pero nada más alejado de la realidad. La cantidad de información que está procesando en ese momento se sale por completo de las gráficas, no hay más que ver los datos de actividad de algunos de estos jugadores que cuentan con cifras que superan las 400 acciones (no pulsaciones) por minuto en determinados momentos de una partida. El fragmento de vídeo que os dejo a continuación cortesía de KhaldorTV, es una buena muestra de la increíble rapidez de Innovation, uno de los jugadores de primera línea en Corea:

De hecho, no son pocas las ocasiones en las que tras una eliminatoria especialmente intensa, se pueda presenciar cómo esos jugadores que llevaban veinte minutos petrificados frente a una pantalla, se desploman sobre el teclado mientras sus exhaustos cerebros se recuperan del sobreesfuerzo.

En definitiva, la alta competición es una tarea exigente para cualquier participante, sea el ámbito que sea, y el nivel de perfeccionamiento se me puede alcanzar con cualquier actividad que invite a superarse, puede llegar a límites insospechados incluso con las tareas aparentemente más sencillas.

Los videojuegos siempre invitan a abrir un debate sobre si merecen el mismo trato que otros deportes de seguimiento masivo, se puede discutir sobre gustos o incluso se puede cuestionar si un adolescente regordete proyecta una imagen de “ejemplo a seguir” tan eficaz en términos sociales como la que proyecta un esculpido futbolista, pero hay algo que no da pie a discusión alguna: las hazañas que estos jugadores de videojuegos profesionales tienen tanto o más mérito que las de muchas estrellas de los deportes tradicionales.

Una vez tuve un profesor que aseguraba que cualquiera se puede convertir en un experto en una materia concreta, sólo hace falta acumular la suficiente práctica. Incluso se aventuraba a sentenciar que la cifra mágica eran 10.000 horas. Pues bien, aunque aquello me pareció razonable en su momento, ahora puedo afirmar que igual que no creo que mucha gente sea capaz de jugar un Grand Slam por muchas miles de horas que dedique golpeando una pelota con su raqueta, tampoco creo que cualquiera sea capaz de jugar al nivel de los “pros” de cualquier deporte electrónico sin sobrepasar muchos de los límites infranqueables para la inmensa mayoría de mortales.

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