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Antonio Resines: “En mi presidencia todo se hizo en favor de la Academia de Cine”

Antonio Resines, durante su discurso como presidente de la Academia de Cine en los Goya 2016

David Martos

Como Fontiveros, su personaje en La niña de tus ojos (1998) y La reina de España, que estrena hoy, Antonio Resines es un hombre tranquilo. Ha mantenido un silencio sepulcral durante los últimos meses sobre su extraña salida de la presidencia de la Academia de Cine. Y eso que ha tenido que oír cosas como esta: “la última presidencia ha sido bastante extravagante con un dinero que a veces no teníamos”. Son palabras, en rueda de prensa, de Yvonne Blake, su sucesora al frente de la institución. Resines considera que ahora sí es momento de defender su posición, su breve mandato al frente de la Academia, marcado por la creación de una AIE [Agrupación de Interés Económico] para gestionar los patrocinios de los Premios Goya.

“Yo cuando escuché esa frase en concreto, lo de 'extravagante', llamé a Yvonne Blake y le dije que esas cosas no se pueden decir, porque se pueden interpretar de forma perjudicial para la persona que supuestamente ha hecho ese uso extravagante del dinero, que en este caso era yo”, decía Resines durante una entrevista con Kinótico, entre la tranquilidad y la vehemencia. “Me pidió perdón, y creo que desde ese día ya no se va a volver a hablar de qué es lo que yo hacía o dejaba de hacer en la presidencia. ¡Porque no viene a cuento! Si yo no he dicho nada, los que vienen ahora no deben decir nada.”. Y eso a pesar de que Blake, elegida presidenta sin oposición en las urnas, sigue haciendo alusiones a su antecesor. La última, durante la entrega de la Medalla de Oro a Santiago Segura: le llamó “Resines el Breve”.

“Desde mi punto de vista”, continuaba el actor, “el sistema de decisión de la Academia de Cine no funciona. Hay una asamblea que elige al presidente y a los dos vicepresidentes, y luego hay una Junta Directiva. En esa junta hay 28 personas -más el presidente y los vicepresidentes-, y todos tienen el mismo voto. Y si la mayoría de la junta no quiere que el presidente haga algo, el presidente no lo puede hacer. Esto al margen de que haya habido una relación más o menos fluida con la junta directiva”. Que no lo ha sido. Otro punto de ficción ha sido la figura del exdirector de la Academia de Cine, Porfirio Enríquez, elegido por la junta y que acabó siendo fiel a la cúpula de Resines. “Hay que reformar los estatutos... porque con el sistema actual no haría falta que hubiera presidentes. Decidirían la junta o la asamblea. Esto es una opinión particular. ¿Qué pasó en mi caso concreto? Que la junta directiva y la presidencia no estuvieron de acuerdo sobre una decisión. Nada más”.

La decisión polémica

Esa decisión fue la puesta en marcha de la AIE mencionada, que se instituyó sin el conocimiento de la Junta Directiva y a la que esta, finalmente, se opuso. “Creo que se puede decir, porque tengo interpuestas demandas contra la gente que insinuó otra cosa, así que no tengo ningún problema. Para que lo tenga todo el mundo claro. Durante mi presidencia, todo lo que se ha hecho, con mayor o menor información para una serie de personas, se ha hecho a favor de la Academia”, se defendía Resines. “Y quiero decir otra cosa que es muy importante para el gran público: la presidencia de la Academia no está remunerada. Con eso ya lo digo todo. Nadie ha hecho nada en contra de la Academia, ni se ha llevado dinero ni nada de nada”. Parte de la polémica surge de que el propio Resines figuraba como titular de la AIE, un hecho criticado por sus detractores y defendido por él como trámite burocrático necesario.

Pero Resines también tenía palabras para su autocrítica, centrada en el procedimiento. “En algunos casos se ha avanzado para tomar decisiones unilateralmente -por parte de la presidencia y de la dirección general- con las que, una vez informada la Junta Directiva, no estaban de acuerdo. ¿Se podría haber hecho de otra forma?”, se preguntaba el expresidente. “Sí. ¿Se reconoció que se podía haber hecho de otra forma? Sí. Y en un momento determinado, como aquello no funcionaba, tomé la decisión de dimitir. Y mis vicepresidentes. Y seis o siete miembros de la junta directiva. No pasa nada más. Más claro el agua”, zanjaba. Y para el final queda el desagravio. O si se quiere, la aclaración. “Estoy muy orgulloso de haber sido presidente de la Academia, porque es una institución seria, con magníficos trabajadores y que funciona muy bien. Son circunstancias de la vida”.

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