La ermita de San José en Tejiade: patrimonio y devoción en La Gomera

Ermita de San José en Tejiade

Pablo Jerez Sabater

San Sebastián de La Gomera —

Este domingo, Tejiade, perteneciente al municipio de San Sebastián, celebra su fiesta religiosa en honor a San José. Este núcleo, uno de los menos conocidos salvo por la batalla por la llegada de la luz al barrio, guarda un tesoro que se remonta al siglo XVIII.

Pocas construcciones religiosas de la isla de La Gomera son tan ignoradas como la ermita de San José en el pago de Tejiade, tierra de secano, de cultivo de cereal y de pasto agrícola. Prácticamente hoy despoblada la zona, durante los siglos XVIII y XIX fueron numerosas las familias que allí residieron dedicándose plenamente a estas labores. Sin embargo, y como bien explicó en su momento Luis Jerez Darias, las condiciones duras de vida, unido a un incipiente desarrollo mercantil de lugares como San Sebastián o Playa de Santiago, hizo que este pago, como muchos otros, sufriera un progresivo despoblamiento.

Había en el siglo XVIII tres ermitas en las tierras altas de lo que hoy consideraríamos San Sebastián: Las Nieves, en Gerduñe; San Juan Bautista, en Benchijigua –de patronato condal-; y la que hoy nos interesa, San José en Tejiade.

La ermita se fundó el 20 de enero de 1719 gracias a la donación de unas tierras y un tributo perpetuo por parte de un vecino de Agulo llamado Juan Rodríguez Casanova, como se recoge en su libro de fábrica y se hizo bajo las órdenes del obispo Lucas Conejero de Molina. Juan Rodríguez Casanova era, desde 1705, mayordomo de la ermita de Las Nieves y además tenía a su cargo la ermita de los condes en Benchijigua, por lo que estamos hablando de un personaje muy notable en aquellos momentos, el cual poseía un importante número de tierras en Tejiade.

Esta ermita, según la disposición de su fundador, tenía que ser heredada y mantenida por el hijo mayor, si lo hubiere, de Juan Rodríguez Casanova. Sin embargo, sabemos que en 1762 la ermita se encontraba en ruinas y hubo una serie de pleitos para delegar responsabilidades. Sin embargo, el hijo mayor había marchado para la Habana y al siguiente, llamado Diego Rodríguez, no le debió interesar demasiado este asunto, por lo que dos años después, el beneficiado de la iglesia matriz de La Asunción, Diego Bueno, redacta una súplica de reedificación de para la ermita.

En estos momentos la ermita sólo tenía un San José con su nicho de Palo, una imagen de Cristo y un San Antonio, según inventario de 1766. Sin embargo, la historia de esta ermita, como muchas otras de la isla, fue muy dura. Fueron numerosas las ocasiones en los que sus mayordomos descargaban gastos de ladrillo y madera porque la ermita se estaba cayendo, estaba en ruinas o, como se puede leer su libro de fábrica, “parecía más un establo con bueyes en su interior que una ermita”.

Pero aun así, la ermita se ha logrado mantener hasta nuestros días y es por ello que merece recordar muy brevemente su origen y desarrollo histórico. De su exterior destaca la portada de cantería, fiel exponente de la tipología constructiva que se dio en la isla durante todo el siglo XVIII, con ese arco de medio punto ligeramente peraltado. Pero de su interior, sin duda es la imagen de su titular, San José, la mejor pieza del conjunto. No es que sea una obra artística sobresaliente, y aunque esté repintada, conserva la esencia de las tallas de corte popular que se dieron en La Gomera durante el siglo XVIII, probablemente esculpidas por algún vecino con rudimentos en el campo de la talla y que recuerda formalmente a las del Salvador de Alajeró, San Juan Bautista en Agulo o San Antonio de Padua en la parroquia de Santo Domingo en Hermigua.

Espero que estas breves líneas sirvan para recordar mejor nuestro patrimonio, ese que es menos conocido, pero que forma parte de nuestra historia.

Etiquetas
stats