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El sonido de la moneda de diez duros

Miguel Jiménez Amaro

Santa Cruz de La Palma —

Queridos amigos míos:

Este otoño, con solo una semana de diferencia, han corrido los dos barrancos más caudalosos de la Isla; primero, el de Las Angustias, luego, el de Las Nieves. La predicción de las cabañuelas del amigo Mauro Fernández, de las que me fío, auguran agua y nieve. Seguirá corriendo agua para el mar, que falta no le hace. Este no hacerle falta, me hace recordar al chiste de El Roto de hace unas semanas. Decía que esto de la desigualdad social ya no es injusticia, que es un crimen que el uno por ciento de la población mundial acapare en sus manos el cincuenta por ciento de la riqueza. ¡Decidme que riqueza crea el agua de la lluvia que se deja ir al mar! ¿Alguna especie de marisco nuevo? ¿No será también otro crimen la falta y el mal estado de los pocos embalses de la Isla?

Tuve un amigo en Tazacorte, en la época que estuve viviendo allí, que tenía unos pocos celemines de plátanos, y media paja de agua, que apenas le daba para regarlos. Cada vez que llovía, se le encendían los ojos de alegría, y se decía: “Con estas dos regaditas que me ahorro le puedo comprar los Reyes para todos los de la casa, o les puedo comprar los libros a los chicos, o tengo que enviarles a los que están en Tenerife estudiando, o pueden venir las próximas vacaciones”. A él le gustaba asistir a las reuniones de Los Señores del Agua, aunque solo tuviese media paja, y llevar su moneda de diez duros en el bolsillo para soltar las mismas palabras de cada año. Pedía la palabra, se levantaba, sacaba su moneda de diez duros del bolsillo, la que tenía guardada en la mesa de noche de su casa para esta ocasión anual, tiraba los diez duros al suelo con toda su fuerza, se escuchaba el sonido metálico de la moneda chocar, ´tin´, y decía: “¡Aunque muchas de las palabras que están aquí diciendo ustedes yo no las entiendo, yo si sé de lo que están hablando. Ustedes, de lo que están hablando es de que la moneda es para ustedes, para los que tanto tienen, y que el sonido, ´tin´, para nosotros, los que casi no tenemos nada!” Así de simple me retrató este viejo y longevo amigo, que ya murió, la riqueza y la desigualdad; la moneda para unos pocos, el sonido de la moneda, ´tin´, para todos los demás. ¡Cuántas veces vio este amigo con sus casi cien años que vivió, correr, con lagrimas en los ojos, el caudal de agua que bota el Barranco de Las Angustias al mar! ¡Cuántas veces se dijo a sí mismo cuánto le gustaría salir pitando de esta Isla!

En el Barranco de Las Nieves, que sufre de la misma enfermedad que el de Las Angustias, que casi enteramente el agua de su caudal se bota al mar, El Barco, volvió a ver el agua correr. Es quien más ha visto este espectáculo, y se volvió a preguntar: “¿Será esta la mía?” El Barco lleva tiempo esperando a que una de estas aguas que corren por el barranco lo lleve al mar de sal, en el que nunca ha estado, y salirse pitando.

El barranco de Las Nieves también ha sido noticia porque a los gallos y gallinas que tan apaciblemente viven allí en tribu, como tranquilos okupas, por la zona de Benahoare, y que tanto pintoresquismo aportan a aquel paisaje, los quieren desahuciar y aplicarles la antigua ley franquista de vagos y maleantes. Los gallos y gallinas nacieron libres, no tienen pasado histórico, no recuerdan aquellos tiempos que algunos quieren revivir, pero ya se han puesto de acuerdo con El Barco para subirse a bordo todos ellos en cuanto este se salga pitando.

Y la tercera noticia de estos días, del Barranco de Las Nieves, es la aparición del estramonio, que está colonizando su cauce. El estramonio es una planta con muchas hojas verdes que da una flor blanca en forma de campana. Es verdad todo lo que dicen de él, puede producir la muerte y la locura, la peor de las muertes. Por estas fechas, hace un año, una chica francesa, de unos dieciocho años, delgada, con una mochila casi más grande que ella, se plantó delante de la puerta de Las Cosas Buenas. Me quedé mirándola, sus ojos marrones estaban totalmente aguados, llorosos, y me preguntó que si la podía ayudar. Entró, descargó la mochila y me enseñó el libro de Baudelaire ‘Las flores de mal’; buscó un poema que era sobre el estramonio. Lo entendí todo muy rápido, había tomado estramonio, la misma flor que tenía tatuada en uno de sus brazos. Sabía la que le iba a venir encima, y vino a pedirnos ayuda. ¿Por qué a la tienda? (Lo hablamos otro día, mis queridos amigos). La planta empezaba a hacerle efectos, y ella a dar gritos de horror, al mismo tiempo que le cambiaba la cara ¡Que bajada a los infiernos! Llamo por teléfono a mi vecino que es psiquiatra, que me dice: “Miguel, llama al 112, que hasta se puede morir”. La historia acabó bien. Los padres que viven en un pueblo cerca de París (él, médico radiólogo; ella, profesora de instituto) la vinieron a buscar a la semana siguiente, y se acercaron a visitar la tienda para darnos las gracias a Ángela y a mí. Anne Sophie, como se llama, tenía dieciocho años como os había dicho, y quería andar con mochila unos meses, antes de entrar en la Universidad. ¡Casi no lo cuentas, querida ´hija´ mía! Me imagino lo que tiene que ser para una planta tener conciencia, muy a su pesar, de ser mortal, o provocar la locura. Ellas, que no tienen complejo de culpa alguno,- pero que saben de qué va la cosa-, como hablan con los gallos y las gallinas del Barranco de Las Nieves, que andan alarmados con esto de aplicarles la antigua ley franquista de vagos y maleantes, han decido no ir a hablar con ningún abogado, ni con ningún partido político, ni con Pablo Iglesias o Alberto Rovira, han decidido, llegado el momento, salir pitando para La Cumbre, como los ‘alzados’ del 36, o subirse al Barco, cuando este zarpe, con los gallos y las gallinas, para salir pitando en cuanto antes de la Isla ¡Me parece que El Barco va salir pitando más cargado que el Arca de Noé!

Cuando estaba en el anterior punto y aparte, y brincando para este renglón, me entraron unos amigos por la puerta de la tienda que me preguntaron por un vino bueno y con buena relación calidad precio. Les contesté que todos, pero que me había llegado hacía unas semanas el Mibal Roble D.O. Ribera del Duero, Roa, que era una primicia, que mis ‘hermanos’, los Hornillos Ballesteros, sacaban en estos días al mercado, un 2013 con once meses de barrica. Al pagarme, se nos cayeron algunas monedas de euro, que cuando se estrellaron contra el suelo hicieron: ´tin´, aunque estos euros no hacen el mismo ´tin´ que aquellos diez duros de cincuenta pesetas. Sí, sigue ocurriendo que las monedas son para unos pocos y el sonido para el resto, como les decía, una vez al año, aquel viejo y longevo amigo mío de Tazacorte a Los Señores del Agua.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior

Las Cosas Buenas de Miguel

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