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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Historias posibles: El superdotado

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No es cierto que Donato Valterra fuera bobo de nacimiento. Ni siquiera comenzó a serlo cuando, a los tres meses de su arribada a este mundo, mientras su madre le cambiaba el pañal, su abuela paterna exclamó:

?¡Bendito sea Dios!, la cuquita de Donatito es idéntica a la de la imagen del Niño Jesús de la iglesia de Los Remedios.

A lo que el abuelo materno añadió sentencioso: “Entonces, es divina. Haga lo que haga con ella, nada será pecado”.

La mueca dibujada en la boquita de Donatito no fue de asentimiento a las palabras de sus orgullosos abuelos, sino la consecuencia de un reflujo lácteo.

Para ser bobo no basta con reunir circunstancias y predisposición para ello. Se requiere, además, tener la firme voluntad de serlo, y Donatito aún debería manifestar su fase de superdotado entreverada con la de la bobería.

?Nada de llamar al niño Donatito ?exigió su padre al resto de la familia?. Tito, así lo llamaremos en adelante. No será emperador, porque eso ya no se lleva, pero estoy seguro de que su fama traspasará fronteras.

El primero en percatarse de que el niño apuntaba a bobo fue su abuelo paterno, cuando observó que, con apenas dos años, prefería un cacho de carne antes que un caramelo, y que se reía más con las noticias de los telediarios que con los dibujos animados.

?¡Qué gracia me hace! ?dijo un día Tito, riendo a carcajaditas, delante de toda la familia?. El presi dice las mentiras sin reírse.

Las palabras del niño exaltaron la babosería familiar, que interpretaba tales ocurrencias como reflexiones propias de un genio.

El rápido aprendizaje, en lectura, escritura y en el desarrollo del pensamiento lógico matemático, fue muy elogiado por las maestras de preescolar, para gran satisfacción de la parentela. Pero, ¡ay!, pronto Tito perdió todo interés por el aprendizaje académico.

?El niño no para, no atiende y distorsiona permanentemente el desarrollo normal de la clase ?le dijo el maestro a los padres?. Creo que sería bueno que lo valorara un psicólogo.

Después de someterse a varios test y entrevistas, Tito fue diagnosticado como superdotado. El experto psicopedagogo aseveró que su comportamiento no era más que la lógica manifestación de un niño que se aburría en clase, por el escaso interés que tenía para él lo que en ella se enseñaba, muy por debajo de su capacidad intelectual. Ese argumento convenció a los padres de que la hiperactividad de su genial hijo era la forma menos hiriente y más educada que tenía de decirles a sus maestros que eran unos zoquetes.

?Bobo, bobo del culo, es lo que es ?musitaba el abuelo paterno, y, no sin cierta sorna, les espetaba a los progenitores de Tito, a la menor ocasión, esto?: si los padres les inculcaran a sus hijos que el respeto y la tolerancia son valores fundamentales para la convivencia, los profesores podrían dedicar su tiempo a enseñar y a hacer valer el esfuerzo y la superación personal; pero parece que estas cosas los padres modernos las han olvidado.

Ni las clases particulares, ni los consejos psicopedagógicos, ni las frecuentes promesas de satisfacer los más peregrinos deseos del genial niño, a cambio de obtener un aprobado en las evaluaciones, servían para cambiar el ineludible rumbo con destino a la estupidez, en el que Tito estaba llamado a ejercer con reconocida maestría.

?Es evidente que es un genio ?decía su padre a la menor ocasión?. Basta con oírlo hablar. El rigor de su análisis, la precisión de la palabra, lo convincente de su discurso y la rapidez de respuesta ante cualquier tema de actualidad así lo evidencian. Lo que pasa es que en este puto país la escuela solo fomenta la mediocridad.

El abuelo paterno, cada vez que oía a su yerno tales aseveraciones, torcía la cara y mascullaba para sí: “este puto país está como está porque cada día abundan más los imbéciles como tú ocupando puestos de responsabilidad.”

Donato Valterra, Tito, logró obtener el bachillerato a los veinte años. El profesorado se liberó, así, de sus impertinencias y de las obstinadas pretensiones paternas. Por entonces, ya era muy dado a soñar despierto con las más increíbles boberías. Se creía Rambo en Pekín y James Bond en Madrid. Se matriculó en una academia de detectives y se creyó Sherlock Holmes y en el año dos mil se enamoró de Marilyn.

Convencido de que estaba dotado para realizar tareas vedadas a la mayoría de los seres humanos, soñaba con poder comer naranjas cultivadas en Düsseldorf, y aceitunas hojiblancas vareadas en Berlín. Soñaba con beber vino tinto de uvas blancas vendimiadas en Oslo y con comer dulces mangos importados de Helsinki. Soñaba con besar los labios de Marilyn. “Bobo lilí”, siguió pensado su abuelo paterno hasta el momento de morir.

Un curso intensivo de finanzas, en una escuela de negocios, le convence de que Keynes a su lado era un aprendiz. Sueña con maletines llenos de ricos amargos dulces, con cohetes en los pies y con ángeles cínicos que miran y no ven. Sueña que es cirujano de mariposas monarcas en Méjico y taxista de vientos vagos en París. Sueña que es el amante de Beyoncé. “Tan listo que parecía y lo bobo que se ha vuelto”, comenzó a pensar la abuela paterna antes de fenecer.

?Nunca dejé de creer que nuestro hijo era un genio ?le dice el padre de Tito a su mujer, mientras miran y escuchan orgullosos la noticia en la televisión?. ¡Fíjate, junto al presidente de la nación!, que, dicho sea de paso, no le llega en inteligencia al talón de nuestro hijo. ¡Ay, cuánto daño ha hecho el sistema docente de este país! Una reforma de verdad, donde genios como nuestro hijo no se pierdan en el camino? Eso, eso es lo que hace falta. ¿Tú crees, querida esposa, que cualquier batata, en solo tres años de tesorero del partido, hubiese sido capaz de hacerse con un chalé como este que nos ha regalado?

Valterra ?así es como los medios de comunicación se refieren a Tito?, tesorero del partido en el poder, Demócratas Sociales y Populares, ha demostrado tener un olfato de auténtico sabueso para la especulación en las principales bolsas del mundo. Para él no es más que un juego, en el que siempre gana. Y todo con un fin loable, diríase que de auténtico mecenazgo: donaciones millonarias al partido; compra de una finca de mil hectáreas en Brasil, para dar trabajo a los pobres de la tierra; y cuentas millonarias en Bermudas y Belice, para evitar que lo contamine la proximidad del dinero. Tito le da sabios consejos al presidente, para que tome decisiones que le hagan perder las próximas elecciones, porque se gana muchísimo más de jefe de la oposición que de presidente del país.

Valterra sueña que sobrevuela un desierto sin viento, siendo cometa de fino papel, y que corre un maratón por las lavas de Timanfaya; sueña que viaja en trineo por las playas de Copacabana y que se embriaga con leche de coco en Reikiavik. Tito, que no deja de ser bobo, muestra sus manos extendidas en encuentros con la patronal, y un inquisidor juez, que no mide el daño que puede hacer a personas honestas y a la estructura de este país, tiene la estúpida ocurrencia de imputarle por corrupción.

?¡Cuánto daño ha hecho la enseñanza en este país! ?exclama el padre de Tito, cuando se entera de la noticia por los medios de comunicación?. Cualquier mediocre, con nulo talento, es capaz de obtener una plaza de juez y tener la osadía de poner en entredicho la brillante gestión de un genio. Un centenar de personas como Tito, y el país estaría en la primera división del desarrollo mundial, pero, ¡claro!, una inteligencia así solo aparece muy de cuando en cuando.

?No seas capullo ?le dijo Tito paternalmente al mediático juez?. Entretente con traficantes y terroristas y deja las finanzas para mí y mi abogado, que de eso sí sabemos.

El juez, que no se percató de que Tito era bobo, decidió grabar lo que hablaba con su defensor, y el cazador resultó cazado, al ser denunciado por las partes por su ilegal forma de proceder. Condenado, y perdida su condición de juez, fue desterrado a la Corte Internacional como abogado de causas perdidas.

Tito, que es bobo, fue exonerado de todo delito, pues nada de lo que se le suponía de su propiedad estaba a su nombre. Harto de dar sobres a malagradecidos, a quienes creyó amigos que ahora renegaban de él, se retiró a una aldea de Girona, donde montó una granja de vacas nudistas y de gallinas silenciosas. Convencido de que es incuestionable el derecho de los pueblos a decidir su destino por sí mismos, promovió un referéndum de autodeterminación, con el fin de lograr la independencia de la aldea de la Comunidad Catalana, y constituirse así en estado soberano dentro de la Unión Europea.

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