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Espacio de opinión de La Palma Ahora

Mi amigo Ángel y la foto del viejo Bill Faulkner

Miguel Jiménez Amaro

Queridos amigos:

En agosto del año ochenta, desde Peñíscola, Castellón, en donde veraneaba con sus padres, don Ángel y doña Petra, mi hermano del alma, Ángel, la Mirada Encendida, me envió esta epístola, coincidiendo con mi veinticinco cumpleaños, una más que circuló, como mismo lo hace la sangre, entre él y yo, que ahora váis a leer, y la foto que veréis de William Faulkner.

Desde el año setenta y cuatro, en que nos conocimos, aquí en la Isla, hasta el 6 de julio de 2004, nos prodigamos mucho en amistad y en este género epistolar. Ángel casi siempre escribía a mano (os hago llegar una foto del color de su letra, de la misma epístola que nos trae). Unas veces me enviaba con ellas dibujos a plumilla, arte que también dominaba, como el de la amistad, la lealtad, el honor, la palabra y la escritura, que tengo enmarcadas.

Desde ese año ochenta, todos los agostos del año, la he venido releyendo, siempre en soledad. A partir de la fecha que su cuerpo expiró, 6 de julio de 2004, con unas horas de diferencia que el cuerpo de Marlon Brando, lo vengo haciendo en el mes de julio, pero este año no lo voy a hacer en soledad, lo haré en soledad compartida con todos vosotros, a través de este vehículo que es La Palma Ahora, y de mis mails masivos:

PEÑISCOLA agosto 80

Querido Miguel

Te envío una fotografía de William Faulkner. Es un documento muy especial. Por lo pronto solo hay cinco en todo el mundo. La tomó un escritor ruso, Simonov, que fue a verle a su granja sureña. Este le dio una copia a mi amigo Ángel Gutiérrez, y yo hice tres copias más: una le di a Víctor, otra me la quedé y la tercera te la mando

El viejo Bill Faulkner, con una de sus borracheras sin límite a cuestas, sale de una dependencia de su establo. Viene de cumplir uno de los ritos más entrañables de los grandes bebedores, viene de mear, y viene serio, grave y silencioso. Es una imagen incomparable de desesperación y serenidad. Qué dignidad conservan sus andrajos. Su desaliño es de una elegancia superior. Y si emana tristeza, esto aumenta la belleza del viejo. Le faltaba poco para morir, y era ya evidente la identidad de su genio y su figura. Esto solo le puede ocurrir a la gente que no necesita guardarse las espaldas, que es muy vieja o que lo ha vivido todo. Es un contemporáneo nuestro y del hombre del Eclesiastés. Yo quisiera morir así. Poco antes de su muerte, Faulkner escribió algo que se me ha grabado en mi memoria activa y que me sabe a heredado, como el color de mis ojos o mi odio por quienes se sienten seguros frente al destino. Dijo: “A pesar de todo, la voz humana sobrevivirá. Y prevalecerá, porque los escritores del futuro acabarán por darse cuenta de que no hay que perder el tiempo con falsos valores nuevos, pues lo que importa son las viejas verdades y realidades ecuménicas, como la amistad, la lealtad y el honor. Viejas verdades y realidades que son la fuente eterna del arte, porque solo por ellas, y porque habla, el hombre merece la pena”.

Yo no puedo decirte más, Miguel. La frase del gran Bill, aunque te la he reproducido de manera sintética y aproximada, lo dice todo. Y tu seguro que lo entiendes en hondura y participas de ella. Es el pequeño – pero enorme- credo de un hombre con flaquezas, humano hasta el fin, y que hace de esas sus flaquezas los escalones de su ascenso hacia la bondad y la inteligencia, que solo en los grandes tipos van unidas, como la cara ética y la cara intelectiva de su talento.

No te preocupes demasiado de tu felicidad, sino de la de los que te rodean, viene a decir, creo yo. Haz que tu compañera se cumpla, o que tus amigos tengan siempre motivos para seguir siéndolo. Haz participar a quienes te quieren de los aspectos amables y solidarios de tu soledad, pero los aspectos hoscos y egoístas, guárdalos para ti solo y méalos en algún rincón solitario de tu establo. Creo yo que eso es lo que dice el viejo Bill. El talento siempre es una disposición moral y de moral antigua, donde crecen las viejas verdades ecuménicas, como la lealtad, la fidelidad, la solidaridad, la felicidad, la solidaridad, la generosidad, el sentido del honor, la caballerosidad, y esas otras cosas que entran en desuso en los mundos podridos. El nuestro es un mundo podrido y hay que estar contra él así, a la manera Faulkneriana, que es la del hombre humano. ¿Te das cuenta del enorme pudor que hay en el gesto de Faulkner? Hay que mear en el rincón del establo, porque toda exhibición – y toda palabra- que no sea necesaria es impúdica. El hombre humano no es –ni debe ser- transparente, sino ofrecer solo a los demás el lado transparente de su opacidad, que ha de quedarse con él a solas, en el rincón intransferible y secreto del establo.

Cuídate y cuida de los tuyos, Miguel. Abraza a los amigos.

Ángel

Cuánta razón tienes, mi Hermano del Alma, en todo lo que escribes, y sobre todo cuando dices: “No te preocupes demasiado por tu felicidad, sino de la de los que te rodean”. Nuestro también Hermano, Facundo Cabral, con el que te estarás cogiendo juergas, como con Brando (¿os pusisteis de acuerdo para abandonar el cuerpo con tan pocas horas de diferencia?), me comentó que cuando le ocurrió lo peor de su vida, la muerte, al mismo tiempo, de su mujer y su hija en un accidente de avión, estaba con él, en la terminal del aeropuerto de Buenos Aires, Krisnhamurti, al que quisieron presentar como nuevo Avatar de la Humanidad, y que él mismo en un gesto de humildad, inteligencia y bondad, se negó a aceptar tal propuesta, y que al momento, llegó la Madre Teresa de Calcuta. La Madre Teresa, le dijo a Facundo, en aquel momento, que se viniese a la India a lavar leprosos con ella. Facundo la siguió como un corderito, y pasó un año y medio trabajando con ella, y ahondando en su espíritu, y nunca más volvió a estar ni triste, ni deprimido, por el resto de su vida.

Mi amigo Salvador descubrió la fe Bahai a principios de los años setenta, hoy es obispo de su religión en Tenerife, es el único superviviente de cuatro hermanos varones a los que los devoró la locura, se comenta que el problema viene de alguno de sus progenitores que contrajo la sífilis en Cuba. Salvador encontró mujer y religión al mismo tiempo, ella le dio a conocer aquella fe, quizás esa sea la razón de haber seguido manteniendo el tipo, hasta hoy, una buena compañera y fe. Él me invitaba, cuando yo tenía diecisiete años, en la casa de sus padres, donde muchas veces jugué, de niño, con su sobrino, Felito, hijo de la única hermana que tuvo la suerte de no sufrir la desgracia de la locura, el Rimbaud canario ( para mí el mejor y más precoz poeta de las Islas ), a unas charlas que manteníamos, por la noche, para hablar de aquella religión. En una de ellas, me comentó la siguiente parábola: “Cuando tengas una tristeza, un desengaño, un problema, una frustración, una traición, busca una persona que tenga una mayor, que siempre la hay, e intenta ayudarla, o ayúdala, mejor, verás como el mal tuyo desaparece o se mitiga”.

Abrazos por El Lado del Corazón. Salud y Alegría Interior

Las Cosas Buenas de Miguel

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