La portada de mañana
Acceder
Una denuncia de la extrema derecha lleva al límite al Gobierno de Sánchez
Crónica - El día que Sánchez se declaró humano. Por Esther Palomera
Opinión - El presidente Sánchez no puede ceder
Sobre este blog

Espacio de opinión de La Palma Ahora

El coste de pensar diferente

Antonio Rodríguez

El principal coste por todos conocido es la etiqueta que nos ponen cuando nuestras opiniones o actuaciones no se corresponden con los de la mayoría, y esa etiqueta cierra muchas puertas. Yo he sido etiquetado, y al menos en dos ocasiones, esas etiquetas no me permitieron trabajar en aquello para lo que estaba preparado, pero sigo pensando diferente y aunque sea incorrecto el comentario, tengo claro que los organismos y empresas que hicieron mal uso de esa etiqueta salieron perdiendo, y de ese modo, otros optaron por un mal profesional al dejarse llevar por etiquetas que descalificaban al que piensa diferente, sin darse cuenta que el que piensa diferente también puede aportar soluciones diferentes a los problemas.

Si indicas que hay que acabar con las subvenciones al deporte profesional, como muchos se entretienen con esos aparente espectáculo, te clasifican de raro, y te van apartando. Del mismo modo cuando opinas que no puede haber reuniones donde las personas vayan a escucharse unas a otras sin tener claro el coste de esas reuniones y si insistes en la necesidad imperiosa de que las reuniones tienen que ser más productivas, también te ignoran, porque no se puede indicar que algunas personas quieren escucharse sin aportar nada, porque entonces la descalificación puede ser bárbara.

El hecho de no actuar como la mayoría o como la mayoría nos indica, llega a convertirse en una absoluta tontería si desde un punto de vista economicista es considerado. El ejemplo de aquellas personas que teniendo la oportunidad de ser funcionarios y sin embargo han optado por trabajar en la empresa privada, razonando que no todas las personas pueden ser parásitos del resto (en relación directa a los funcionarios), por mucho que alguno de estos realmente se esfuerce cuando trabaja, nos muestra que exceptuando el caso de los sueldos de los altos cargos directivos de la empresa privada, nos muestra, reitero, una injusticia en sueldos y prestaciones entre los administrativos que trabajan para entidades públicas y los que lo hacen para las empresas privadas, lo que se traduce en un alto coste para los que optaron por la empresa privada respecto al empleo público.

Otro ejemplo sería el del padre que escolariza a su hija en un colegio concertado de la zona este de la Isla de La Palma, ya que los comentarios de los influyentes indicaban que ese era el mejor colegio, pero pasados los cursos, su hija requiere una atención, que en ese colegio no pueden prestarle o no están dispuestos a prestarle. A pesar de las invitaciones nunca escritas, para que la niña abandone el colegio, el padre acude a reuniones, escuelas de padres, analiza la situación con la tutora, etc., buscando una solución, pero nada. El padre piensa: “Si decían que este era el mejor colegio, y encima está sufragado con dinero público, voy a luchar para que mi hija continúe en el colegio y progrese adecuadamente”. Si el padre no hubiera pensando diferente, hubiera seguido las invitaciones del colegio, y la niña habría estado escolarizada desde hace años en un colegio público, donde hubieran atendido la diversidad manifestada por su descendencia, pero su empeño en contribuir a disponer de un mejor colegio para todas las personas, sólo ha provocado el fracaso escolar de su descendencia.

A pesar de lo comentado, muchas personas se olvidan de los beneficios de pensar diferente, y de participar en cualquier actividad con personas que tienen su propia opinión. ¿Y qué beneficios son estos? El beneficio radica en argumentar, razonar, contrastar ideas, etc. que como mínimo deriva en un desarrollo profesional e intelectual, sólo por estar en contacto con estas personas.

Pero no olvidemos que si pensar diferente es caro, jugar a cambiar el mundo es para millonarios. Trabajar para que la gente sea mejor en el día a día, y pensar en el bien común (sólo un slogan para algunos), conlleva riesgos no asumibles por nosotros los mortales. Me reitero, si pensar diferente es caro, jugar a cambiar el mundo tiene un precio mucho más alto que prácticamente nos obliga a quedarnos como estamos.

Sobre este blog

Espacio de opinión de La Palma Ahora

Etiquetas
stats