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Una heladería llamada 'Poème'

Elsa López

En medio del delirio popular, de las informaciones tristes tigres tres, del derrumbamiento generalizado de muchos de los sueños que hemos fabricado últimamente, he decidido irme a la playa a tomarme un helado de limón acompañada por la música, las letras y las coplas de Carlos Cano. Y allí, cerca de la arena negra, las nubes negras y las olas negras, me encuentro con ese rótulo, Poème, y una heladería que es más que un rótulo: es un pequeño establecimiento donde puedes comprarte un helado o un crepe envuelto en poemas; es un pequeño local, en mitad de un paseo que te lleva o te trae de la playa, en el que se venden helados y otras delicadezas recubiertas con nombres de poetas que llenaron nuestra adolescencia de sueños y palabras con las que poder alimentarnos. Luis Fernando Melini debió pensar que andábamos faltos de versos que llevarnos a la boca y tuvo la feliz idea de montar un negocio cerca del calor y del mar en la isla de La Palma, en la misma playa de Los Cancajos. El lugar se llama Poème y su dueño decidió un día dedicarse a endulzarnos el corazón. Puso en marcha una manera nueva de vender helados y crepes con versos y nombres de poetas. Eligió una fórmula especial de hacernos disfrutar el paladar y montó una heladería para refrescarnos el cuerpo y alegrarnos el espíritu.

En la heladería Poème (además en francés para que no olvidemos a Valery, a Verlaine, a Rimbaud o a Víctor Hugo ni el origen francés bretón de los crêpes) se mezclan helados con poesía, crepes con nombres que nos costaba pronunciar en clase y que luego formaron parte de nuestra edad romántica: Baudelaire, Virginia Wolf, Edgar Alan Poe y otros muchos que rodean con sus nombres deliciosas masas de harina de trigo en forma de disco de unos dieciséis centímetros de diámetro que llevan dentro todo tipo de ingredientes, dulces o salados. Y mientras los saboreas, recuerdas esos nombres y lees esos nombres y puedes ver a esos poetas en las paredes entre bocado y bocado de fresas, miel, queso, plátanos, manzanas y aguacates. Y yo me pregunto qué sentirán esos paladares al degustar los versos de Rilke o de Alfonsina Storni mientras miran el mar y recuerdan o conocen por vez primera sus poemas.

Solo me queda devolverle al dueño ese momento de limones, poemas y armonía que me despejaron las nubes de este lunes desafiante y desearle suerte a quien ha querido darnos tantos placeres juntos y, finalmente, agradecerle que haya recordado a quienes nos emocionaron y dieron bienestar a nuestras almas mientras los leíamos sentados en esa misma playa y mirando ese mismo horizonte.

Elsa López. La Opinión. Martes 27 de septiembre de 2016

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