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“Hay que disuadir a los conductores de circular por la ciudad, usamos los coches más de la cuenta”

Imagen del tramo de la calle Galileo cerrado al tráfico de vehículos.

Fátima Caballero

Cuando uno sube por la calle Galileo desde Alberto Aguilera tiene que caminar dos manzanas hasta toparse con el tramo peatonal de setenta. Esta intervención de urbanismo “táctico” comienza en la intersección con Menéndez Valdés, y el tramo peatonzalizado se interrumpe en el siguiente cruce con Fernando el Católico. 

Durante este mes de agosto el tramo peatonal de Galileo dejará de serlo. Los coches podrán volver a pasar a velocidad reducida por el carril que se había habilitado para bicicletas y vehículos de emergencia. “El espacio peatonal ganado se mantendrá”, aseguran desde el Ayuntamiento de Madrid. 

Al llevar a esos setenta metros llaman dos cosas la atención: el color amarillo del asfalto y las enormes macetas que ahora le dan color. Luego si se examina con un poco más de detenimiento, uno encuentra un parque, un centro cultural, una tienda de pintura y bellas artes en la esquina con Fernando el Católico, un taller de reparación de motos y dos comercios de hostelería con sus respectivas terrazas. 

El Ayuntamiento de Manuela Carmena eligió ese tramo como el primero donde poner en marcha su primera actuación de urbanismo táctico, medidas temporales y reversibles con las que decidir una actuación definitiva. “Han cortado aquí porque no hay ningún garaje y la calle tiene mucho tráfico de paso que se quiere evitar”, explica a eldiario.es Antonio, dueño de la tienda de Bellas Artes.

Desde que se peatonalizara la calle el pasado 12 de junio, Antonio ha aparecido hasta en cuatro ocasiones en Telemadrid para hablar del tema y ha contestado a numerosas entrevistas: “Los medios os habéis interesado mucho”, cuenta, “y aquí el debate ha estado caldeado aunque lo cierto es que cada vez se habla menos”.

A priori, Antonio se posiciona “en contra” a la actuación porque se ha quedado sin “carga y descarga”, aunque asegura que “hay más ambiente” en la calle desde su puesta en marcha: “mucha gente está utilizando el espacio”. Tampoco han bajado las ventas de su negocio y reflexiona que a lo mejor a la larga “podrían aumentar” porque “llegan más personas”. 

Carmen, una vecina que está leyendo sentada en uno de los bancos que ocupan el espacio antes reservado para el aparcamiento de coches, ve “bien” la medida: “Todo lo que sea tener más de verde y menos de contaminazión está muy bien. Los coches tienen opciones y es muy poquito lo que tienen que desviarse”. 

A Carmen le han llegado las protestas vecinales. “A todos nos han llegado” aunque reconoce que no ha hablado con ninguna persona en contra: “me gustaría para entender su oposición”.

Precisamente, la presión vecinal ha sido clave en la decisión de abrir un carril a los coches de nuevo: “Cuando haces una actuación de urbanismo táctico, una medida reversible, sabes que va a ir cambiando durante el proceso y eso es lo que estamos haciendo: escuchar algunas protestas de los vecinos; de los que están más a favor, de los que están más en contra”, explicaba este sábado el concejal de distrito, Jorge García Castaño en una entrevista en eldiario.es.

Tanto Esther como Maria José son dos vecinas del barrio que han firmado en contra de la actuación, movilización que inició la asociación vecinal 'El Organillo'. Estas hermanas considera que una intervención “solo” en setenta metros “no sirve para nada” y aunque reconocen que la ciudad “está diseñada para los coches” creen que “no se puede hacer nada”: “Madrid no está preparada para ser una ciudad para el peatón”, defienden. 

Lidia ha llegado por primera vez a ver el espacio nuevo. Tiene una peluquería en la zona y sus clientas le contaron sobre los setenta metros peatonales. Una vez allí le parece agradable que haya un sitio “sin ruido” donde poder estar. 

La disminución del ruido es otra de las características que Joaquín, propietario de uno de los bares del tramo de Galileo destaca como positivo de la medida: “la tranquilidad que se ha ganado respecto a ruidos y suciedad por el tráfico es mejor”. Joaquín no entiende las críticas a los hosteleros, a los que acusan de ser los únicos beneficiarios. “Ocupo el mismo espacio y no encuentro ahí el beneficio, aunque es verdad es que es más agradable estar ahí”, reconoce.

Sentada en una de las terrazas está Carmen cuanto a tres amigos. Es ingeniera de Caminos y está a favor de fomentar este tipo de medidas: “Hay que disuadir a los conductores de circular por la ciudad, usamos los coches más de la cuenta”. Aunque se muestra crítica con la actuación. En su opinión, el Ayuntamiento “no ha actuado con cabeza”. 

“Si quieres hacer una medida disuasoria la tienes que hacer en consecuencia, porque si aumentas los aparcamientos en las calles aledañas, quitas el tráfico aquí pero lo duplicas en las calles paralelas”, defiende. 

Uno de sus acompañantes, Javier (también ingeniero de Caminos) considera que las críticas vienen porque “la gente es bastante adicta al coche en esta ciudad”, una afirmación en la que se incluye Carlos, otro de los componentes de la mesa. 

El Ayuntamiento de Madrid retrocede ahora. Los setenta metros de Galileo dejarán de ser peatonales. Los expertos critican el cambio de criterio “en tan poco tiempo”. A su juicio, “estas medidas necesitan su tiempo de adaptación”. 

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