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Todo es mentira

Emo Hitler

Lucía Lijtmaer

Barcelona —

“No es la historia la que hace a los héroes, son los héroes los que hacen historia”. Esta emotiva leyenda reza sobreimpresa en el rostro de Taylor Swift, la jovenzuela cantante rubia, animándonos -como suele ser habitual en el culto a las celebrities- a ser mejores, a llegar más lejos, a superarnos a nosotros mismos. El pequeño detalle es que la frase no es suya sino de Adolf Hitler y que, una vez se enteraron los medios, se lió parda. La idea partió de una usuaria de Pinterest llamada Emily Pattinson, que se dedicó a atribuir frases del líder nazi a Swift en su muro, para, en sus propias palabras, “ridiculizar la cultura de internet y a todos aquellos que no son capaces de hacer una simple búsqueda online” y contrastar las cosas. Más allá de los memes risibles posteriores -¡Hitler responde! ¡Chúpate esa, Swift!-, lo interesante ha sido comprobar cómo, una vez más, si funciona y convence, en internet poco importa si algo es real o no.

La borrosa línea entre la ficción y la realidad se desdibuja en todos los ámbitos culturales, y trasciende los virales de la Red. En el terreno audiovisual, el ya instaurado género del falso documental reaparece con una vuelta de tuerca gracias a Interior. Leather Bar, que se estrenará en el próximo Festival de Sitges. El filme, dirigido por James Franco y Travis Mathews, se presenta como un “docuficción” en el que Franco y Mathews se interpretan a sí mismos en busca de los cuarenta minutos censurados de A la caza, una cinta protagonizada por Al Pacino y estrenada en 1980, sobre la que durante años pendió una leyenda: la película, que abordaba la búsqueda de un asesino en serie cuyas víctimas eran homosexuales de la escena S&M, tenía mucho contenido explícito que fue eliminado. Pero Interior. Leather Bar va más allá. Como si se tratara de una saga de muñecas rusas, esos protagonistas que buscan el material perdido de ficción acaban explorando los límites morales y las contradicciones con las que se enfrentaron aquellos que realizaron A la caza en un documental que en realidad no lo es.

Más allá de lo rocambolesco, lo cierto es que Val Lauren, el actor que debería encarnar la reconstrucción de esos 40 minutos, se plantea dudas y titubea realmente ante lo que le piden que haga (y el público con él). Al final el falso documental deja de serlo, y acaba cumpliendo los mismos objetivos que haría uno verdadero. Así, con respecto a lo real y a ficticio en cultura parecería que la pregunta más que ¿por qué? se ha convertido en un ¿por qué no?, gracias a la libertad que ofrece la mezcla.

De la no ficción al ensayo

Hasta una de las novedades ensayísticas más esperadas de la temporada está en el ajo. En cuerpo y en lo otro de David Foster Wallace, la última colección inédita de piezas de no ficción del malogrado escritor, está formada por artículos periodísticos, muy cercanos al ensayo tradicional. Pero ya se ha establecido en la biografía de T. D. Max -que también sale a la luz este mes en Mondadori- que en más de una ocasión ocasión Foster Wallace “embellecía” algún detalle para hacerlo más accesible al lector. Su colega Jonathan Franzen admitió más de una discusión en la que ambos “no estuvieron de acuerdo entre cual es la línea que separa los hechos de lo ficticio”. ¿Cambia eso la calidad de su obra o la hace más acorde unos tiempos en los que esa 'línea' parece haberse desdibujado completamente?

Harina de otro costal son los “essays” que proponen, por ejemplo, Lena Dunham o Sloaney Crosley, que se alejan del ensayo como lo conocemos pero tampoco son exáctamente ficción. No son arduas investigaciones sobre temáticas diversas, sino ensayos personales, una nueva diatriba que parece practicar la camada más joven de escritores. Para que nos entendamos, es lo que hacía el personaje de Hannah Horvath en Girls: ensayos autobiográficos. Una mezcla de diario personal y artículo periodístico pero en el que su busca la calidad literaria. Pendientes como estamos de que llegue Not that kind of Girl (el primer libro de Dunham, segun dicen un libro de autoayuda para su generación,) se puede comprobar como Sloane Crosley lo borda en “Me dijeron que habría pastel” (Circe) y más recientemente “How did you get this number?” (Portobello Books). Crosley reexamina su propia vida para sacar conclusiones. No se trata de una vida demencialmente movida, pero en lo cotidiano la autora encuentra algo interesante que contar: una boda en Alaska representa una manera de aproximarse a qué significa Estados Unidos para una neoyorquina, el encuentro con su némesis de la adolescencia en un baño de un restaurante chino cumple con la máxima de que todo pasado debería quedar atrás siempre. El lector se pregunta ¿cuan reales son estos encuentros? ¿No estarán cuidadosamente editados para que la autora pueda sacar sus mejores chistes y metáforas? Lo cierto es que no importa, el contenido es lo suficientemente sólido como para sonar auténtico.

Después de todo, y visto lo visto, quizás es eso lo que podría mosquearle a Taylor Swift: que ese juego resulte plausible. Eso y que también había citas de Stalin y Bin Laden.

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