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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

Angela Merkel domina el panorama, interior y europeo

Emmanuel Macron y Angela Merkel.

Carlos Elordi

Las últimas noticias de la crónica política europea transmiten el mismo mensaje. El de que la derecha y centro-derecha avanzan mientras la izquierda retrocede en conjunto. La victoria de Emmanuel Macron va en esa dirección, aunque tiene también otros significados. La nominación como primer ministro francés de un dirigente de la derecha moderada lo confirma. El remate, hasta el momento, ha sido el batacazo del Partido Socialdemócrata alemán en las elecciones de Renania del Norte-Westfalia que sugiere que Angela Merkel va a volver a ganar. Y su reunión con Macron de este lunes en Berlín indica que el futuro de este está en buena medida en manos de lo que decida el Gobierno alemán.

El presidente francés ha nombrado a un destacado exponente del sector moderado de Les Républicains, el partido de la derecha francesa, para presidir el Gobierno. Probablemente con dos intenciones que, al final, coinciden. Una es la de atraer a votantes de derechas a la lista de su partido, La République En Marche, en las elecciones legislativas que se celebrarán el 11 y 18 de junio y, al tiempo, la de impedir que Les Républicains se conviertan en el primer partido de la Asamblea y obliguen a Macron a “cohabitar” con un gobierno de la derecha.

La otra es romper a la derecha misma en dos pedazos, los moderados de un lado y los duros de otro. La tensión entre ambos sectores existe desde hace tiempo. La derrota de François Fillon en la primera vuelta de las presidenciales la ha agudizado hasta extremos que no tienen precedentes. No sólo Edouard Philippe ha aceptado el cargo de primer ministro, sino que el mismo día que lo hacía, otros 20 dirigentes de la derecha moderada se pasaban a La République En Marche para figurar en sus listas electorales. En las que ya hay unos cuantos candidatos conservadores junto a otros que proceden del Partido Socialista.

Tras desmembrar y hundir al PSF, Macron pretende hacer lo mismo con Les Républicains. Si lo consigue, y todo indica que así va a ser en buena medida (“La ofensiva de Macron fractura a la derecha, que está al borde del ataque de nervios”, titulaba ayer Le Monde), el centro-derecha será la única referencia de poder. El único contrapeso real será el que ejerza la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. Las legislativas dirán cuál es su fuerza. Puede que no llegue al 19% que obtuvo en la primera vuelta de las presidenciales –el Partido Comunista amenaza con ir por su cuenta–, pero esa minoría parlamentaria tendrá una fuerza adicional gracias a sus coincidencias con los sindicatos principales y con distintas organizaciones sociales.

Macron habrá de librar contra todos ellos la batalla de sus reformas. Las laborales, en primer lugar, pero también las fiscales y su proyectado recorte de la plantilla de los empleados públicos. Esos, junto a los que prevén la liberalización o desestatalización de muchos sectores económicos, son puntos irrenunciables del programa de La République En Marche. Que pretende reducir significativamente el peso del Estado en el PIB –casi un 56 %, el más alto de Europa– y alentar por todos los medios posibles el crecimiento.

Pero para alcanzar ese objetivo necesita también, sus expertos dicen que es una condición sine qua non, que la Unión Europea cambie de política, que abandone de verdad la austeridad, con todo lo que ella comporta, particularmente en materia financiera. Y, como se sabe, la llave de esa puerta está en manos de Alemania. El lunes Macron fue a Berlín para pedirle a Angela Merkel que la fuera abriendo. Y la canciller no le dijo que no. Pero tampoco que sí. Que ella no se opone en principio a una reforma de los tratados europeos, tal y como pide Francia, pero que ese es un asunto que habrá que tratar más adelante.

Hace poco su ministro de finanzas había sido mucho más claro al respecto: “Es ilusorio todo proyecto que pretenda cambiar los tratados”, declaró el “ogro” Wolfgang Schäuble. Y el Bild, el periódico más difundido de Alemania y defensor extremo del interés germano por encima de todo, y si no que se lo pregunten a los griegos, titulaba ayer: “¿Cuánto nos va a costar Francia?”.

Angela Merkel no lo tiene fácil frente a esas opiniones. Pero, con todo, hará algo. Porque necesita que Francia levante la cabeza, que el programa de Macron –que tampoco está tan lejos de sus posiciones– no fracase. Porque le hace falta una Francia mínimamente fuerte para salvar el euro, que Alemania quiere defender por encima de todo y que sigue estando en riesgo, aunque últimamente las aguas financieras estén calmadas.

Pero lo hará mandando y cuando a ella le convenga. Y, desde luego, no antes del 24 de septiembre, fecha de las elecciones generales germanas. Las cosas le pintan bien en esa dirección. Porque su gran rival, el Partido Socialdemócrata, va para abajo. Este domingo ha caído un 7,5% en su tradicional feudo de Renania del Norte-Westfalia, mientras la CDU de Merkel subía un 5%. La imagen de Martin Schulz, el líder del SPD y originario de esa región, está claramente decayendo. La ilusión de que pudiera batir a Merkel en las generales parece haberse desvanecido del todo.

Cuando en enero se convirtió en candidato oficial del SPD, Schulz criticó abiertamente la deriva socio-liberal de su partido, es decir, entonó un discurso de izquierdas y subió hasta el 30% en los sondeos. Luego ha ido matizando su discurso, ahora se limita a reivindicar “justicia social” y está cayendo en las encuestas. El Frankfurter Allgemeine, un diario conservador pero a veces muy atinado, lo explicaba ayer así: “Si cada vez más alemanes están satisfechos con su situación personal, ¿por qué colocar la injusticia social como prioridad? La gente mira mucho a su nómina y al dinero que se gasta en el estado del bienestar”. ¿Sólo en Alemania?

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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