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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

Digan lo que digan, la austeridad europea está aquí para quedarse

El presidente de la Comisión Europea (CE), José Manuel Durao Barroso. / Efe

Carlos Elordi

Una vez más, y van unas cuantas desde que empezó la crisis, en los circuitos del poder europeo está en curso una campaña de declaraciones destinadas a hacer creer que algo importante puede cambiar en el panorama económico del continente. En esta ocasión, lo que se pretende transmitir es la idea de que la época de la austeridad y de los recortes podría estar llegando a su final y que esa política será poco a poco sustituida por un empeño decidido a favor del crecimiento. Pero aunque parezca que los mercados se han tragado el caramelo, lo más probable es que no ocurra nada de eso.

Belén Carreño ha reseñado en eldiario.es que las últimas subidas de las bolsas europeas se han atribuido a la reciente afirmación del presidente de la Comisión Europea de que “la austeridad ha alcanzado su límite”, a la posibilidad de que a España se le amplíe en dos años el plazo para cumplir con sus compromisos de reducción del déficit público y a los rumores de que el BCE podría rebajar este jueves su tipo de interés básico, lo que en la jerga se llama “tasa de refinanciación”.

Pero no hay que fiarse mucho de esos argumentos. Ni de los movimientos puntuales de las bolsas mismas, que un día suben por una cosa, al día siguiente se han olvidado de ella y bajan por otra y al tercero se descubre que lo que ocultaban unos y otros motivos eran operaciones especulativas hábilmente camufladas tras grandilocuentes formulaciones económicas. Los cambios en las bolsas sólo indican algo consistente cuando expresan tendencias que se mantienen durante periodos bastante más largos.

José Manuel Durao Barroso, el presidente de la Comisión, es un político con el agua al cuello, al que el presidente del Consejo europeo, el belga Herman Van Rompuy, le está quitando cada día más protagonismo y autoridad. Y que, sobre todo, no tiene fuerza política alguna para lograr que Angela Merkel modifique su posición. Y la canciller alemana no ha proporcionado el mínimo indicio de que esté dispuesta a que se relaje la austeridad.

No sólo porque defiende los intereses de los bancos alemanes, para los que lo prioritario es que se les garantice que no se van a evaporar las deudas que con ellos tienen sus colegas de los países más débiles, entre ellos España. Sino porque esa política es apoyada por una mayoría bastante abrumadora de la ciudadanía alemana, que, aunque no se diga mucho, está sometida, y desde hace años, a una notable carga de austeridad.

Los observadores más autorizados de la realidad alemana concluyen por eso que la actitud de la señora Merkel no sólo no va a cambiar de aquí a las elecciones germanas de septiembre, sino que tampoco lo hará sustancialmente después de ellas, a no ser que en el escenario intervengan presiones mucho más fuertes que las que podrían hacer Bruselas o los socios de la UE. Entre otras cosas porque socialdemócratas y verdes, sus principales rivales, coinciden básicamente con ella en ese punto, que está ausente del debate preelectoral germano. Al menos hasta el momento.

Lo de la prórroga a España tiene su coña. ¿Qué puede cambiar para los ciudadanos y la economía de nuestro país el que nos den dos años más para cumplir los compromisos de déficit, si en 2012, y con todos los recortes que se han hecho, España ha superado en más de un 30% el límite que le habían fijado y el desfase de las cuentas públicas se ha ido al 7,3%, aunque el Gobierno sólo reconozca el 7,0%? Seguramente la eventual prórroga obedecería solo a eso.

Y tampoco cabe esperar mucho del rumoreado descenso del tipo de interés básico de la eurozona. Hace tres o cuatro años podría haber valido para algo. Pero, ¿cuánto va a reavivar la inversión generadora de puestos de trabajo un recorte del 0,75 actual al 0,50, o incluso al 0,25, si el principal problema que tienen los emprendedores es que los bancos no les dan créditos porque ellos mismos están endeudados hasta las cejas? A lo sumo esa rebaja tendería a reducir los costes de esas deudas. Que el de las hipotecarias seguramente no, por culpa de las intolerables cláusulas de suelo.

En definitiva, que no cabe esperar cambio significativo alguno a corto plazo. Es cierto que, además de por el ingente endeudamiento de unos cuantos países, la situación económica europea está marcada por los datos que confirman que la producción europea conjunta ha caído de nuevo en el primer semestre del 2013, contradiciendo las previsiones de que justamente en ese periodo se iniciaría una recuperación que hace seis u ocho meses hicieron varios organismos. Justamente los mismos que ahora dicen que el marasmo –que toma la forma de recesión en varios miembros de la eurozona, entre ellos España– va a continuar. Y que esos hechos, que están influyendo muy negativamente en la coyuntura económica mundial, podrían redoblar las presiones que desde Estados Unidos y desde los cada vez más influyentes países emergentes se están haciendo sobre Angela Merkel para que cambie de actitud. Pero, en todo caso, hasta eso tardaría aún bastante tiempo en dar frutos.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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