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Sobre este blog

Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

La crisis puede provocar la inestabilidad política del sistema

Merkel viaja a Grecia para apoyar a Samarás en medio de una gran tensión social. / Efe

Carlos Elordi

Las previsiones que ayer hizo públicas el FMI no sólo dejan en ridículo a Rajoy, a Montoro, a De Guindos y a sus presupuestos de hace menos de 15 días, sino que constituyen la primera crítica directa que ese organismo hace a la política de austeridad que Alemania ha venido imponiendo desde hace años a Europa. Con más recortes, viene a decir el FMI, no sólo Grecia y España van al desastre, sino que toda Europa ahondará en su recesión y el conjunto de la economía global se verá afectada (Wall Street Journal y Financial Times de hoy).

La Unión Europea sigue haciendo oídos sordos frente a esa realidad y juega a hacer que hace algo, cuando lo cierto es que está bloqueada por las agendas políticas internas de los distintos países, atenazada por sus fracasos sucesivos frente a la crisis e incapaz de implementar hasta el final sus propias decisiones: ayer, en Luxemburgo, los ministros de finanzas de la eurozona aprobaron, con varios meses de retraso, el fondos de ayuda a los países en dificultades, salieron en las teles satisfechos del logro alcanzado, pero no avanzaron un ápice en la concreción de la manera en que dicho fondo será operativo (“la realidad del fondo es mucho menos elegante que su teoría”, dice el New York Times).

Del rescate a España los ministros no dijeron, oficialmente, una sola palabra. Pero fuera de esa sala de reuniones, su necesidad es un clamor al que se han sumado no pocos políticos europeos. A Grecia, en cambio, le dedicaron un ultimátum: o cumple ya con los recortes o no habrá más dinero para una Atenas que a principios de noviembre podría caer, de hecho y de derecho, en la quiebra. Y mientras tanto Angela Merkel, cada vez más contestada en su propio país (a su partido democristiano le acaba de salir una escisión, Alternativa 2013, que exige menos contemplaciones con la Europa en dificultades), viaja a Grecia, aún no se sabe bien con qué fin, y se encuentra con masas en la calle que la ponen a caer de un burro. “Es una imagen devastadora”, dice hoy el Suddeustche Zeitung.

Todos y cada uno de esos mensajes llegan nítidos a los mercados. Los expertos temen que de un día para otro éstos reaccionen como acostumbran ante las malas noticias: con un nuevo batacazo a las bolsas y a las primas de riesgo. “Rajoy está jugando con fuego al retrasar su petición de rescate”, ha dicho el Washington Post. Su objetivo de no hacer nada antes de que pasen las elecciones gallegas, un hecho que ya es público y notorio en toda la prensa del mundo, le puede estallar en las manos.

Wolfgang Munchau, una de las opiniones más influyentes en el circuito europeo, no da un duro por España, ni por la política europea de austeridad, en el Financial Times: “Hemos llegado a un punto en el que las políticas adoptadas para resolver la crisis de la deuda causan más daño que el que habría causado el problema mismo. Eso es ya dolorosamente obvio en Grecia y cada vez más en España. Si no se produce un gran cambio de las políticas, España seguirá el mismo camino que Grecia. Mi conclusión es que la política actual no permite la supervivencia de esos dos países en la eurozona. Ninguno de los dos tiene otra opción que abandonarla”.

Al hilo de las protestas españolas en la calle, Dominique Moïsi, otro gurú europeo, en este caso francés, hace una reflexión más estrictamente política en Les Echos: “¿Es España el futuro de Europa? ¿Lo que se está jugando en la calle entre el gobierno y la parte más inquieta de la sociedad es una prefiguración de lo que le espera mañana a la mayoría de los países de la Unión Europea: un pulso gigantesco entre unos gobiernos decididos a hacer frente a la crisis con medidas de austeridad cada vez más radicales y unos ciudadanos que no entienden la racionalidad de esas políticas? La inmensa mayoría de los españoles no quiere dejar el euro pero tampoco está dispuesta a hacer los sacrificios necesarios para satisfacer los criterios de la UE. Y si España está verdaderamente al borde del precipicio, Francia no estaría muy lejos de él”.

Ambos artículos, cada uno a su manera, expresan un cambio de orientación sustancial en los análisis que hasta ahora se han venido haciendo sobre la crisis: lo que puede estar perfilando en el horizonte es una situación que las instituciones políticas no han previsto y que puede que no sean capaces de controlar. Robert Samuelson, afamado columnista del Washington Post precisa aún más ese escenario: “Lo que estamos viendo en Europa -y puede que se entrevea en Estados Unidos- es el agotamiento del orden social moderno. Desde hace dos siglos, a pesar de algunas interrupciones, la prosperidad ha propiciado democracias estables en Estados Unidos, Europa y parte de Asia. La actual crisis económica puede dar la vuelta a ese proceso virtuoso. Unas sociedades casi estancadas no pueden satisfacer las expectativas de empleo, de mejores salarios y de gasto público. Las instituciones políticas pierden por ello legitimidad. Una menor expansión económica puede provocar inestabilidad política y viceversa. Eso sería una histórica y dolorosa ruptura con el pasado”.

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Carlos Elordi es periodista. Trabajó en los semanarios Triunfo, La Calle y fue director del mensual Mayo. Fue corresponsal en España de La Repubblica, colaborador de El País y de la Cadena SER. Actualmente escribe en El Periódico de Catalunya.

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