Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

MX-30: el eléctrico diferente y genuinamente Mazda

El MX-30.

Javier Galilea

En los últimos cinco años, la propuestas híbridas y eléctricas de los fabricantes europeos, asiáticos y norteamericanos han pasado de contarse con los dedos de una mano, a sumar 36 modelos distintos a la venta solo en el mercado español. La electrificación de versiones existentes de combustión interna ha sido el camino emprendido por más del 80% de la oferta. Y el resultado general ha venido a ser el de fabricar un pan como unas tortas desde el punto de vista dinámico (pesados), funcional (menos maletero) e incluso estético, siendo más de lo mismo, pero con algunos detalles de color. 

Conocedora de esta realidad y reticente a la presentación de un modelo hasta no tener el concepto claro, Mazda se puso manos a la obra sobre una mula en forma de CX-30 a mediados de 2018 para probar elementos eléctricos (motor, baterías, sistema de carga, refrigeración), para poco después presentar en el salón de Tokio de 2019 una silueta tan Mazda como inesperada: el Mazda MX-30. 

En aquel modelo quedó claro que el diseño Kodo podía envolver con el mismo lenguaje a una carrocería e interior completamente diferentes, compuesta por elementos inéditos. Los pasos de rueda trapezoidales y gruesamente enmarcados expresaban solidez y protección. El  pilar “A” notablemente vertical encontraba contestación en el “C” muy tendido y envolvente, en contrapunto a las superficies de la carrocería planas y rectas. Unas puertas traseras de apertura inversa dejaban paso a un interior en el que los elementos giraban alrededor de los pasajeros con una limpieza total de elementos superfluos. Y, sin embargo, todo el conjunto completamente diferente de lo visto en los más nuevos Mazda3 y CX-30 encontraba un encaje natural al lado de sus hermanos de gama. 

Diseño ‘humano moderno’

La fórmula  ha funcionado porque el diseño limpio y el tratamiento artesano de los materiales, son inherentes a la marca. El frontal prescinde de la calandra tradicional, mostrando una imagen más empática y menos penetrante. El logotipo toma protagonismo y se comporta como el punto de nacimiento de los paneles de chapa, que aun siendo más planos y menos labrados que lo habitual, generan el apreciado juego de luces y sombras típicamente Mazda. Y lo hace sin necesidad de evidenciar pliegues en la chapa. Los faros se reducen a la mínima expresión, pero son redondos y tridimensionales para transmitir mirada, y calcar una huella lumínica similar a la trasera, enviando de paso los intermitentes a los extremos inferiores del paragolpes.

La composición del lateral incrementa la sensación de automóvil manejable para todos los días. Aun siendo  igual de largo que un Mazda CX-30, el juego llevado a cabo con las puertas freestyle le hace parecer un coupé de dos puertas con volúmenes de SUV. Más largas que lo habitual, las puertas delanteras abren a 80 grados y dejan completamente a la vista la butaca. Y bastante más cortas pero abriendo a la contra y a 82 grados, las traseras permiten visualizar cuando están abiertas el habitáculo en toda su extensión como si se tratara de una estancia de la casa. 

De puertas para adentro, el nuevo juego de elementos, líneas y materiales se sale de los parámetros clásicos. Cuando está apagado, la instrumentación y las dos pantallas adicionales (superior y encastrada en la consola central) no entorpecen la expresión horizontal del salpicadero, con estrechos aireadores y una fina línea de aluminio pulido de lado a lado. Encendido, se aprecia un meticuloso trabajo de diseño para emparentar los distintos elementos que quedan a la vista. Los tonos marrones del corcho natural son la base de la consola central flotante que contiene la palanca del cambio y el control giratorio de los menús superiores. Por primera vez, Mazda adopta el mando táctil en la central, más visual para el acompañante, pero replicado en forma de botones físicos para no distraer al conductor. 

Sostenibilidad que se ve y que se siente

Los paneles interiores de puertas, realizados en plástico reciclado PET (el de las botellas de agua), los tapizados con un 20% de su composición proveniente de fibras recicladas o la piel artificial utilizada en los remates de los asientos, que evita la utilización de disolventes en su proceso de fabricación, tienen mucho que ver con la batería más compacta montada en un coche eléctrico de tamaño similar. Los 35,5 kWh de capacidad de aquellas le permiten recorrer 265 kilómetros en ciudad, añadiendo solo 310 kilos al conjunto. Rebasar esa cifra, no permitiría colocar el paquete centrado y arropado por los largueros del chasis entre ambos ejes. Optar por una más grande, aumentaría la huella medioambiental y alejaría el objetivo real que persiguen los automóviles eléctricos frente a los de combustión interna: las emisiones de CO2. 

Con este compromiso, se satisfacen ampliamente las necesidades de movilidad media de un conductor europeo, que en una semana rara vez supera los 300 kilómetros, con un consumo de electricidad parecido al de los más eficientes (y más pequeños) del mercado. El MX-30 mantiene un tacto de conducción 100% Mazda, es decir, preciso y deportivo, sin inercias a la hora de negociar curvas, y después de 55.000 kilómetros recorridos, el MX-30 compensa las emisiones extra que demanda la producción, transporte y ensamblado de sus baterías Hitachi respecto a un CX-30 más convencional.

Conexión garantizada

Su único motor delantero rinde 145 caballos de potencia. La suavidad en su entrega lleva a otro nivel la conexión entre el conductor y el coche, que empieza desde el mismo tacto del pedal, con más recorrido, en busca de sensaciones naturales. O las levas de cambio, que están donde se esperan, pero sirven para modular hasta cinco grados de retención del motor. La experiencia se completa con un leve sonido que sale de los altavoces y que conecta al conductor con la intensidad de la aceleración o deceleración del vehículo.

Aunque pese en vacío 1.645 kilos, el MX-30 es un coche suficientemente rápido, particularmente en fases de aceleración (9,7 en el 0-100). Su velocidad máxima está limitada a 140 kilómetros por hora, perfecto en el fondo para evitar multas en el tráfico periférico. Mazda tampoco se ha olvidado de incluir en el MX-30 su afamado sistema de control de par G-Vectoring Control (e-GVC Plus), encargado de gestionar las transiciones entre las fuerzas G longitudinales y laterales, modulando de forma independiente el aporte de par a las ruedas delanteras a la entrada y a la salida de las curvas. 

Por último, Mazda pone al servicio del usuario una aplicación móvil, a través de la cual mantiene el control y la gestión del vehículo incluso estando fuera del mismo. De tal manera que MyMazda, así se llama la app, avisa al conductor si ha aparcado sin enchufarlo a la red, permite conocer y programar la carga, envía los recorridos al navegador teniendo en cuenta la autonomía real del vehículo o informa sobre la disponibilidad de puntos de carga en el itinerario o sobre cómo climatizar el habitáculo.

Menos batería, más diversión y un concepto pensado desde la primera pieza para ser el mejor eléctrico, es la oferta que Mazda aporta a este nuevo nicho, que crece de forma irremisible.

Etiquetas
stats