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Patricio Hernández: “Es necesario abrir un debate democrático sobre el modelo cultural público de la Región”

Patricio Hernández

Alberto Bódalo y Antonio Hidalgo

Murcia —

Pocos municipios, al menos en la Región de Murcia, han apostado por diseñar un modelo que vaya más allá de la promoción –legítima, por supuesto– de sus tradiciones y fiestas patronales. Pero la excepción, aquí, es Cartagena. A día de hoy, sin duda alguna el único campo de pruebas de un proyecto profundamente democrático que aspira a modificar nuestro sentido de la cultura y de las instituciones. Si hubiera que refutar la tesis de que las políticas culturales municipales no existen, sería preciso examinar al detalle lo que está ocurriendo allí; y si tuviéramos que identificar cuáles pueden ser los ejes de un auténtico modelo de trabajo cultural a escala municipal, como mínimo para iniciar el debate, sin duda tendríamos que acudir a los procesos abiertos en Cartagena desde finales de 2015. No sólo se trata de un proyecto con voluntad de transformación, consistente y enganchado a las características locales, sino que además es un modelo susceptible de ser pensando como el molde de otros proyectos en otros municipios, en lo que podría ser una primera ola de cambio en materia de cultura dentro de la Región. Entrevistamos a Patricio Hernández, una persona decisiva en este nuevo rumbo que ha tomado la política cultural en Cartagena.

A finales de agosto de 2015 supimos que entrabas a formar parte del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Cartagena como Coordinador de la Concejalía de Cultura. Señalabas entonces que asumías el cargo “con ganas e ideas”, pero también consciente de las “dificultades” a las que tendrías que hacer frente. ¿Cuál es el balance que haces casi un año después?

Me encuentro moderadamente satisfecho. Hemos hecho muchas cosas en poco más de diez meses pero queda muchísimo más por hacer. Mantengo la ilusión y las ganas pero también reconozco que el principio de realidad ha resituado mis expectativas: la realidad es bastante densa, llena de inercias y resistencias, no dejándose transformar tan fácilmente. No basta con la voluntad, aunque nada se pueda hacer sin ella. Hacen falta medios y condiciones para producir los cambios.

Cartagena no es lo que se llama un “ayuntamiento del cambio”, a pesar de haber puesto fin a veinte años de gobierno del PP, pues gobierna un bipartito sin mayoría, uno de cuyos socios es un partido local bastante conservador, y se necesitó el apoyo inicial de Podemos para constituirse, y a esto hay que añadir una situación económica muy hipotecada que limita los recursos más de lo razonable y también los medios humanos. La herencia es muy mala en el terreno de la cultura pública: la concejalía de cultura no ha existido en los años del PP como un verdadero departamento municipal y casi todo está por hacer. Esto se pudo ocultar tras el brillante escaparate de la recuperación del patrimonio histórico y los grandes festivales (La Mar de Músicas, el festival de Jazz). Lo que había detrás era una calamidad, con verdadero abandono de la cultura de base, de los barrios y de la gente. Cartagena debe ser uno de los pocos municipios de más de 200.000 habitantes sin teatro público. El gran auditorio municipal (El Batel), hijo natural de los años del boom inmobiliario y la política de grandes eventos y grandes infraestructuras que lo acompañó, es gestionado privadamente con un contrato al que le quedan aún diez años de vigencia. Aún no hemos podido terminar de formar el equipo que hace falta para el trabajo en Cultura, ni hemos logrado un aumento recursos presupuestarios, y todo esto se deja notar. Mi propia capacidad de actuación como Coordinador de Cultura es muy limitada. Afortunadamente el equipo político de la concejalía (el concejal, la directora de cultura y yo mismo, entre otros) tenemos una gran sintonía. Con todo hemos cambiado el estilo de trabajo: ahora se cuenta con la gente y se apoyan muchas iniciativas que llegan desde la sociedad. Estamos acabando con la opacidad y el clientelismo, muy instalados por décadas en esta área también.

Hemos hecho diversos programas nuevos y recuperado otros proyectos suprimidos con los recortes. Acabamos de resolver la primera convocatoria de subvenciones municipales a proyectos culturales en muchos años y ahora mismo estamos preparando el que será el Consejo de Cultura de Cartagena, el órgano colegiado y participativo que ha de controlar la política cultural local. Este será un gran cambio. También hemos introducido cambios en los contenidos de los programas: Cartagena está haciendo los primeros programas de cultura paritarios de la región, y estamos alimentando el debate público de ideas con proyectos como el nuevo programa “Cartagena Piensa”, dirigido a la democratización del conocimiento en la sociedad. Hemos recuperado el festival Mucho Más Mayo y el festival de Folk, e intentamos poner el acento en el reconocimiento de la diversidad cultural como uno de los ejes de trabajo, con algunos resultados aún modestos pero estimables. Creo que la gente, sobre todo los sectores con más conciencia de lo que hacemos, están satisfechos de los resultados de estos pocos meses. Pero yo veo lo mucho que aún nos falta, y confío en que tengamos aún tiempo de avanzar más y con más intensidad en un futuro lleno, por otra parte, de incertidumbres políticas

Desde nuestro punto de vista, las jornadas que organizasteis a finales del pasado mes de noviembre, “Cartagena: cultura y municipio. Hacia una nueva estrategia cultural”, suponen un acontecimiento fundamental, modélico, del que aún no se ha hablado lo suficiente. ¿Podrías explicar en qué consistieron?

Me alegro de que lo veáis así. Yo también pienso que son un acontecimiento clave, rupturista en cierto modo, que marca el cambio que buscamos en esta nueva etapa. Sobre todo pensando en el modelo personalista y autoritario de gestión de la cultura municipal del que veníamos. Que participaran casi 500 personas de los distintos sectores culturales del municipio y que se llegarán a unas conclusiones muy comprometidas para la administración municipal es bastante insólito. Era la primera vez que algo así ocurría en Cartagena y en la región: que se reconociera la capacidad de decisión sobre lo que interesa a la ciudadanía, a la propia gente. Se trataba de que esa idea repetida de que la inteligencia colectiva es superior a la de los más listos del grupo se pusiera en práctica, y que además el debate se hiciese sin tutelas ni controles, con plena libertad, como un ejercicio práctico de democracia participativa, con los concejales y el alcalde allí presentes para reconocer a los participantes esa capacidad de decisión. Además hay que tener en cuenta que se hizo un amplio trabajo previo en los distintos grupos de trabajo y, en muchos casos, un trabajo que ha seguido después. Los frutos directos e indirectos de esas jornadas han sido muy positivos. Ahora queda solo un reto inmenso: no defraudar las expectativas que allí se levantaron, que no será tan fácil.

¿Crees que se podría reescalar esta operación a nivel regional?

Claro que sí, con algún cambio. Es verdad que el municipio es el nivel que permite mejor la participación directa en la relación ciudadanía-administración, sobre todo si no hablamos de grandes ciudades, en cuyo caso es preciso articular esa relación también a nivel de distrito o barrio. Pero la gran ventaja que tenemos en Murcia es que es una comunidad muy simplificada por la estructura uniprovincial, el tamaño del territorio y el número de municipios, lo que favorece los procesos participativos, que sin embargo están prácticamente inéditos en la región. No sólo se podría sino que se debería. Pero en un proceso así debería asegurarse de que toman parte todos los territorios y no la capital y su área metropolitana. Y tampoco debemos conformarnos con los señuelos como este que ahora se anuncia del “presupuesto participativo”, que deja discutir -y ya veremos cómo- el destino de una pequeña parte del presupuesto de cultura, sin abrir el debate democrático al modelo cultural público de la región.

En cuanto a las once comisiones sectoriales que se formaron en esas jornadas de las que hablábamos antes, ¿cuál es su situación actual?

La situación es bastante desigual. Las hay que han dado pasos para constituirse en otra cosa, y aquí hay que destacar la de Artes Escénicas, que se ha constituido en Plataforma de Artes Escénicas de Cartagena y ha trazado su propio camino de trabajo e interlocución con el ayuntamiento; o la de Ciencia y Pensamiento, que se ha constituido en un programa nuevo (“Cartagena Piensa”), gestionado en colaboración con el ayuntamiento pero de forma muy autónoma. Se reúne también la de Cine y Audiovisual, mientras que otras dos -la de Historia, Patrimonio Cultural y Turismo, y la de Folclore, Etnografía y Artesanía- han decidido fusionarse y retomar las reuniones. El resto no se han vuelto a reunir, pero probablemente las reactivemos cuando empiecen los debates del Consejo de Cultura de Cartagena y el Plan Municipal de Cultura.

Quisiéramos preguntarte por esto precisamente. Ambos proyectos se encuentran también entre las conclusiones de las jornadas. ¿Cómo de avanzados se encuentran?

Este trabajo anda bastante retrasado, pero lo vamos a impulsar después del verano. Este retraso obedece a la imposibilidad personal de atenderlo como requiere, ya que nos hemos dedicado a otras cosas básicas y urgentes. En este momento estoy preparando el borrador de Consejo de Cultura para abrir la discusión sobre el mismo, mientras que en los trabajos del plan sólo hemos constituido la Comisión Técnica Interdepartamental. Estamos pensando cómo vamos a hacer el diagnóstico de la situación, que es el primer trabajo del proceso. Sufrirá por tanto algunas modificaciones el calendario propuesto en las Jornadas, pero iremos adelante con los compromisos porque, en efecto, son claves, es decir, estructurales, para el nuevo diseño cultural que estamos intentando proponer para Cartagena. Sin estos instrumentos no lograremos avanzar de verdad y todo será fácilmente reversible.

Sobre la replicación de este tipo de medidas en el resto de municipios en la Región, ¿qué opinas? ¿Cómo crees que se podría llevar a cabo? ¿Existe una buena comunicación entre municipios para realizar algo del estilo?

No veo en lo sustancial otro camino que disponer de una estructura local colegiada y participativa de toma de decisiones para eso que podemos llamar una nueva “gobernanza” o, menos rebuscadamente, una gestión democrática de la cultura local; y tener un plan debatido y público me parece otro requisito imprescindible para dotarse de un horizonte y un proyecto y abandonar la permanente improvisación o las decisiones caprichosas. Esto se podría impulsar desde la Comunidad Autónoma o la Federación de Municipios, si funciona alguna vez. Hoy la comunicación y la coordinación son muy malas o directamente inexistentes entre la administración regional y el conjunto de los municipios, o entre estos solos. Es uno de los déficits arrastrados durante demasiados años. Estamos perdiendo muchas oportunidades al no trabajar conjuntamente y no transferir experiencias y buenas prácticas. Es un ejemplo palpable de atraso de nuestras políticas públicas de cultura.

¿Podrías hacernos un resumen de los proyectos que se han puesto en marcha durante este año en Cartagena?

Bueno, aquí se pueden citar los nuevos programas, como “Leer, pensar, imaginar”, que hacemos en el centro Cultural Ramón Alonso Luzzy con gran éxito; el programa “Cartagena Piensa”, dedicado a la democratización del conocimiento; hemos ampliado el horario de las bibliotecas municipales; hemos hecho la primera convocatoria pública de subvenciones municipales para proyectos culturales que estamos cerrando ahora; la celebración de iniciativas en colaboración con la Plataforma de las Artes Escénicas, como los programas del Día internacional de la Danza o del Día Mundial del Teatro; la regulación de la Escuela Municipal de Teatro, que está a punto también de aprobarse, así como el nuevo convenio de apoyo al Teatro Apolo de El Algar; la recuperación del festival Mucho Más Mayo de Arte Emergente, y del festival de Folk de Cartagena, dos populares festivales que habían desaparecido; también tenemos avanzado un nuevo festival poético (Deslindes); hemos revisado por completo -y ha resultado muy complejo- la parte administrativa del festival La Mar de Músicas, que es la actividad más costosa y de mayor proyección de la concejalía de cultura, y que se ha abierto a la concurrencia de distintas empresas especializadas, sacándolo del monopolio al que estaba sometido; además le hemos incorporado una sección nueva, La Mar de Barrios, dirigida a descentralizar y dar visibilidad a la diversidad cultural local.

También estamos colaborando con diversas asociaciones para apoyar su trabajo (como la asociación de la Memoria Histórica, la PAH, Nueva Cultura por el Clima, o diversas ONG´s); hemos incorporado, por vez primera en la región, siendo es para nosotros muy relevante, la paridad de género en varios de los programas de cultura municipales; estamos muy satisfechos de la nueva e intensa colaboración con otros departamentos municipales (especialmente Educación, Servicios Sociales e Igualdad) que marca una forma nueva de trabajar, demostrando que la cultura puede ser inclusiva y atender a la diversidad cultural y a la igualdad de género, pero también con otros agentes culturales como son las universidades públicas (U. de Murcia, UPCT, ISEN, UNED) y aquí hay que citar el primer Ciclo de Orquestas y Coros Universitarios que hemos hecho en El Batel; y, por último, diría que estamos aun empezando el trabajo de descentralizar la política cultural para que llegue también a los barrios de la ciudad, trabajo que aún está en sus inicios.

¿Qué respuesta encuentran estas actividades entre la gente de Cartagena?

Muy positiva respuesta, sin duda. Yo creo que la ciudad percibe un cambio en el terreno de la cultura municipal. Todas las propuestas encuentran hasta ahora una gran acogida. Esto no puede sorprender por cuanto la mayor parte de las actividades se hacen en colaboración con entidades y asociaciones que mueven a la gente, y también porque había “hambre atrasada” de más cultura y de cosas nuevas, con otro imaginario detrás. Con todo hay que estar siempre atentos para mejorar la conexión con los deseos y las necesidades de la gente. Hay que evitar programar desde los despachos de los técnicos: se programa de acuerdo con la gente, con los creadores, con las asociaciones y entidades.

Ya has hecho algún apunte, pero no queremos dejar pasar la oportunidad de preguntarte sobre las relaciones entre cultura e igualdad, y las medidas que habéis tomado al respecto desde la Concejalía.

La vida cultural -como el resto de esferas de la vida en nuestro sistema social y político- está llena de desigualdades socialmente generadas. Ni en el acceso a los bienes culturales ni en el reconocimiento del valor de las diversas expresiones culturales hay igualdad. Con frecuencia, las políticas culturales agudizan estas desigualdades, según lo que se ha llamado el “principio Mateo” (por el evangelista): a quien tiene se le dará y a quien no tiene se le quitará. Hay que acabar con esto, atendiendo a los efectos y resultados de las acciones que desarrollamos desde las instituciones públicas. Hay muchos “excluidos” culturales y tenemos que hacer realidad el mandato constitucional de que “todos tienen derecho a participar en la vida cultural”. Por otra parte la cultura, que es determinante en la construcción de imaginarios sociales, es un instrumento clave para las políticas de inclusión e igualdad: se puede trabajar desde este ámbito de manera eficaz para avanzar en la igualdad de género o en la luchar contra las desigualdades sociales. La política cultural es parte, por decirlo así, de las políticas sociales.

Estas ideas las estamos intentando desarrollar en nuestro trabajo en Cartagena. Poca gente conoce que en España hay una Ley Orgánica de Igualdad que obliga a las administraciones públicas, por ejemplo, a observar la igualdad de género en sus programaciones. Bastaría con que este principio se cumpliera y se produciría una transformación profunda. Nosotros hemos empezado a hacerlo: el programa “Leer, pensar, imaginar” o el festival Mucho Más Mayo se han comprometido escrupulosamente con la paridad de género. Y queremos que este principio alcance al resto de programas culturales del ayuntamiento. Por otra parte hemos iniciado un trabajo con los Servicios Sociales para hacer accesibles las programaciones culturales a los colectivos sociales más deficitarios, con una política de tarifas que compense las desigualdades económicas de estos grupos. Aquí haremos muchas más cosas en el futuro. Por último, el otro objetivo es el de desarrollar la cultura de proximidad, llevar las actividades culturales a los lugares donde vive la gente, sin discriminación “espacial”, y aquí los barrios y diputaciones o pueblos de Cartagena, donde vive la mayoría de la gente, son los grandes castigados. Llevará su tiempo diseñar un modelo que contemple la totalidad del territorio municipal, pero ya hemos empezado a trabajar en esta dirección. Mucho Más Mayo tiene un barrio cada año como sede compartida con el centro de la ciudad, o la nueva sección de La Mar de Barrios pretende hacer realidad esta misma idea. Y esto pasa ya en otros proyectos, como “Cartagena Piensa”, o en las actividades de artes escénicas.

Sobre el festival Mucho Más Mayo que lograsteis volver a organizar este año después de cuatro de suspensión, desde el principio pusiste mucho énfasis en lo que este “renacimiento” significaba. ¿Por qué?

La supresión de Mucho Más Mayo fue una desgracia para la cultura de Cartagena y sólo se debió a los recortes presupuestarios, que hicieron inviable la continuidad del festival. Su recuperación tiene pues un valor simbólico que no se puede ocultar: señala que estamos aquí para remontar y superar la etapa de los recortes en cultura y reparar a sus muchos damnificados.

Pero es que además es un festival que funcionaba, que gustaba a la gente y que cumplía un papel que en Cartagena es importante: abrir la cultura local al arte contemporáneo. Hay mucho peso del pasado en esta histórica ciudad, y se puede entender, pero es preciso compensarlo con la apertura a la cultura de nuestro tiempo. Cartagena no puede vivir exclusivamente girada hacia el pasado. Mucho Más Mayo, como otras propuestas empezando por la propia Mar de Músicas, representa esa apuesta por la contemporaneidad cultural. Pero además es un festival que muestra una forma participativa de hacer cultura: desde el Comité Organizador, independiente y diverso, o la convocatoria pública de proyectos, a la misma confección del programa en el que participa mucha gente, pasando por el trabajo de un número muy importante de artistas y creadores (300 en la edición de este año). El balance que hemos hecho de la edición de este año es muy positivo, y ya tenemos ideas y cambios que introducir para la edición de 2017. M+M es parte de un “ecosistema” cultural local, que hace que muchos creadores tengan en el festival la oportunidad de mostrar cada año su trabajo al tiempo que se conocen otros muchos trabajos que llegan desde fuera. Personalmente, además, es una de las mayores satisfacciones del año.

Por cierto, hace varias semanas tuviste que reivindicar cuál había sido tu contribución al diseño y realización del Premio Mandarache.

No quiero insistir en esto más que lo justo. El Premio Mandarache es uno de los proyectos que he diseñado y puesto en marcha más queridos por mí como gestor cultural. Recoge y articula ideas y convicciones que he adquirido con el trabajo de muchos años. Llevo mucho tiempo en la gestión cultural pública y nunca he reclamado nada, pero en el caso del Mandarache me he visto obligado a hacer una excepción. Como otros muchos proyectos culturales es fruto de un trabajo colectivo de mucha gente: de ellos y ellas es Mandarache. Pero no se puede borrar o reescribir la historia a conveniencia de quien quiera que sea. En este caso, desde el origen, pensé mucho en una vía original y eficaz para crear nuevos lectores entre los jóvenes. Revisé muchas experiencias nacionales e internacionales antes de proponer el “modelo Mandarache”, y dispuse entonces de los medios para hacerlo realidad. Trabajé mucho por este proyecto y su desarrollo. Pasados siete años lo tuve que dejar cuando el gobierno local del PP me cesó en mis responsabilidades. Desde entonces he percibido nítidamente como se pretendía ignorar mi contribución al Premio. Lo vi claro en los actos del décimo aniversario, a los que ni siquiera se me invitó. Y luego, cuando se le concedió el Premio Nacional de Fomento de la Lectura, vi cómo se volvía a negar mi contribución. Decidí que ya estaba bien y, sencillamente, reivindiqué mi papel determinante en este proyecto. Nada más tengo que decir.

Has señalado en alguna ocasión que “la vida cultural, los acontecimientos y las iniciativas que tienen lugar en Cartagena no encuentran reflejo mediático”.

Claro. Tiene que ver con nuestro sistema de medios regional. La capital concentra las redacciones de los medios de comunicación regionales, con la mayor parte de los recursos técnicos y profesionales. De manera natural estos centros y profesionales reflejan lo que tienen en su entorno y a aquellos que tienen acceso a ellos. Lo que pasa en la ciudad de Murcia es regional, lo que pasa en Cartagena es local, por regla general. Esto sirve igual para otros municipios. Las emisoras y redacciones de periódicos o televisiones que existen en Cartagena carecen de medios de una forma muy aguda, sobre todo desde la crisis específica del sector. No existe nadie que se ocupe de las noticias culturales en concreto. Todos hacen de todo. Las redacciones de cultura están invariablemente en Murcia, donde además actúa preferentemente el gobierno regional produciendo sus propias noticias culturales (nadie tiene tantos periodistas a sueldo como la Comunidad Autónoma). El resultado es que hay centralismo cultural y un reflejo mediático que lo multiplica.

Precisamente nos gustaría conocer tu opinión sobre esta relación entre periodismo y cultura. Por ejemplo, la ausencia de artículos reflexivos sobre la política cultural de la Región, o incluso críticos, es bastante notable. ¿Qué análisis haces de esta situación?

En general en nuestro país no hay debate cultural, y la región, en esto como en otras muchas cosas, es un caso extremo. No lo hay en la sociedad ni en los medios. Y las opiniones críticas son escasas y siempre somos los mismos los que las planteamos, sin interlocutores que acepten el debate. Todo esto tiene que ver en primer lugar con la baja calidad democrática y, después, con el escaso aprecio a la cultura. La relación de los medios con la cultura está atravesada por una realidad que es la debilidad empresarial de estos medios, que los hace en exceso “sensibles” a la publicidad institucional, a la que necesitan por razones de mera supervivencia. En palabras que me dijo un director de un medio importante: “si la Consejería de Cultura me retira una campaña institucional, tengo que salir ahí y despedir un redactor”. Si un medio patrocina un acontecimiento cultural o tiene contratada publicidad del mismo es muy difícil que recoja opiniones críticas sobre ese acontecimiento. Además, la falta de recursos humanos de los medios, de una parte, y la presencia de nutridos gabinetes de prensa en las instituciones, hacen el resto: con frecuencia las noticias vienen dictadas desde esos gabinetes, y el medio simplemente las difunde. Este que planteáis es un problema muy serio que mientras no se resuelva pervierte -con sus contadas excepciones, que las hay- el periodismo cultural en la región y rebaja la calidad de nuestra democracia.

El capítulo dedicado a cultura del informe del Foro Ciudadano analizada el período comprendido entre 2010 y 2014. Es el año de la despedida de Pedro Alberto Cruz y la entrada en el cargo de Pedro Antonio Sánchez, hasta que en 2015, después de las elecciones autonómicas, se elige a Noelia Arroyo como nueva consejera. ¿Qué análisis haces del trabajo que ha realizado ella a lo largo de este último año?

Quizás el mayor mérito del equipo de Noelia Arroyo es justamente haber logrado devolver a una cierta “normalidad” la acción cultural del gobierno regional, después de la época de excesos y despilfarros de Cruz y de Valcárcel. Lo primero que me llama la atención es que no se hayan auditado las cuentas de la consejería en los últimos años, pues creo que hay motivos justificados para hacerlo, y mayorías parlamentarias para imponerlo, habida cuenta del grado de personalismo y arbitrariedad de la gestión de Cruz.

De la nueva etapa lo primero que hay que decir es que se está produciendo una hipermediatización de la gestión. Parece que el objetivo fundamental es propagandístico, estar todos los días en la prensa. La consejera-portavoz es foto fija en los diarios. Pero los problemas de fondo permanecen hasta ahora: no hay participación real ni planificación conocida. ¿A dónde nos quieren llevar los responsables de la gestión cultural regional? Es una incógnita. El presidente ha anunciado un “plan estratégico” en el reciente debate del estado de la región, así como una partida de cultura sometida a criterios de “presupuesto participativo”. Esperemos a ver que da de sí todo esto. De momento tenemos algunos elementos muy negativos, empezando por la decisión de liquidar al equipo del CENDEAC, responsable de una etapa -bajo la dirección Javier Fuentes- muy rica en proyectos, ideas y prácticas plausibles, que luego los tribunales han determinado que se produjo por métodos ilegales. Esta decisión demuestra algo obvio: que la gestión de la consejería está al servicio de los intereses del PP y es coherente con el resto de políticas de este partido.

En el terreno negativo hay que apuntar también que no se ha formalizado una relación nueva, de transparencia y cooperación, con los municipios, que debía ser una prioridad regional. Se ha tomado alguna iniciativa fiscal que no sabemos qué resultado está produciendo (incentivos regionales a las empresas que inviertan en cultura). Tampoco la política respecto de algunas áreas. Por ejemplo, el patrimonio cultural, parecen haber cambiado, y así las pérdidas y el deterioro de bienes culturales continúa, y Cartagena es el mayor ejemplo de este abandono (San Ginés de la Jara es el emblema, pero hay muchos otros casos).Y se están utilizando como logros propios algunos que no lo son, como el aumento en 400.000 euros del presupuesto regional de este año para Artes Escénicas, una imposición presupuestaria de la oposición. En cualquier caso, estamos muy lejos de lo que la cultura regional y la sociedad necesitan de un gobierno autónomo en el presente contexto, que sería un cambio mucho más profundo, una reorientación completa de su política cultural que canalice desde el diálogo y la cooperación las energías de la sociedad en este terreno, y esto es algo que no puede venir de un gobierno del PP.

¿Y qué opinas del trabajo en materia de cultura de los partidos en la oposición?

No he seguido con detenimiento el trabajo parlamentario de la oposición en el terreno de la cultura, que -como en otros- a veces no trasciende a la sociedad. Creo que estamos aún en la fase de adaptación a una realidad nueva, la de un gobierno sin mayoría parlamentaria. De momento la oposición ya está aprendiendo que muchos acuerdos parlamentarios no se cumplen y el gobierno responde que vayan a los tribunales a exigirlos, sabiendo que se demorará por años una decisión judicial. La acumulación de graves problemas en la región que se intentan abordar ahora hace que tampoco quede mucho espacio para la cultura, que todavía no es considerada una prioridad política, y en esto deben insistir los partidos progresistas. Y mostrar que tienen -según las ideas de cada formación- un proyecto propio de lo que se debería hacer, lo que no creo que en todos los casos pase. También deberán esforzarse por un contacto más directo con los actores sociales, para evitar que incluso propuestas que se aprueban y no vienen de gobierno, pasen como medidas gubernamentales, como el citado aumento de la partida de Artes Escénicas en el presupuesto de este ejercicio.

En otro orden de cosas: da la impresión de que apenas existen “movimientos”, grupos o asociaciones con capacidad para definir la agenda de los problemas que es necesario abordar, o al menos un mínimo debate. Por supuesto, hay excepciones como Adepa, Huermur, etc., pero quisiéramos saber qué lectura te merece a ti este asunto.

Creo que tenéis razón, en el país y en mayor grado en la región, se adolece de una sociedad en general poco organizada en asociaciones civiles y esto alcanza también al campo de la cultura. No hemos tenido colectivamente mucha capacidad hasta ahora de imponer agendas ni de condicionar los debates, aunque tampoco está el campo desierto. Esto favorece que el gobierno haga y deshaga a placer. Pero si algo han demostrado las organizaciones ecologistas, o estas asociaciones del patrimonio que citáis, e incluso el sector profesional de las Artes Escénicas (a través de Murciaescena) es lo que podríamos llamar “el poder de los pocos”: basta un grupo organizado aunque sea pequeño pero con las ideas claras para influir en la opinión pública y en las decisiones de los gobiernos. Organizarse es hacer crecer la cultura democrática y la calidad de la democracia. Eso choca sin embargo con las dificultades del sector cultural para articularse, dada su realidad atomizada. No tengo que ir muy lejos para poner ejemplos de que se pueden conseguir resultados: yo creo que la crítica del Foro ciudadano durante años a la política regional de cultura terminó calando en la sociedad, en los partidos y en la prensa, y se vio claro respecto al consejero Cruz, quizás el consejero más desacreditado de los gobiernos de Valcárcel, y eso que tenía muy potentes competidores.

Y ya para finalizar, ¿con qué animo afrontas el segundo año en la Concejalía; cuáles son los objetivos más importantes?

Mantengo la ilusión en que podamos seguir construyendo un proyecto nuevo de cultura para el municipio, a pesar de las dificultades que estamos encontrando. Es un reto que hay que afrontar con el mejor espíritu y alguna confianza. En el verano de 2017 se debe producir el cambio de alcalde, según el acuerdo entre los partidos del gobierno, y llegará una alcaldesa socialista. Esto debe ayudar a remover algunas de estas dificultades, espero. Pero también estoy personalmente preparado para aceptar que todo se trunque, si las circunstancias políticas cambiasen. Entonces habrá sido otra oportunidad perdida.

Para el futuro inmediato el mayor desafío es cumplir los acuerdos de las Jornadas de Cultura y Municipio del pasado noviembre. En particular aquellos que, como ya he señalado, tienen carácter estructural y que significan avanzar en el proceso de democratización de la gestión cultural, como son el Consejo de Cultura de Cartagena, que debe articularse en varias comisiones sectoriales o temáticas (este paso de lo sectorial a lo temático es el que se está planteando en Barcelona el nuevo gobierno local, pero allí tienen una larga experiencia de consejo de cultura de la que nosotros carecemos), y el Plan Municipal de Cultura, una ocasión única para un gran debate ciudadano sobre los objetivos del municipio en este ámbito. Como ha dicho en una reciente entrevista Jaron Rowan, uno de los más interesantes investigadores sobre políticas culturales en España, es tan importante el cambio de personas como el cambio de estructuras, pues “es mejor poder confiar en las instituciones que en las personas”, y este tiene que ser nuestro objetivo principal.

Después, o a la vez, hay que seguir profundizando en las líneas que hemos abierto pero aún son incipientes, que pasan por reforzar la cooperación interdepartamental, interinstitucional y con las organizaciones de la sociedad civil local; aplicar objetivos de igualdad, inclusión social y descentralización a los programas de cultura, y en este terreno definir el modelo de trabajo cultural para los barrios y pueblos que constituyen la Cartagena donde vive la gente; necesitamos también conseguir más medios presupuestarios, pues estamos en una situación muy precaria; más internamente necesitamos completar nuestros equipos de trabajo, aún muy deficitarios; y ampliar los horarios de los centros culturales municipales que aún permanecen cerrados los fines de semana; y consolidar los programas nuevos y los recuperados; y más a corto plazo, en lo que queda de año vamos a hacer un nuevo festival de poesía, alrededor del premio de poesía Oliver Belmás que convoca cada año en ayuntamiento, que espero que se pueda convertir en poco tiempo en una referencia regional. Todo esto tenemos que hacerlo con transparencia y rindiendo cuentas a la gente de nuestro trabajo. Como ves, intentamos mantener el listón alto.

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