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Rocío Márquez: de Murcia al cometa, y vuelta

La cantaora Rocío Márquez en Tejemaneje / Nuria Jean

Vicente Muñoz-Reja

Murcia —

Cuando niña, Rocío era tan rubia que pasaba por guiri. Cuentan que en su primera actuación en el tablao de la Carbonería de Sevilla quedó todo el mundo confundido. Al llegar preguntó por el guitarrista para empezar a prepararse, pero allí pensaban que venía de juerga. “La niña rubia está buscando a los artistas”, bromeaba Jose el Zamorano. Al rato cantó la niña y se acabó la broma. A Jose aquello lo dejó fuera de órbita por unos días. Al final de la noche le preguntaron que qué le habían parecido los fandangos, y él respondía: “ha sonado como si la tierra se estuviera abriendo bajo cascos de caballos al trote; pero no de dolor, se abría de gusto”.

Hoy lo difícil para Rocío Márquez es que no la reconozcan–después de cuatro trabajos discográficos y una inenarrable lista de actuaciones y reconocimientos fuera y dentro del mundo del flamenco. El pasado fin de semana paró en Murcia y actuó dos veces junto con la guitarra de Miguel Ángel Cortés: la noche del sábado 24 y el mediodía del domingo 25. Venía de Toulouse y antes de que termine Febrero cantará en Jerez. En esta ocasión hemos tenido la suerte de recibirla casi como en casa, en familia: un puñado de gente, acogidos por el centro cultural Tejemaneje, emplazado en Ribera de Molina. Cantó sobre una loma desde donde se divisa la Vega Media entera y al poniente. De la anécdota de la niña guiri de la Carbonería algo queda. A Rocío ya la conocemos en todos sitios, pero sigue poniendo cabezas fuera de órbita por donde pasa.

Abrió desde Cuba, con unas guajiras cuyas letras podemos encontrar (casi todas) en el disco El Niño. Vino después hasta Granada, para recoger a Miguel Ángel por tangos, y se detuvo allí un momento con unos versos que grabó en Claridad, encabalgando tangos, tanguillos y guajiras. Estos dos primeros cantes (guajiras y tangos) se suceden amablemente, con naturalidad, quizás porque la métrica literaria de las guajiras es especialmente compatible con la de los tangos (esos ecos los exploró El Piyayo). Resuelve finalmente el tercio metiendo por bulerías el tango argentino “Chiquilín de Bachín”, de Piazzolla y Ferrer. Se nota, incluso para quienes no sabemos, que detrás del orden en que se suceden los cantes se esconde una precisa y cuidadosa voluntad expresiva. Rocío Márquez nos está llevando a un sitio al que queremos ir, pero no sabemos todavía dónde queda.

Tras esto, dos letras por peteneras nos atraviesan como un rayo. “Quisiera yo renegar / de este mundo por entero / volver de nuevo a habitar / por ver si en un mundo nuevo / encontrara más verdad”. Las falsetas de Miguel Ángel son a la vez oxígeno y combustible. Entre la gente se empiezan a notar temblores, se escuchan carraspeos. Pasan por fin al Romance a Córdoba, que marca un hito en la exploración que Rocío Márquez ha hecho de Pepe Marchena. En la grabación original, Marchena recita por momentos, y por momentos canta. Rocío ha hecho suya esta pieza, modificando mínimamente las transiciones entre los fragmentos recitados y los cantados, acomodando los cambios a su gusto, a lo que le pide la garganta. Hay puntos en los que es imposible discernir si está hablando o si está cantando. En oídos de quien lo escucha, el efecto sensorial es inaudito. Da igual cuántas veces lo escuches, te va a sonar siempre nuevo, distinto.

Ahora también resulta patente que ella está disfrutando. Conoce tan bien la pieza que se está olvidando de sí misma. Parece estar pasando de cantar a escucharse, y al escucharse, parece que está entendiendo lo que el romance dice por su boca, casi como si ya no supiera que es ella misma la que canta. Este paso del aspecto activo y determinante (cante) al contemplativo y receptivo (escucha) es crucial. García Lorca lo explicaba muy bien: es necesario olvidarse de la forma para que la forma tome tierra y se haga carne.

Estamos en el medio día del recital y la expresión encuentra aquí su hogar nativo. ¿Sabe Rocío, como los antiguos griegos, que hay una tendencia en las cosas a encontrar un centro, como hacia la mitad del camino, justo antes de llegar o tras empezar a volver? Sí que lo sabe. Todo lo que no quiere acabarse trata de detenerse antes del final, antes de acelerar para volver, siempre hacia un nuevo comienzo.

Llegó entonces la milonga marchenera de la “Época del Cometa”. Los allí presentes nos vimos arrastrados por la estela del “cometa ensangrentao”, cometa que giraba sobre esa cabeza rubia, rubísima, que era también el Sol que nos había puesto en órbita. Estábamos ya todos a merced de un mismo movimiento. Se nos iba el cuerpo con el compás, y se nos animaba cuando se animaba la guitarra, y se nos apagaba cuando se apagaba la voz. Aunque estaba allí, no puedo rememorar esto con nitidez. Sí recuerdo la secuencia de tonos que a veces musita Rocío (y que te permitiría identificarla en medio de una multitud). Recuerdo también ver las caras de los demás y avergonzarme al pensar cómo se me habría quedado la mía.

Alguien entre el público dijo al término de la milonga: “nos vais a matar”. Pues ahí va. Después de la milonga, por levante: los fragmentos de “Elegía” de Miguel Hernández que cantaba Enrique Morente, y lo que él llamaba tarantas primitivas, un trovo por tarantas de El Algar de Cartagena… ¡qué había cantado antes también Marchena! “Dime el hombre por qué muere / y los astros por qué se mueven”. O estamos muertos, o con los astros. Es lo mismo. Desde el firmamento veíamos cómo Murcia llegaba hasta Guardamar del Segura. Muere porque muere y se mueven porque se mueven. Alguien vuelve a hablar entre el público: “ya estamos muertos, ya podéis hacer lo que queráis”.

Expiramos. Tratamos de recuperar aliento, sin mucho éxito. Pero viene el último tercio, y Rocío empieza a devolvernos a la tierra suavemente con dos coplas metidas por bulerías (“Me embrujaste” y “Se nos rompió el amor”). Y sin embargo, había aún una sorpresa antes de tocar la atmósfera y cerrar por caracoles: unas seguiriyas aceleradas a doble tiempo. Ágiles, sólidas y geométricas.

Rocío y Miguel Ángel comentaron luego que tenían que volver sobre esas seguiriyas. Estaban tan a gusto que en la ejecución habían introducido novedades involuntariamente. Parece que ni siquiera ellos tenían todo el control sobre la órbita. A ver qué nos traen cuando la trayectoria del cometa vuelva a cruzar el surlevante. Aquí seguimos tomando tierra.

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