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El declive del quiosco

Un cliente curiosea revistas en un quiosco de Murcia

José Miguel Vilar-Bou

Murcia —

Nacieron con la libertad de prensa y la era dorada del periodismo a finales del XIX. Los quioscos han sido desde entonces parte indisociable del paisaje urbano. Las paradas llenas de revistas, prensa, tebeos son el símbolo de una época. Forman parte de la memoria colectiva de generaciones, que hallaron en ellos entretenimiento, información… una ventana al mundo y a la imaginación. Hoy, sin embargo, el quiosco tal como lo conocemos encara su declive. No es extraño encontrarse con expositores vacíos donde antes se apretaban publicaciones y colecciones de todo tipo. La Asociación Regional de Vendedores de Prensa denuncia la gran cantidad de quioscos que han cerrado en Murcia en los últimos años. “Han llegado a desaparecer tres en una sola semana”, asegura Francisco Balsalobre Martínez, presidente de esta entidad.

Aunque no existen datos oficiales, a nivel nacional se calcula que el 40% de quioscos españoles ha echado la persiana en los últimos años.

Balsalobre, de 56 años, lleva más de tres décadas como quiosquero en su puesto en el barrio del Carmen de Murcia. Su familia ha estado vinculada al negocio durante tres generaciones. Sin embargo, afirma con rotundidad que, de no adaptarse, “a los quioscos les quedan tres años de vida”. Dicha adaptación pasaría por la incorporación de lo digital: “El kiosco o se digitaliza o muere”, dice.

Desde hace casi una década, el sector encara demasiados vientos en contra: A la crisis económica se suma el auge de la prensa digital, con el consiguiente abandono del papel por parte de los lectores. Un cambio de hábito social que les ha pasado por encima.

A esto hay que agregarle las condiciones abusivas que, denuncian, les imponen las distribuidoras: “Somos el eslabón más débil de la cadena”, lamenta Balsalobre. “Las distribuidoras funcionan como un monopolio, nos someten a condiciones abusivas, ante las que nos encontramos desprotegidos”.

Desunión

Desunión“Además de sufrir los abusos de las distribuidoras, los quiosqueros estamos desunidos”, denuncia, por su parte, Francisco Martínez García, quien heredó de su padre hace 17 años el bien surtido quiosco que regenta en la Gran Vía.

En estas casi dos décadas, el negocio ha cambiado radicalmente, afirma. “Todo empezó con la crisis y la caída en picado de las ventas de periódicos”.

Coincide con los otros quiosqueros entrevistados en que los jóvenes ya no adquieren letra impresa. La compra diaria del periódico es un hábito que apenas la gente de más de cincuenta años conserva, señalan.

“Los jóvenes son sólo el 15 % de mis clientes”, detalla Francisco.

Con todo, cree que los quioscos “sí tienen futuro, pero si logramos orientarnos hacia lo digital”. Aun así, vaticina que “sobreviviremos, pero con más problemas y menos dinero, y apenas quedarán cuatro revistas”.

Ciertos artículos resisten el embate: Algunas colecciones de cromos, las golosinas y, sobre todo, revistas para niños vinculadas a determinados canales de televisión y series de infantiles sí continúan vendiéndose. También las publicaciones del corazón. Entre los periódicos, los que mejor se mantienen son la prensa regional y la deportiva, afirman los profesionales consultados.

Veteranía y juventud

Veteranía y juventud“Yo este quiosco lo conozco desde niño”, cuenta Jesús Sánchez Martínez, de 63 años, 33 de los cuales ha pasado regentando su puesto en la calle García Álix. Ahora, con la jubilación a las puertas, las opciones son dejarlo a su hijo, o cerrarlo.

Como los otros vendedores entrevistados, todos autónomos, se hace eco de los problemas a los que se enfrenta cada día: “Los jóvenes ya no compran prensa y, en cuanto a golosinas, los chinos nos están comiendo”.

Su establecimiento sigue, pese a todo, rebosante de material: “Mi quiosco aún se ve hermoso, con género, no como otros que te encuentras por ahí, que están muertos. Pero es gracias a la antigüedad y a la fidelidad de clientes que tengo desde hace muchísimos años”.

Respecto a su oficio, considera: “No estás picando piedra, pero es un trabajo duro, al que tienes que echarle muchas horas”.

No muy lejos allí, en la plaza San Agustín, Manuel, de 26 años, se ocupa esporádicamente de otro quiosco. Como Manuel, los propietarios del negocio son jóvenes. Se lanzaron al oficio de quiosqueros en 2009, en el inicio de la crisis.

“Sólo de la prensa no viviríamos”, afirma Manuel. Según su experiencia, los coleccionables y las revistas del corazón son lo que más se vende.

Señala que este trabajo, en el que lleva tres años involucrado, “es difícil, pero me gusta porque se basa en el trato con el público”.

Lo mismo dice Francisco Martínez García: “Es duro, se madruga mucho, pero siempre me ha gustado. Si no, no estaría aquí. Conoces a mucha gente, conversas con los clientes de siempre”.

“Es un trabajo muy esclavo, de muchas horas y prácticamente de lunes a domingo, pero lo mejor es que te deja tiempo para leer”, asegura Balsalobre.

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