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“La oficina es ahora la jungla de la Historia”

El escritor murciano Leonardo Cano/ E. R.

Elisa Reche

Murcia —

Los paisajes de un colegio privado en los ochenta, una oficina judicial y un `chat´ de pareja en la distancia desnudan a los personajes hasta mostrar su esqueleto con una crudeza inusitada. Leonardo Cano ha sido funcionario en un juzgado, redacta su tesis en Filología Hispánica, le gusta el `grunge´ y lleva una camisa a cuadros. La frustración de la `Generación Y´ya tiene quien la cante.

En su libro se identifica perfectamente Murcia, pero evidentemente cuenta una historia universal

La novela trata de esos niños de clase media alta y está ambientada en una ciudad de provincias como podría ser Murcia, pero también alguna más grande como Valencia o Madrid porque trata la intimidad de unas experiencias de manera auténtica y puede tener una repercusión global y social.

Esa clase media sí existía en los años ochenta en las ciudades de provincia, pero también en las grandes porque antes de la crisis que asolara España todo esto era clase media.

El libro está escrito con mucha crudeza.

La literatura que me atrae es la que cuenta cosas que me inquietan o conmueven, la que está más alejada de los dogmas. La literatura, como el arte, tiene más que ver con ideas arriesgadas y un lenguaje afilado.

La mayor crudeza puede estar en contar los hechos comunes y cotidianos. La gente necesita ficción en sus vidas, de ahí el auge de las series y quiere dragones, vampiros o asesinos. Pero aparta la vista si esos asesinatos se cometen en la realidad. Algunos pensamos que esas putadas de la vida se pueden ubicar en un instituto privado o en una oficina en vez de una lucha de dragones.

¿Cuáles son sus obsesiones como escritor?

Me interesan las relaciones de pareja, la frustración y esas aspiraciones desbaratadas de quienes se miran a sí mismo en su puesto de trabajo y dicen `qué coño hago aquí´. 

La oficina es ahora la jungla de la Historia, en el que se podría grabar un `reality show´ con cámaras escondidas. Sobre todo, con la crisis se fomenta ese trabajo sin descanso, sin horizontes con mucha necesidad y muchos nervios.

También quería tratar la alienación del trabajo, cómo destruye la creatividad y las dinámicas de poder entre los jefes y los subalternos, casi súbditos, donde se produce un sometimiento brutal. Si vivimos en un país en crisis donde tienes que trasegar muchas entrevistas de trabajo e incluso pedir enchufe, si finalmente lo encuentras, pase lo que pase, te lo tragas.

El libro cuenta tres historias entrelazadas.

Son tres historias y se podría hablar casi de una cuarta novela porque hay una labor de montaje que afectaba a las líneas temporales en una trabajo casi de ecualización. Quería contar una historia con la complejidad de tres narradores diferentes, pero con armonía entre fondo y forma, en la que el tono influyera en la narración.

El narrador de la segunda persona del plural es muy clasista y salvaje y creo que resume bien esa escala de valores de la época. Luego está el narrador de la historia del funcionario M, que podría ser una derivación de ese estado de naturaleza hobbesiano del clasismo del instituto. Y en tercer lugar, un narrador casi antiliterario de un lenguaje del `chat´, lleno de erratas, como si leyeras el whatsapp de un móvil robado. Limitar las historias a través de estos narradores me fue útil, por paradójico que parezca, porque como dijo Valerie “la mayor libertad nace del mayor rigor”.

¿Cuál fue el origen de esta primera novela?

Leo mucho y he escrito poesía y relatos, pero tenía la idea de esta novela en la cabeza durante casi ocho años, aunque siempre lo iba postergando por estudio, oposición o trabajo. Llevaba un archivo de noticias que me inquietaban. Ya desde mi colaboración en la revista literaria El Kraken, de la que han salido muchos escritores, tenía claro que quería escribir. Cuando dejé de estudiar para la oposición cogí por fin todas esas notas y me puse a trazar los personajes con esos surcos y cañerías.

¿Cómo fue su época en el instituto?

En el colegio fui un empollón y ya en el instituto ascendí socialmente y era alguien más normal. Me lo pasé muy bien, pero un colegio de 1.500 niños y adolescente es una polis, casi una pequeña sociedad y, a pesar de la disciplina y el orden, siempre tiene sus defectos y recodos. Seguramente no sea un lugar idílico y haya que estar alerta. Desde luego, para todo el mundo no fue idílico y no me puedo quedar cruzado de brazos a la hora de escribir sobre esa realidad.

¿Somos una generación hedonista, autocomplaciente y materialista?

Puede que sí. Desde luego, he tenido lectores que me han comentado el tiempo que se pasaron para convencer a sus padres de que les compraran unas `Nike´ y eso nos ha podido pasar a todos. Deberíamos hacer algo con respecto a ello, y no sólo los políticos, sino nosotros mismos.

¿Es la sociedad tan clasista como en La edad media?La edad media

El clasismo existe y más en los colegios privados. Esa época y ese colegio me servían como símbolo, el hecho de que su amistad estuviera forjada por esas marcas de ropa o esos coches que conducían sus padres o los lugares donde veraneaban.

Y sigue existiendo en los trabajos; la posición social influye mucho, incluso para acceder a determinadas relaciones sexuales. La posición social sigue abriendo puertas y colchas.

En el deseo, en cambio, no hay lugar para las mentiras o la hipocresía.

En la novela la sexualidad dice muchos de los personajes y hay muchas diferencias. La sexualidad de los niños es ansiosa y nerviosa por el tema de perder la virginidad. En la de M, el machismo y el clasismo, marca el sexo despiadado que ejerce. Y en el `chat´, los problemas de dudas por la distancia influyen mucho en el sexo que comparten. El sexo no miente y seguramente no haya un sexo normal, sino que todo es desvío.

¿Al llegar a la edad media se viene abajo todo lo que nos han metido en la cabeza y nuestras aspiraciones? ¿Nos hacemos conformistas?

Probablemente nos acomodemos y nuestras hormonas también se acomoden. Ese futuro que a los protagonistas se les salía del pecho en el instituto ha ido a sentarse en un sofá a ver `Breaking bad´. Pero creo que aún tenemos que mantener algo de ese ímpetu si queremos salir de ese ensimismamiento que trae la crisis.

Los personajes se rebelan de alguna forma, ya sea a través de la corrupción, o en la pareja, ya que intentan salirse de su destino de aspiraciones frustradas. Puede que lo hagan de manera despiadada o moralmente poco aceptables, pero son hijos de un ambiente del merecimiento. Aunque la crisis tambalea esos privilegios, piensan que están habilitados para obtenerlos por su cuenta.

¿Cuál sería la banda sonora de la novela?

En el pasado está integrada por el `grunge´ con Pearl Jam, Nirvana o Blind Melon y la del futuro está ausente de música quizás porque muestra esa realidad de la gente que cuando se hace mayor abandona ese cine o música que tanto le gustaba. Pero le iría alguna canción cruda de Wye Oak.

¿Ha tenido alguna reunión de reencuentro con los compañeros del instituto?

Cuando ya tenía ideada esa escena de reencuentro en un aniversario, en mi colegio se programó una y le dije a algún amigo que me estaban escribiendo la novela. Me sirvió para encontrarme con un paisaje. La gente no ha cambiado tanto. Por las derivas sociales y económicas prolongamos la adolescencia y casi seguimos siendo los que fuimos a los 20. Quizás tener hijos es lo que más ayuda a entrar en la edad madura.

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