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Experta advierte del daño que provocaría la apertura de nuevos canales al Mar Menor

Los canales hacia el Mediterráneo no son una solución viable, según la profesora de la Universidad de Alicante, Francisca Giménez

Rafa López

Murcia —

“El Mar Menor es una laguna costera confinada, poco profunda, hipersalina, con cambios bruscos de temperatura, oligotrófica, con presencia de especies euriahalinas y euritermas, y por encima de todo, singular”, advierte en primer lugar la doctora, quien considera que de partida uno de los principales problemas que tiene la laguna es que sus playas son “mayoritariamente lacustres”, pequeñas playas conchíferas que “nos empeñamos en trasformar en arenales a base de aportes sedimentarios externos, los cuales favorecen procesos de enfangamiento y alteran su dinámica sedimentaria”.

Por ello, la doctora considera que el Mar Menor es un ecosistema de alto valor ecológico a nivel regional, nacional, europeo e internacional. Por ello, la laguna ha ido adquiriendo las numerosas figuras de protección que posee (algunas de ellas acompañadas de importantes ayudas por parte de las administraciones europeas). Todas sus peculiaridades, y no otras, se traducían en servicios ecosistémicos (beneficios que obtenemos los seres humanos del ecosistema lagunar), como el gran potencial para el sector turístico, el desarrollo de pesquerías tradicionales y sostenibles, o beneficios no materiales como la calidad de vida y valores estéticos y culturales.

Además, la profesora asegura que tras tantos años aislada, el largo periodo de tiempo casi incomunicada con el Mediterráneo ha favorecido la deriva genética de muchas especies, permitiendo la evolución de poblaciones “especiales” adaptadas a este ambiente extremo. Otra diferencia respecto del Mediterráneo se encuentra en la poca profundidad, que provoca que los cambios de temperatura estén poco amortiguados, en comparación con lo que sucede en el mar colindante. “Las temperaturas en el Mediterráneo varían de forma gradual mientras que en el Mar Menor dependen directamente de las condiciones meteorológicas”, asegura.

Entre las propuestas de solución que se oyen y se leen, de forma recurrente desde el principio de esta crisis ambiental, está el abrir la conexión con el Mediterráneo y como esperar que el rio de agua de entrada sustituya a la existente dañada y alterada.

Ante esta situación, la doctora defiende diversas posiciones para explicar por qué está en contra de los canales hacia el Mediterráneo. Francisca Giménez advierte que según algunos científicos, la entrada de nutrientes por la rambla del Albujón podría ser mínima en relación con los niveles de nutrientes que entran por otras vías como las subterráneas o las avenidas. Además, añade que la alta concentración de biomasa de algas unicelulares en la laguna, asegura la disponibilidad de nutrientes por mucho tiempo (incluso después de conseguir el vertido cero). “O sea, tenemos nutrientes para rato, y con la renovación de agua por los canales, aseguraremos el oxígeno”, anuncia. La dilución permitirá aumentar la disponibilidad de luz. Por lo que esa renovación de agua, actuará a modo de “cosecha” y facilitará el crecimiento exponencial del fitoplancton en continuo. Olvídense de las aguas limpias y cristalinas de otros tiempos.

La doctora anuncia también un descenso grave en la salinidad de la laguna. “Una de las características que determina la singularidad de la laguna es su hipersalinidad. La salinidad es una barrera para miles de especies, y su disminución a niveles próximos al mar Mediterráneo permitirá la entrada masiva de especies que actualmente están controladas”.

Y aquí es donde la profesora realiza su advertencia final: “Cuando las especies que crecen de forma explosiva no sean las medusas ”huevo frito“ (Cotylorhiza tuberculata) sino la Pelagia noctiluca o la Olindia sp (por poner algún ejemplo), altamente urticantes y comunes en el mar próximo, los problemas se acentuarán”. En resumen, Francisca Giménez manifiesta que la apertura de nuevos canales de comunicación con el Mediterráneo “provocaría una pérdida de identidad, de biodiversidad, de calidad del estado ecosistémico y un aumento de la probabilidad de crecimiento masiva de especies dañinas”.

Y respecto al caso opuesto, es decir, el agua que saldrá hacia el Mar Mediterráneo, la doctora advierte que tampoco estará exenta de problemas. “Es probado que los niveles de salinidad del Mar Menor afectarán de forma irreversible a la pradera, fuente de oxígeno, calidad ambiental y vida”.

“Por otra parte, el agua que baña las playas mediterráneas de La Manga, incluidas todas aquellas ubicadas en la zona norte de Cabo de Palos, tendrían el mismo aspecto que el visto este verano en la franja lagunar. La degradación de los ecosistemas marinos colindantes está asegurada, así como la pérdida de calidad ambiental de un área emblemática para el turismo regional”.

Ante este problema, la profesora concluye que “es necesario afrontar el problema desde la raíz”, reconduciendo las actividades que están generando las presiones ambientales, potenciando una agricultura sostenible y llevando a cabo actuaciones de reabsorción de nutrientes desde una planificación integral en toda la cuenca y gestión de todas las posibles fuentes de contaminación.

En definitiva, “la solución no puede ser el traslado del problema a los ecosistemas mediterráneos tras destruir los lagunares.

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