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Sobre este blog

Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

Lo que hay que hacer

Iker Armentia

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El PP está haciendo lo que hay que hacer. O lo que tiene que hacer. Cualquiera de las dos expresiones vale. Incumplir promesas cada quince días no tiene tanta importancia cuando haces lo que hay que hacer. Irte a Polonia un domingo futbolero en pleno fregado del rescate bancario no es para echarse las manos a la cabeza siempre que hagas lo que hay que hacer. Beneficiar a tus colegas registradores, embolsarte sobresueldos o privatizar la sanidad para luego servirte un pedazo del pastel son una jugosa guarnición si haces lo que hay que hacer. El fin justifica los medios y el fin es lo que hay que hacer. Lo que diga la troika, de la A la Z, y a costa del bienestar de los ciudadanos. Eso es lo que hay que hacer.

Repetidlo conmigo en alto varias veces (lo que hay que hacer, lo que hay que hacer) y veréis como la dichosa frase va perdiendo sentido, si es que lo ha tenido alguna vez, hasta convertirse en lo que es en realidad: uno de esos mensajes fetiche de los argumentarios del PP, vacíos de contenido pero muy lustrosos para adornar tertulias y encabezar titulares. Y ahora despacio, venga. Lo-que-hay-que-ha-cer.

Dicen que el mejor defensor de esta tabarra retórica del PP es su portavoz en el Congreso, Alfonso Alonso. Leo a los periodistas especializados en política que Alonso es uno de los políticos mejor valorados por sus propios compañeros. Es el escudo antimisiles que les saca la cara. Complicado curro cuando lo primero que le viene a uno a la mente es el pasotismo de Rajoy, las lágrimas de cocodrilo de Soraya, el histrionismo de Montoro, las soflamas antiabortistas de Gallardón, las romerías de Báñez, las duchas frías de Cañete, el confeti de Ana Mato o la cruzada para españolizar Cataluña de José Ignacio Wert. Y, por supuesto, la última del ministro de Interior Jorge Fernández Díaz: las mujeres que abortan tienen algo que ver con ETA y haremos lo que hay que hacer.

Aunque quizás se trate de eso. Quizás se trate de darnos circo mientras nos quitan el pan. De convertir el Gobierno, sus arrabales mediáticos y la vida pública del país en un Moncloa Shore de idioteces y salidas de tono que sirvan de distracción mientras el Gobierno hace lo que hay que hacer. Un reality político inspirado en Berlusconi en el que compitan los diferidos de Cospedal con las amenazas fiscales de Montoro, el que se jodan de Andrea Fabra con las portadas de Marhuenda. Una especie de plató de Sálvame donde disfrutemos como público del entretenimiento de despellejar con el teclado de nuestro móvil la indigencia intelectual de este Gobierno. Y mientras tanto, que Rajoy vaya haciendo lo que hay que hacer.

Porque mientras nos devanamos los sesos en mofarnos de este carrusel de sandeces (y me incluyo el primero en ese afán por colocar chistes en Twitter que nos hagan más digerible la desgracia), mientras celebramos hashtags mundiales y acumulamos retuits, mientras todo eso ocurre, el Gobierno y el PP hacen lo que hay que hacer: abaratan los despidos, expulsan a casi 900.000 personas de la Sanidad Pública, recortan en educación, se pliegan a la banca de los desahucios, ignoran las denuncias de corrupción, celebran las “desimputaciones”, suben los impuestos a los asalariados, ofrecen amnistías fiscales a los chorizos y, como colofón, reconocen que nos dejarán más paro del que recibieron.

Y cada viernes en La Moncloa nos piden un acto de fe. Sabemos lo que hay que hacer. Tenemos la fórmula de la Coca Cola y al final todo va a salir bien. Como en un capítulo de El Equipo A. Y difunden sin rubor, pese a su fracaso, esa leyenda urbana que les confiere una supuesta superioridad genética en el arte de la gestión pública. Ellos son los profesionales. Ellos sí que saben. Ellos hacen lo que hay que hacer. Y esto empieza a funcionar.

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Iker Armentia es periodista. Desde 1998 contando historias en la Cadena Ser. Especializado en mirar bajo las alfombras, destapó el escándalo de las 'preferentes vascas' y ha investigado sobre el fracking. Ha colaborado con El País y realizado reportajes en Bolivia, Argentina y el Sahara, entre otros lugares del mundo. En la actualidad trabaja en los servicios informativos de la Cadena Ser en Euskadi. Es adicto a Twitter. En este blog publica una columna de opinión los sábados.

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